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De
eso no se habla
Por Agustín
Biasotti
Hay fenómenos y eventos
que jalonan la historia, delimitando un antes y un después. Momentos
que no desaparecen tan fácilmente en las fauces del olvido y que
marcan a fuego la memoria de los pueblos. En la historia de la medicina,
por ejemplo, hay un antes y un después del descubrimiento de la
penicilina, así como también un antes y un después
de la aparición del sida.
Y, aunque pueda parecer apresurado, no es arriesgado afirmar que también
hay un antes y un después del Viagra. Al menos en lo que hace a
la sexualidad masculina o, para ser más específicos, en
lo que respecta a la disfunción eréctil esto es, la
incapacidad permanente o transitoria para lograr o mantener una erección
rígida que permita la penetración, más conocida
popularmente como impotencia.
Aunque el orgullo masculino impida aceptarlo, la disfunción eréctil
es algo (un síntoma, para ser más precisos) extremadamente
frecuente: se estima que afecta al 15 por ciento de la población
masculina sexualmente activa, y que asciende al 52 por ciento entre los
varones de entre 40 y 70 años. Pero, claro, a nadie le gusta hablar
de eso y, en caso de extrema necesidad, siempre existe la posibilidad
de preguntarle al médico si no tiene algo para un amigo que, pobre,
sí tiene ese problema...
Pero desde que apareció el sildenafil (éste es el verdadero
nombre de la droga que en los Estados Unidos se vende bajo el archipublicitado
nombre de Viagra), las cosas parecen estar cambiando.
Hasta su aparición, el promedio de tiempo que tardaban los
varones en consultar por disfunción eréctil era de dos a
tres años; sucede que antes no se sabía cómo era
el tratamiento recuerda el doctor Adolfo Casabé, médico
de planta de la División Urología del Hospital Durand.
La gran revolución del sildenafil, y la enorme cantidad de información
sobre el tema a que dio lugar, llevó a que los hombres se digan:
Bueno, si existe una medicación oral que permite mejorar
mi calidad de vida, ¿por qué no consulto?.
Dicho y hecho. Según este especialista, hoy los varones tardan
en promedio tan sólo un año en consultar. Y si bien la gran
mayoría no se abalanza frenéticamente sobre el escritorio
de los especialistas en disfunciones sexuales al grito de: ¡Déme
Viagra ya!, también es cierto que el sildenafil se ha ganado
un lugarcito para nada despreciable en el corazón y en la mesita
de luz de los argentinos. Veamos algunos números.
Desde su aparición en julio de 1998, el sildenafil se comió
una buena tajada del mercado de los productos para la disfunción
eréctil: se estima que en la Argentina las nueve marcas farmacéuticas
de esta molécula representan un mercado para nada despreciable
de 2 millones de dólares mensuales.
Según fuentes de la industria local de los medicamentos, de 1998
a 1999 las ventas de sidelnafil crecieron un 80 por ciento, de 1999 a
2000 un 28 por ciento y del 2000 a la fecha un 8 por ciento (un buen porcentaje
si se toma en cuenta que en lo que va del año las ventas de medicamentos
cayeron en promedio un 6 por ciento).
Recuerdos del día
de antes
Podría decirse que la disfunción eréctil es
tan vieja como la humanidad (recurrir a frases hechas es una tentación
irresistible). Claro que antes de que se contara con una explicación
científica para este contratiempo ymucho, mucho antes de la aparición
del sildenafil, los hombres barajaron otras explicaciones y probaron distintos
métodos para contrarrestarlo.
En el Génesis, se puede leer el relato de cómo Dios castigó
a Abimelech con el tormento de la disfunción eréctil como
castigo por los pensamientos adúlteros que abrigaba con Sara, la
esposa de Abraham. El mensaje era bastante lineal: ¿Eres
impotente? Bueno, pues deja entonces de mirar con esos ojos a la mujer
de tu vecino, tu amigo, tu hermano, etcétera.
Tiempo después, en la Edad Media, existía una creencia bastante
generalizada de que los hombres que padecían disfunción
eréctil se encontraban bajo el influjo de algún maleficio.
