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El rey del
basico

El nombre de Sir Terence Conran no es demasiado conocido fuera del mundo del diseño de objetos. Sin embargo, a este hombre de buena cuna británica los sujetos más favorecidos de esta época le deben muchos de sus hábitos: fue el primero en advertir que la gente deseaba consumir diseño aun en forma de cucharitas, sillas o floreros.

Por Victoria Lescano

“Mis gustos por la asociación de formas y funciones en el diseño de interiores no es otra cosa que una reacción a los excesos y la pompa con que creció mi generación”, proclama Terence Conran. Lo llaman el caballero del diseño, un apodo nada erróneo para quien tuvo la misma niñera del duque de Westminster y es el creador de muebles y telas, autor de tratados sobre la casa, la cocina y el baño e inventor de restaurantes y supermercados de diseño más influyente en la estética contemporánea.
Sir Terence Conran contribuyó a redimir a los jóvenes del Swinging London del gusto de sus padres tanto como Mary Quant lo hizo con la competencia de ruedos que concluyó en la minifalda. Corría 1960 y poco después de decorar el interior de Bazaar, la boutique de Quant (con estrictas instrucciones de simular una ambientación con clima de cóctel sin pausa, donde las beauties londinenses pudieran citar a sus amantes y probarse ropa en la vidriera), empezó a dar forma a Habitat, una tienda especializada en la ecuación bajo precio más diseño, promoviendo la antítesis del chintz con estampas florales y los detalles de encaje color lavanda favoritos de la Reina Madre.
Rebosante de vajilla blanca y neta, las lámparas de papel del japonés Noguchi y una línea de muebles llamada Summa, concebida en kits para armar como piezas de un juego de rasti, el primer local, situado en Fulham Road, abrió en mayo del 64; las vendedoras fueron peinadas por Vidal Sasoon con su famoso corte bob y batidos, vestidas con microfaldas ideadas por Mary Quant y delantales de carnicero a rayas encima.
Lo siguió otro en Totenham Court Road, la zona de mueblerías inglesas con la aguja detenida en el estilo de 1800, también con interiores blanquísimos, la imprescindible silla de campiña Carimate del diseñador italiano Vico Magistretti, estanterías industriales atestadas de réplicas de bowls, jarros para capuccino, un sótano con cucharones para aspirante a cocinero, y anticipándose a la fiebre gourmet un sótano con menaje, hierbas aromáticas y una parrilita para pollo con recetas de un chef de renombre donde era posible encontrarse a John Lennon o George Harrison buscando cucharitas.
Con el tiempo, cuando la cadena sumó sucursales en París, Nueva York y Tokio, impusieron el uso del wok, utensilio de rigor para hogares con aspiraciones étnicas y los baldes con flores frescas como los de las florerías parisinas. Otro de los aportes de Conran fue un catálogo de diseño que salió a la venta en los locales en octubre del 69 y que desde el comienzo intentó diferenciarse de las producciones victorianas de la revista House and Garden mediante producciones adornadas con materiales naturales e influencias escandinavas, lámparas circulares de opalina, bowls con frutas y flores secas y tomadas en casas reales en lugar de decorados.
La versión temporada otoño-invierno 2001 de ese catálogo difunde como nuevo dictado de tendencias para interiores sillones canapé en cuero negrocon mesitas que se quitan o se agregan a su superficie, lámparas con forma de cápsula, alfombras de piel roja, sillas Poly del americano Robin Day -un modelo de plástico blanco que fue desarrollado para un concurso con materiales de bajo costo del Museo de Arte Moderno de Nueva York–, rarezas pop del danés Verner Panton –autor de muebles en technicolor y chaise longues sinuosos–, televisores de pantallla blanca sobre ºpedestales supersonicos, las silla Champiñon de Pierre Pauline con almohadones circulares sobre tejidos metálicos.
Desde el comienzo, cuando la base de operaciones funcionaba en altillos de casas victorianas destrozadas, Terence lideró un equipo de buscadores de objetos y predicadores de la estética Conran integrado por su hermana Priscilla, Caroline (su primera esposa), otra segunda esposa llamada Sophie (autora de varios libros de cocina que son best sellers), el artista plástico Eduardo Paolozzi y otros graduados de la escuela de arte Central School.
En los setenta inventó The Conran Shop, más cercana a una boutique y mucho más exclusiva donde vende el merchandising de los diseños más taquilleros del siglo veinte (hay fetiches de Achile Castiglione, Starcko otros), ediciones especiales, sus manuales de estilo, productos de delicatessen y su línea propia de muebles que incluye mesas de café con patas de hierro, sillas canasta con tres patas, otras con apariencia de corsets que cautivaron a Picasso (quien compró varias para su casa de campo) y la tripolina, versión Conran del sillón BKF.
