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Ahí
viene la plaga
Por Raúl
A. Alzogaray
El calentamiento
global se está acelerando y los gases del efecto invernadero producidos
por la actividad humana son la principal causa del fenómeno. Estas
fueron algunas de las conclusiones del Tercer Informe del Grupo I del
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones
Unidas (IPCC). El informe, aprobado en Shangai en enero pasado, es el
estudio más profundo sobre el calentamiento global realizado hasta
la fecha. Coordinaron su elaboración 122 expertos que analizaron
los trabajos realizados por cientos de investigadores, los registros climáticos
de los últimos 150 años y las huellas dejadas por el clima
en los anillos de los árboles, los arrecifes de coral y el interior
de bloques de hielo formados en otras épocas. De acuerdo con estos
registros naturales, 1998 fue el año más cálido del
milenio. Otro informe, preparado por el Grupo II del IPCC y aprobado en
febrero, evaluó el impacto del cambio climático sobre los
sistemas naturales y humanos. El informe afirma que, respecto de estudios
anteriores, se ha alcanzado una mejor comprensión de los
factores que determinan la vulnerabilidad de la población a los
efectos adversos y de las posibilidades de implementar respuestas adaptativas.
Temperatura
en aumento
Los modelos elaborados por los expertos del Grupo I del IPCC predicen
que la temperatura promedio de la superficie terrestre aumentará
entre 1,4 y 5,8 grados centígrados durante el siglo XXI (en todo
el siglo XX el aumento promedio fue solamente de 0,6 grados). Al aumentar
la temperatura, aumentará la tasa de evaporación de agua
y habrá mayores riesgos de sequía en algunas partes del
planeta. El incremento de agua en la atmósfera implicará
más lluvias y nevadas, y aumentará el riesgo de inundación
en otras partes. Estos eventos ya están ocurriendo, como bien saben
los habitantes de la pampa argentina.
Se esperan temperaturas máximas más altas y mayor cantidad
de días cálidos en verano, y temperaturas mínimas
más altas y menor cantidad de días fríos en invierno.
Pero el cambio no será parejo en todo el planeta. En el norte de
América y de Asia, por ejemplo, se está observando un calentamiento
más pronunciado que en el sur de esos continentes.
Susana Curto, investigadora independiente del Conicet que trabaja en el
Centro de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional
de Medicina, explicó a Futuro que en Argentina los cambios
climáticos que se han registrado desde hace unos 50 años
son: a) tendencia al aumento de las temperaturas mínimas, al menos
en las estaciones meteorológicas de la región chacopampeana,
y b) un aumento en las precipitaciones del 25 por ciento en Misiones,
que disminuye hacia 0 por ciento en una línea que va de La Rioja
a Bahía Blanca y vuelve a aumentar hacia la Patagonia, alcanzando
un 45 por ciento en Chubut. Pero como esta última es un área
con muy pocas precipitaciones y clima desértico o semidesértico,
el cambio es difícil de percibir por la población.
Cólera
en las algas
El cambio climático afectará de distintas maneras la
salud humana. El informe alerta que el incremento en las olas de calor,
sumado a mayores humedades relativas y a la contaminación atmosférica,
producirá un aumento de las enfermedades cardiovasculares y de
las muertes por fallas cardíacas. El impacto será mayor
en áreas urbanas y afectará principalmente a los ancianos,
a los enfermos y a quienes no tengan acceso a sistemas de aire acondicionado.
Para tener una idea de las consecuenciasde los calores extremos, 1000
personas mueren cada invierno a causa del frío en los Estados Unidos
y el doble a causa de golpes de calor en el verano.
El incremento en la frecuencia y la intensidad de inundaciones y sequías
aumentará el riesgo de diarreas y de enfermedades respiratorias.
Inundaciones ocurridas en California, por ejemplo, fomentaron la proliferación
de hongos del suelo que contaminaron las fuentes de agua para uso doméstico.
En Indonesia, las cenizas producidas por incendios forestales produjeron
trastornos respiratorios en personas que vivían a 900 kilómetros
del lugar. En nuestra Pampa Húmeda, tras las lluvias que recientemente
anegaron 4 millones de hectáreas, el desborde de los pozos ciegos
originó un estado de alerta hospitalaria ante el riesgo de la aparición
masiva de enfermedades como la disentería, la salmonelosis y el
cólera.
Muchas enfermedades infecciosas que se contraen a través de los
alimentos o el agua son muy sensibles a las condiciones climáticas.