En otras palabras, la culpa la tenía siempre otro y el impotente
era simplemente una víctima. A modo de cura, se recurría
a la ingesta de alimentos de forma fálica: zanahorias, pepinos,
bananas, así como también a las ostras y preparados a base
de testículos de animales (preferentemente, monos).
Ya en el siglo XVI, los médicos trataron la disfunción sexual
con belladonna. Otro salto en el tiempo, esta vez a la era victoriana:
por aquel entonces comienza la investigación en torno a lo que
hoy se conoce como la bomba peneal, investigación que quedó
trunca merced a estrictas leyes que frenaron su desarrollo (recién
en 1917 se patenta este dispositivo que no habría de llegar a los
pacientes hasta 1983).
En 1973 se introduce la primera prótesis peneana y a comienzos
de los años 80 salen al mercado las primeras inyecciones
peneanas y, luego, las terapias intrauretrales. Lo que vino después,
el signo de estos tiempos, son los tratamientos orales encabezadas por
el sildenafil, posibles gracias a los recientes avances en la comprensión
de la fisiopatología de la disfunción eréctil. De
esto último hablaremos después del subtítulo que
viene aquí abajo.
Crónica de una erección
La erección, aquello que justamente falla o brilla por su
ausencia en la disfunción eréctil, es el resultado de una
compleja interacción entre el sistema nervioso, el sistema circulatorio,
el equilibrio hormonal y, por supuesto, ciertos factores psicológicos.
Se pueden describir tres tipos de erecciones afirma el doctor
Amado Bechara, médico urólogo a cargo del Sector Disfunciones
Sexuales del Hospital Durand: psicógena, refleja y protuberancial.
La psicógena o erección cortical se desencadena por
impulsos erectogénicos (fantasías, visualizaciones, etc.)
y necesita de la integridad de la corteza cerebral, la médula y
los nervios periféricos. La refleja nace del estímulo efectuado
sobre el pene; las sensaciones táctiles viajan hacia la corteza
cerebral y ella envía los impulsos neurológicos que desencadenan
la erección. Por último, la protuberancial o erección
del sueño es aquella involuntaria que se produce durante el sueño
profundo.
En cualquiera de los casos, es fundamental que el músculo liso
de los cuerpos cavernosos del interior del pene contra lo que podría
suponerse- se relaje lo suficiente. De lo contrario, no hay erección.
La erección cortical, por ejemplo, se inicia en el hipotálamo.
Sus impulsos son transmitidos hacia la médula por mediadores
de dopamina y ocitocina explica el doctor Bechara. Estos neurotransmisores
estimulan al nervio cavernoso a producir óxido nítrico que,
ya en el pene, produce la relajación del músculo liso. Recién
entonces, por las arterias cavernosas hace su entrada la sangre al tejido
eréctil del pene, aumentando la presión.
Es este aumento el que genera la distensión de las fibras musculares
que, ahora repletas de sangre, comprimen las venas por las que este líquido
habitualmente abandona el pene. Atrapada la sangre en el tejido eréctil,
el resultado no es sino el mantenimiento de la erección, quimerade
neurotransmisores, nervios, arterias, venas, sangre y múltiples
tejidos nobles de nuestro organismo.
Es la primera vez que me
pasa
Las causas que se esconden detrás del clásico es
la primera vez que me pasa son múltiples. El estrés,
la depresión, la ansiedad por el desempeño sexual y las
fobias son las entidades médicas de causa emocional más
frecuentemente asociadas a la disfunción eréctil enumera
el doctor Casabé que, junto con su colega Bechara, dirige el Instituto
Médico Especializado (IME). En estos casos, la liberación
de mediadores de adrenalina es la responsable de mantener el cuerpo cavernoso
contraído, imposibilitando el correcto llenado de sangre y la mantención
del fenómeno de la erección.
Pero no sólo de factores emocionales se trata: la impotencia muchas
veces responde a factores biológicos. Las enfermedades vasculares
(hipertensión, dislipemias, coronariopatías, vasculopatías
periféricas) y los factores de riesgo cardiovascular (tabaquismo,
sedentarismo) afectan la función de la capa íntima de las
arterias, el endotelio vascular, y la del músculo cavernoso, impidiendo
la síntesis de óxido nítrico y la consiguiente relajación
cavernosa.