Desde fines de los ochenta el gran emporio Conran funciona en una construcción de principios de siglo con improntas art nouveau, déco y eduardianas, antigua sede de la fábrica de neumáticos Michelin y uno de los ejemplos más rimbombantes de su sacerdocio. Incluye la editora de libros sobre cocina, jardines e interior design llamada Octopus, un Conran Shop colosal, un restaurante llamado Bibendum con comidas del sur de Francia, sillas thonet con fundas y estampados que cambian cada estación y que desarrolla especialmente su hijo Jasper, un consagrado diseñador de moda. Además hay un bar regenteado por su hijo mayor, un diseñador industrial y barman que logró rehabilitarse para el mundo chic de su padre luego de varios años de destrozar la serenidad de los espacios conranianos junto a sus amigos del grupo punk The Clash.
Las aventuras gastronómicas empezaron a tomar formar durante unas vacaciones parisinas en las que trabajó como lavacopas y a la vuelta se asoció a un grupo de artistas para plasmar The Soup Kichen, comida barata pero de buena calidad y un ambiente superproducido con bastidores con imágenes de manjares y utensilios colgando del techo, creando luces y sombras y paredes rojas donde los primeros clientes fueron un grupo de homeless ingleses que lo confundieron con un comedor popular y luego fue el punto de encuentro de la bohemia del Royal College of Arts.
El segundo restaurante, The Orrery, funcionó en los sesenta en Kings Road y tuvo mesas de hierro con azulejos blanco y negro de inspiración Bauhaus e iconografía de planetarios bocetados por Terence. Más ambicioso fue The Neal Street, un restaurante con comida francesa, platos decorados con ilustraciones de artistas y la carta con originales de David Hockney, vecino a una galería de arte.
Para un chico dedicado a coleccionar polillas y mariposas, y que aprovechó una convalecencia de una neumonía para construir barcos, aviones y casitas de juguete que, por supuesto, puso a la venta apenas salió de la cama, la búsqueda de nuevos espacios para atiborrar de objetos y poner de moda nuevos barrios parece ser la única razón de su existencia.
Su última aventura londinense es un museo de diseño llamado simplemente Design Museum, una construcción racionalista en la zona de Batlers Wharf, frente al río Tames, cuya cartelera durante el 2000 superó en modernidad a la flamante Modern Tate con un homenaje a Buckminster Fuller, elarquitecto y profesor chiflado de la geodesica, autor de casas-carpa favoritas de las comunidades hippies, y que fue curada para la ocasión por el diseñador australiano Marc Newson.
Sus muestras permanentes sobre la historia del mueble, electrodomésticos y packaging de fideos a perfumes funcionan como sitio de consulta para estudiantes de distintas disciplinas y tiene un espacio reservado para camas y sillas de goma experimentales y sillones lúdicos.
Además de cuatro restaurantes consagrados a la pasta, los pescados, la cocina de fusión y comidas rápidas donde la vajilla está en venta y un mercado de aceites y especias que está enfrentado a su tienda
con la particularidad de incluir a modo de atracción turística su última vivienda en los pisos superiores.
Las últimas noticias sobre las conquistas del estilo Conran apuntan a Manhattan y un puente de la calle 59, un complejo llamado exactamente Bridge Market, con clones en Berlín y Estocolmo para vender simpleza.
“Tanto Habitat como el Conran Shop nacieron para reflejar los cambios en los usos y costumbres para la vida cotidiana y están muy vinculados con la moda. Y me permitieron entender las costumbres de los habitantes de distintas urbes: así aprendí que los americanos sólo compran vasos del tamaño de baldes para hielo y camas extralarge, que los franceses prefieren las piezas sueltas a los juegos de cubiertos y vajilla, las almohadas cuadradas y los bowls para desayuno mientras que los japoneses estaban ávidos de incorporar las máquinas para pasta europeas”, cuenta Terence en su biografía autorizada, y confiesa que el único nuevo proyecto de moda y diseño para el hogar que le provoca envidia y que lamenta no haber ideado es la cadena japonesa Muji. Se trata de la nueva megaboutique de básicos, papelería sublime, comida, cubiertos y cremas sin logos ni ostentación con sucursales en Londres, París y Nueva York tan vanguardista como lo fue Habitat en su nacimiento cuando, según su mentor, “vestía las casas de las chicas que iban a las tradicionales carreras de Ascot sin cartera y en minifalda”.