En Bangladesh, los casos de cólera aumentan cuando aumenta la temperatura
de la superficie del océano en el Golfo de Bengala. El microbio
que produce la enfermedad, el Vibrio cholerae, vive en la materia mucosa
que recubre ciertas algas marinas que proliferan al subir la temperatura.
Según Paul Epstein, que fue miembro del IPCC y trabaja en la Escuela
de Medicina de la Universidad de Harvard, la secuencia de inviernos templados
seguidos de veranos secos y cálidos se hará más frecuente
a medida que aumente el calentamiento global. Estas condiciones favorecerán
la transmisión de la encefalitis de Saint Louis y otras enfermedades
en cuyo ciclo intervienen aves, mosquitos urbanos y seres humanos. Parece
que ésta fue la causa del brote de encefalitis del oeste del Nilo
que ocurrió en Nueva York en el verano de 1991.
Mosquitos en
expansión
La temperatura tiene una influencia directa sobre los ciclos de vida
y la distribución geográfica de los animales vectores de
enfermedades.
Los mosquitos Anopheles que transmiten la malaria (también conocida
como paludismo) son los animales más peligrosos para la humanidad:
la enfermedad mata unas 3000 personas por día. El área habitada
por los Anopheles contiene el 45 por ciento de la población del
planeta. A causa del calentamiento global, los mosquitos podrán
colonizar regiones a las que actualmente no pueden acceder porque son
demasiado frías o secas. Se estima que a fines del siglo XXI, el
60 por ciento de la población mundial estará en riesgo de
contraer la malaria.
También se ha detectado la dispersión de mosquitos hacia
regiones más altas, que hasta hace poco les estaban vedadas a causa
de la baja temperatura. Durante la última década del siglo
pasado, el dengue amplió considerablemente su área de incidencia
en América latina. Transmitido por los mosquitos Aedes aegypti,
esta enfermedad estaba limitada a una altura de 1000 metros sobre el nivel
del mar. Sin embargo, ya se han producido casos a 1700 metros en México
y los mosquitos fueron detectados a 2200 metros en Colombia.
En Argentina no se detectaban casos de dengue desde 1916 y el mosquito
fue erradicado en los años 60. Pero regresó. Ahora hay dengue
en Salta desde 1998, y en Misiones desde el año pasado. Aunque
la enfermedad se mantiene restringida a estas dos provincias, los mosquitos
han avanzado hasta la ciudad de Buenos Aires.
Las conclusiones del Grupo II son que la incidencia de estas y otras enfermedades
infecciosas aumentarán en algunas regiones, pero también
se observarán disminuciones locales de otras enfermedades. Para
la Argentina no hay estimaciones señaló Curto.
El informe del IPCC fue hecho para el mundo y concluye que la distribución
geográfica de la malaria será lamás afectada por
el cambio climático global. Pero esto varía para cada insecto
vector, porque las especies de mosquitos que transmiten la malaria en
la Argentina prefieren áreas húmedas mientras que las vinchucas
domiciliadas, que transmiten la enfermedad de Chagas, parecen preferir
áreas secas. Al menos así se comportan en los insectarios
y en su distribución en el país, aunque siempre queda la
duda acerca de qué factores son los más importantes, porque
las áreas secas coinciden con las áreas pobres.
Vinchucas
Las poblaciones del vector de la enfermedad de Chagas también se
verán afectadas por el calentamiento global. David Gorla, investigador
independiente del Conicet y subdirector del Centro de Investigación
Científica y de Transferencia Tecnológica de La Rioja, explicó
a Futuro que bajo un escenario de un aumento de 2º C, los estudios
que hemos realizados con mis colegas Silvia Catalá y Mariano Grilli
mostraron que puede esperarse una ligera expansión de la distribución
de la vinchuca hacia la Patagonia y un fuerte incremento en la tasa de
crecimiento poblacional de este insecto en el centro y nordeste del país.
Esto provocará mayores dificultades en los programas de control
para evitar la reinfestación de áreas donde la aplicación
de insecticidas hubieran eliminado las vinchucas de las viviendas infestadas.
Aunque el calentamiento global está ocurriendo desde hace varias
décadas, no se sabe si los cambios predichos en las poblaciones
de vinchucas ya empezaron a manifestarse. No lo sabemos, porque
no hay estudios sobre el tema indicó Gorla. Sin embargo,
lo que sí sabemos es que las actividades de control están
debilitadas en muchas partes del área endémica. La excelente
cobertura del territorio nacional conseguida durante el período
1992-1998 no es tan buena y comienzan a registrarse algunos casos de Chagas
agudo en humanos y la reinfestación de estructuras domésticas
y peridomésticas.