En otros casos, la disfunción eréctil puede ser secundaria
a enfermedades neurológicas o que afectan el sistema nervioso:
accidentes cerebrovasculares, mal de Parkinson, hernias de disco, diabetes,
alcoholismo, etcétera. Estas pueden ocasionar defectos en
la síntesis, liberación y transmisión de los neurotransmisores
que participan del proceso de la erección explica Casabé.
Además, cirugías como la prostactectomía radical,
traumatismos de la uretra y el periné y ciertos medicamentos (principalmente
los antidepresivos) también pueden afectarlo.
Por último, vale una aclaración: La erección
del hombre añoso no siempre es tan rígida y, sumada al intento
de penetrar a una mujer también de edad con una vagina pobremente
lubricada, puede hacer muy dificultosa la penetración, disminuyendo
la erección. Esta dificultad suele crear una sensación de
gran angustia y la creencia de que el síntoma seguirá siempre;
la consulta, tardía, suele orientarse a mejorar la erección
y no hacia la pobre lubricación femenina, evento que puede subsanarse
con una consulta especializada o, simplemente, con un lubricante.
Tratamientos a la carta
Aunque no gozaban de un gran reconocimiento por parte de la población
general, los tratamientos que se empleaban para combatir la disfunción
eréctil antes de la glamorosa aparición del Viagra eran
relativamente numerosos, y aún hoy conservan sus indicaciones médicas
así como también el afecto de la mayoría de los varones
que a ellos recurren.
Las terapias psicosexuales, por ejemplo, son técnicas especialmente
diseñadas para aquellos pacientes con disfunción eréctil
de causa emocional apunta Bechara. Mediante información
y ejercicios individuales o de pareja, el paciente tiende a relajarse
y comienza a tener una relación sexual sin exigencias, trabajando
además sobre los aspectos individuales y de entorno que puedan
haber condicionado la aparición de ese síntoma.
A veces, la psicoterapia sexual se combina con alternativas farmacológicas:
antidepresivos, ansiolíticos o drogas para el tratamiento de la
disfunción eréctil.
Otra alternativa terapéutica es la autoinyección peneana
de drogas vasoactivas. Antes de la aparición de medicamentos
orales como el sildenafil, la mayoría de los varones eran tratados
con estas drogas. En la actualidad, los pacientes que no responden o tienen
contraindicadas lasdrogas orales, o que quieren una respuesta más
rápida y de acción únicamente local, son entrenados
para su administración cuenta Casabé. El índice
de eficacia alcanza casi al 85 por ciento de los varones tratados, independientemente
del origen de la disfunción.
Por último, no nos olvidemos de las prótesis. El implante
protésico peneano es el único tratamiento definitivo, y
está indicado preferentemente en varones con disfunción
eréctil de causa física que no responden o tienen contraindicaciones
especiales para las otras opciones de tratamiento. El implante se realiza
en quirófano bajo anestesia local o regional; existen dos modelos:
los maleables y los hidráulicos.
En general, coinciden los doctores Casabé y Bechara, los índices
de satisfacción a largo plazo de los implantes alcanzan a casi
el 90 por ciento de los varones y al 80 por ciento de sus parejas.
Panacea sexual
Y entonces llegó el Viagra. La ilusión de no tener
que entrar al quirófano, ni inyectarse nada justo ahí, ni
tener que recalar en el diván del psicoterapeuta para solucionar
un problema que pocos se atreven a confesar, erigió a esta pildorita
azul en la panacea para la salud sexual masculina. En un mundo en donde
todos sueñan con una solución mágica a sus problemas,
¿qué más se podía pedir que una pastilla,
y a la cama?
