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TEATRO

Luces y sombras de Alicia

El Teatro Negro de Praga, la compañía que cumple 40 años, presenta este fin de semana una adaptación propia de Alicia en el País de las Maravillas. El texto y la puesta han sido trabajados más allá del universo infantil, con matices que pescan los costados más sutiles de esa historia que tiene por protagonista a una niña racional y pragmática.

Por Moira Soto

Dormir, soñar, maravillarse acaso

En plena tarde dorada
muy lentamente nos deslizamos
porque nuestros remos, torpemente
son manejados por pequeñas manos
(...)
¡Ah, las tres Crueles! ¡En semejante hora
bajo este cielo propicio al ensueño,
pedir un cuento...
(...)
Pronto, entregadas a súbito silencio
en la imaginación ellas
persiguen a la niña del
sueño, a través de un país
de nuevas y disparatadas
maravillas,
en amistosa charla con aves
o bestias...
Y casi lo creen cierto.

Aquella tarde estival que Lewis Carroll evoca en el poema que abre las extraordinarias peripecias de Alicia en el País de las Maravillas (traducción de Eduardo Stilman, Editorial Brújula, 1971) fue la del 4 de julio de 1862. Efectivamente, ese hombre de treinta años –Charles Dogson para sus alumnos de matemáticas, anteponiendo el “reverendo” porque además era diácono– les contó a las chicas Liddell (Lorina, Edith y desde luego, Alicia) la historia de la niña que cae en la conejera. Un pozo muy profundo (“¿nunca terminaremos de caer?”) al final del cual está el territorio de los prodigios donde el primer ser vivo que se le aparece es un Conejo parlanchín preocupado por la hora. En tanto que Alicia, la del cuento, mediante bebidas, hongos o pasteles, se achica, se agranda o se le estira muchísimo el cuello (hasta ser confundida con una víbora), van surgiendo esos otros personajes sorprendentes: el Ratón, la Liebre de Marzo, el Gato de Cheshire, Humpty-Dumpty, la Reina de Corazones... Hasta que en el preciso momento en que un mazo de cartas cae sobre la protagonista después de que la Reina ordena que le cortaran la cabeza, llega el despertar salvador, el final de la siesta bajo los árboles. La niña ha vuelto a la normalidad.
A Alicia Liddell le gustó tanto el relato que le pidió a su amigo –además fotógrafo, como se sabe– que se lo escribiera. Cosa que Charles Lewis hizo de buen grado, añadiéndole al cierre una vuelta de tuerca genial: Alicia se despabila, le cuenta la pesadilla a su hermana, quien a su vez vuelve a soñar el sueño de Alicia en el País de las Maravillas. “Sólo tenía que abrir los ojos para que todo se transformara en obtusa realidad”, anotó Lewis Carroll. Al final del ensueño, la chica imagina a una Alicia adulta que conserva “el corazón sencillo y afectuoso de la infancia”, rodeada de niños impacientes a los que cuenta historias, recordando los días felices de aquel lejano verano.
No apta para Alicias
De los dos libros de Alicia, ...en el País de las Maravillas y A través del espejo, sin duda el primero es el que más adaptaciones, versiones e interpretaciones ha inspirado en el teatro, el cine, la historieta, la pintura, desde el delicioso dibujo animado de Walt Disney (1951) a la brillante relectura que hizo el cineasta checo Jaromil Jires en 1969, Valeria y la semana de las maravillas (film para adultos acerca de la chica que tiene su primera menstruación). Desde hace ocho años, el Teatro Negro de Praga, tan apreciado por el público argentino, viene ofreciendo –alternándola con otra realización– su propia adaptación de Alicia en el País de las Maravillas, con guión, coreografía y dirección de Jiri Srnec y música de Jiri Koptik. Este espectáculo se estrena hoy viernes en el Teatro Avenida y las funciones se extenderán hasta el domingo. En esta oportunidad serán sus intérpretes Marcela Divisova (Alicia), Bob Dufek (el Conejo Blanco), Marketa Holubova (El Sapo Verde, el Gato), Marek Blanar (un Flamenco, Humpty-Dumpty) y Vladimir Kubicek (el Ratón). Este último integrante de la compañía, que celebra su 40 aniversario en nuestro país, es quien responde al reportaje de Las/12.
–La tan mentada dificultad de traducir la poesía y los juegos de palabras de Carroll a otros idiomas ¿se resuelve o supera al trasladar Alicia al lenguaje eminentemente visual de El Teatro Negro?