Las dimensiones
del problema
Las condiciones socioeconómicas, las guerras y factores políticos
y tecnológicos son otros factores que afectan la salud humana.
En el pasado, las campañas militares y las caravanas comerciales
eran las principales formas de dispersión de enfermedades como
la peste y la viruela. En la actualidad, los medios de transporte desempeñan
un papel parecido aunque más eficiente (basta recordar el caso
del aeromozo que contagió el sida a docenas de personas en Canadá,
Estados Unidos y Francia, escalas en la ruta de la aerolínea en
la que trabajaba).
Gorla considera que sería simplista tener en cuenta sólo
una de las dimensiones del problema. El sistema es suficientemente
complejo como para entender que el mensaje más claro que puede
transmitirse es que tenemos muy pocos datos para predecir con cierta certidumbre
lo que ocurrirá. Aunque la temperatura aumente en cierto lugar,
una especie de mosquito no podrá colonizarlo si, por ejemplo, no
hay disponibles charcos de agua donde las hembras depositen sus huevos.
La complejidad surge porque los factores climáticos afectan las
poblaciones de mosquitos, parásitos y humanos de manera interactiva,
no independientemente. Los factores climáticos pueden ser adecuados
en cierto lugar, pero si las condiciones socioeconómicas de las
poblaciones humanas son buenas, es posible que no haya espacio para que
los vectores puedan prosperar. Por ejemplo, áreas que en el pasado
estaban cubiertas por esteros o bañados que fueron eliminados como
resultado de tareas de saneamiento ambiental o simplemente por cambios
en el uso de la tierra por parte de los pobladores. Como se ve, la situación
puede no ser tan mala. Existenestudios que indican que en ciertas regiones
del planeta la incidencia de la malaria aumentará en un 1 por ciento
de aquí a 2050.
Incertidumbre
En julio pasado, 1800 científicos reunidos en Amsterdam alertaron
que el cambio climático puede tener efectos inesperados y que muchas
de las predicciones de los modelos estándares, incluso los del
IPCC, podrían ser erróneos. Esos modelos asumen que el calentamiento
aumentará en forma gradual y que igualmente gradual será
la respuesta de los ecosistemas.
Los asistentes a la reunión de Amsterdam coincidieron en que los
ecosistemas terrestres pueden alcanzar distintos estados estables y pasar
de uno a otro en forma repentina. Es lo que pasó hace 6000 años
en el Sahara cuando, en cuestión de décadas, los bosques
de la región fueron reemplazados por el desierto.
El informe de Amsterdam no descarta la posibilidad de que, de aquí
al siglo XXII, el Sahara vuelva a ser un denso bosque, la cuenca del Amazona
se desertifique y Europa se convierta en un congelador.
George Musser, editor de Scientific American, se refirió al problema
de la incertidumbre en el número de octubre de la revista: Hay
abundante evidencia de que la temperatura está aumentando y continuará
haciéndolo, pero hay también una gran incertidumbre acerca
de los detalles y la magnitud de los cambios por venir. Para Musser,
la buena noticia es que los políticos finalmente han empezado a
enfrentar la realidad. La mala noticia es que la incertidumbre todavía
paraliza las discusiones sobre el tema.
Otra cuestión en debate es el costo de minimizar el cambio climático.
Desde que los Estados Unidos se negaron, por razones económicas,
a ratificar el Protocolo de Kioto un acuerdo internacional para
disminuir la emisión de los gases del efecto invernadero, principalmente
dióxido de carbono, los críticos del Protocolo buscan
caminos alternativos. Se han propuesto estrategias como disminuir la emisión
de gases del efecto invernadero distintos al dióxido de carbono
(por ejemplo metano) o cobrar a las empresas una tasa por tonelada de
gas emitido.
El informe del Grupo II del IPCC señala que para cada impacto del
calentamiento global sobre la salud humana existe un rango de opciones
sociales, institucionales, tecnológicas y de adaptación
cuya aplicación debería minimizar los efectos de ese impacto.
Las adaptaciones deberían abarcar el mejoramiento de la infraestructura
en el área de Salud Pública, el manejo del ambiente orientado
a la salud (incluyendo la calidad del agua y el aire, la seguridad alimentaria
y el diseño urbano) y la provisión de cuidados médicos
adecuados.
Por encima de todo señala el informe, los efectos
adversos del cambio climático sobre la salud humana serán
mayores en las poblaciones con bajos ingresos, predominantemente en los
países tropicales y subtropicales. La implementación de
políticas adaptativas debería, en general, reducir esos
impactos.

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