El Viagra se convirtió rápidamente en el doping de los maratonistas
sexuales. Fue así como del uso médico se pasó más
que pronto al uso recreativo, entendiendo por recreativo un uso indiscriminado
fuera de todo control médico (un dato ilustrativo: se estima que
en la Argentina actualmente al menos el 15 por ciento de las cajas de
sildenafil se vende sin receta). Y entonces empezaron a aparecer las muertes
del Viagra y, de ese modo, tan pronto como llegó el furor, apareció
el miedo.
Claro que, desde el punto de vista médico, es un miedo injustificado.
El sildenafil es una droga segura y eficaz; tan segura es que la
toman muchísimas personas con estados clínicos muy distintos
afirma el doctor Casabé. Desde su aparición
no se han modificado sus contraindicaciones ni sus precauciones (no puede
ser tomada por pacientes medicados con vasodilatadores coronarios nitratados
ni por aquellos que han sufrido un infarto recientemente).
Cuando uno piensa en la seguridad de un medicamento para la disfunción
eréctil debe tomar en cuenta la capacidad del paciente para realizar
la actividad física que demanda el acto sexual apunta este
especialista. Aquel varón de más de cincuenta años,
que lleva una vida sedentaria, que tiene más de dos factores de
riesgo cardiovascular y que hace seis meses que no hace ningún
tipo de actividad sexual debe hacerse una evaluación cardiovascular
con ergometría antes de reanudar su vida sexual, independientemente
de que lo haga con sildenafil.
Lo dicho sobre Viagra también se adapta para el caso en que este
paciente decida barrer la vereda o subir un par de pisos por la escalera,
actividades que demandan el mismo esfuerzo físico. Por otro
lado, también es cierto que muchas veces el sildenafil se vende
sin receta y que algunos pacientes lo convidan a sus amigos como si fuera
un caramelo. Cuando sucede una desgracia, la culpa recae sobre la droga
y no sobre su uso indebido.
Hoy y mañana
Hace tan sólo quince días, una nueva droga llegó
a la Argentina para disputarle al Viagra el trono de los medicamentos
orales para la disfunción eréctil. Su nombre: clorhidrato
de apomorfina. Esta droga de la que el célebre escritor de la generación
beat William S. Burroughs dijo que jamás nadie podría usar
por placer (The Naked Lunch, 1959) fue usada durante muchos
años ya sea para provocar el vómito en casos deintoxicaciones
o como parte del tratamiento de rehabilitación de adictos a drogas
pesadas.
A diferencia del sildenafil que actúa a nivel local, la apomorfina
es el primer medicamento oral para la disfunción eréctil
que actúa a nivel central señala Casabé.
Actúa en el cerebro, sobre el hipotálamo, activando unos
neurotransmisores (dopamina) que desencadenan una serie de eventos biológicos
que descienden del cerebro por la médula ósea hasta llegar
al pene, donde producen la relajación del músculo liso,
necesaria para que se produzca una erección.
Además del modo de acción, existen otros dos factores relevantes
que diferencian a la apomorfina del sildenafil: no existe en la primera
una contraindicación formal con los medicamentos vasodilatadores
nitratados (aunque se recomienda precaución) y tarda tan sólo
20 minutos en hacer efecto, y no una hora como el Viagra.
Pero la historia de las terapias orales para la disfunción eréctil
recién empieza. Hay al menos otros dos fármacos que se encuentran
en fases avanzadas de investigación, y que ya han comenzado a ser
testeados en ensayos clínicos con resultados prometedores. Estamos
hablando de cialis y vardenafil, este último como su nombre lo
sugiere es un pariente cercano (una versión mejorada) del sildenafil.
Pero, como sugieren los doctores Bechara y Casabé, el tratamiento
de la disfunción eréctil no se reduce sólo a recetar
pastillas. La historia clínica se constituye la mayoría
de las veces en el arma diagnóstica más eficaz frente a
un paciente con disfunción eréctil afirma Bechara.
Es muy importante recabar información sobre el inicio de la disfunción,
relación de pareja, enfermedades intercurrentes y medicación
que puedan tener relación con la misma.
El especialista en disfunciones sexuales debe tener una escucha
especial agrega Casabé. Hay que poder meterse un poco
en la vida íntima de ese varón y de esa pareja para poder
entender qué es lo que está pasando.

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