–Justamente porque consideramos esa dificultad, no hemos hecho una traducción al checo sino que llevamos la obra al lenguaje de las imágenes. Srnec seguramente se identificó plenamente con Carroll, lo tuvo en su cabeza al hacer la adaptación y así pudo realizar con felicidad este pasaje a otra forma de expresión. Vale recordar que el teatro le interesaba mucho al escritor inglés, en especial el de títeres. Así, el director recrea el País de las Maravillas descripto por Carroll e ilustrado por tantos artistas a partir de John Tenniel. Más que de una traducción hablaría de una interpretación, de una nueva lectura.
–Durante mucho tiempo se creyó que los libros de Alicia eran relatos específicamente destinados a los chicos. Hasta que a mediados del siglo XX fueron leídos más atentamente y se advirtió la complejidad, la carga de angustia de ese universo onírico que –junto con obras de otros autores victorianos, como Edward Lear, Geroge Mac Donald, Charles Kingsley– fue una avanzada del surrealismo, del absurdo.
–Totalmente de acuerdo: no es una obra literaria infantil aunque los chicos puedan conectarse con el humor y ciertos episodios. Pero hay mucha agresividad en la narración, una amenaza permanente, situaciones de gran arbitrariedad. Todo esto aparece de algún modo en nuestra adaptación. Los libros de Alicia pueden exceder en muchos momentos la comprensión infantil, pero también es cierto que hace falta la imaginación libre de trabas de un niño para entrar a estas aventuras. Sin embargo, no es una cuestión de edad cronológica, sino de ese niño interior que todos llevamos adentro. Por eso, para apreciar toda la complejidad de Alicia es ideal que se sumen cierta madurez y espíritu alerta a la mirada sorprendida y crédula de un chico.
–Como dice el prologo de A través..., “sólo somos niños más viejos que nos agitamos al acercarse la hora de dormir...” ¿Estaría de acuerdo en que Alicia en el País de las Maravillas no es una obra para ser apreciada por las Alicias? Es decir, las personas –chicas o grandes– con una mentalidad, digamos, más bien pedestre, demasiado razonable?
–Por supuesto que Alicia no es una obra para las Alicias, porque su vuelo poético y su libertad para manejarse dentro del nonsense se alejan del espíritu práctico y “realista” de su protagonista. Además, se trata de una creación tan rica que puede ser interpretada de muy diferentes manera. La idea de nuestro director fue hacer una adaptación que pudiera ser vista por públicos de distintas edades: así, los jóvenes se identifican con algunas facetas de Alicia relacionadas con la identidad y el crecimiento; los adultos pueden advertir otras sutilezas aplicables a la educación e incluso la política y los niños disfrutarán de la zona más lúdica y fantasiosa, de las aventuras y el riesgo. Porque el espectáculo está trabajado en distintos planos y debo decir que todo el elenco de Teatro Negro está particularmente encantado de trabajar en esta Alicia tan cautivante, que rebosa de claves que nunca se terminan de descifrar.
—¿Cómo se prepararon los actores y las actrices para ingresar a un mundo tan vertiginoso donde las sorpresas se multiplican hasta el infinito, creado por la imaginación de un poeta que no por casualidad también era matemático?
–Si bien el Teatro Negro se ha especializado en circular por mundos fantásticos, es verdad que Alicia plantea una exigencia muy alta porque llega más lejos que los tradicionales cuentos de hadas. Creo que lo que hicimos todos fue confiar en nuestro director. En mi caso particular, debo decir que alterno el Ratón con interpretaciones en otras obras y, como la mayoría de los actores, trabajo en la parte negra y en la parte blanca, de manera que en algunos momentos puedo estar manejando ochenta objetos. Mi desempeño es lo suficientemente variado como para no ser absorbido por este Ratón nadador con alma de profesor. Por cierto, el Teatro Negro no trabaja con los recursos habituales del teatro dramático o de comedia. En el caso de Alicia apela a otras artes como el cine, donde todo es posible gracias a trucos y efectos.
–¿En esta puesta se trata de establecer fronteras entre el mundo real y el de los sueños? ¿Se da por supuesto que uno es verdadero y el otro falso?
–Bueno, ambos mundos tienen su propia realidad y Alicia los está cruzando todo el tiempo, pasando, por así decirlo, de la realidad cotidiana a la realidad irracional (pero muy organizada aunque parezca lo contrario) de los sueños. De la vida más prosaica y previsible de la vigilia se salta a un mundo de colores y delirio, de ilimitadas posibilidades que no existen en la normalidad tangible, pero que no por eso son menos verdaderas.