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PERSONAJES

De Bulgaria a la CNN

Se educó en escuelas inglesas de Sofía y Nueva Delhi, obtuvo licenciaturas en Inglés y Literatura, y comenzó su carrera periodística como locutora en una radio búlgara. Hoy, Ralitsa Vassileva es la nueva cara de CNN.

Por Soledad Vallejos

Tal vez la hayan visto. Es la chica que, desde las neutrísimamente neutras oficinas de Atlanta, presenta reportes sobre la aldea global en el noticiero internacional de CNN. Es la misma que, a veces, presenta entrevistas que ella misma ha hecho a personajes de toda laya (Gloria Arroyo, Mikhail Gorbachov, Henry Kissinger), o coberturas tan sencillas como las del proceso de paz de Medio Oriente y la crisis por la inspección de armas de las Naciones Unidas en Irak. Pues Ralitsa Vassileva, que así se llama la chica de las noticias de aquí, de allá y de un poco más allá también, es, tal vez, una de las personas en quien con más fuerza puede leerse la impronta que la cadena siempre quiso mostrar como propia. Es que, si vamos a hablar de diversidad, multiculturalismo y minorías, la chica cuenta con unos cuantos puntos como para estar en el top ten. Veamos: nació en Bulgaria, pero las labores de su padre diplomático la llevaron a educarse entre escuelas inglesas de Sofía y Nueva Delhi; obtuvo una licenciatura en Inglés y Literatura –con especialización en Búlgaro y Literatura– en la Universidad de Sofía... y empezó a desempeñarse como traductora y locutora en una radio búlgara. Y esa misma lógica la llevó a la televisión de su país, a una inevitable, ascendente carrera periodística, a abandonar lo que conocía y dominaba para probar suerte en una ciudad, en una forma de vida que desconocía por completo. Apuestas, le dicen, y a Ralitsa parece que le salen bastante bien.
“Como presentadora en Bulgaria ganaba alrededor de 50 dólares por mes, y llegué a Estados Unidos con 20 dólares, mi hijo de siete años y dos valijas.” De eso hace nueve años. Era 1992 y Ralitsa huía de la miseria y la cerrazón en que su país se estaba hundiendo desde la crisis de 1989. El comunismo había perdido una de sus últimas batallas en el Este, y el desconcierto perseguía de cerca a quienes, en un primer momento, habían celebrado el comienzo de algo nuevo. “Yo era sólo una periodista pichona cuando se sucedieron los cambios de 1989. Era el final del comunismo para Bulgaria y una transición de poder. Y era un momento maravilloso y alegre. Para la gente con muy poca experiencia como yo, fue una oportunidad de tener un rol en la búsqueda de una nueva voz para la TV del Estado, que estaba bajo censura y había sido portavoz del régimen comunista.” Era, está claro, un momento de construcción pura: no sólo nuevas formas sino, también, una concepción que permitiera desarrollarlas. Y esto, en el caso de alguien con fe en el periodismo y su papel –sea lo que sea–, es lo se llama oportunidad única, una especie de fundación. Bueno, Ralitsa es una de esas personas que creen en que es posible hacer algo a partir de la prensa; y también percibió la importancia del momento. “Teníamos mucho por cambiar. Teníamos que cambiar el idioma, el estilo y las formas de expresión, que eran estrictamente monitoreadas antes de la introducción de formas democráticas. Uno de los presentadores más antiguos me dijo que deseaba muchísimo haber podido comenzar su carrera de nuevo, porque él había sido entrenado para reportar sin sentimientos o tensión. Era sólo un lector, no un periodista. Sentíamos que estábamos en una misión de mejorar las noticias y luchar por la libertad de prensa.” Durante casi dos años, Ralitsa se dedicó tiempo completo a aportar para el proceso como periodista televisiva. Pero en algún momento, cuenta, el canal en el que trabajaba firmó un convenio con la CNN, alguna vez ella hizo uno de los reportes, a la cadena norteamericana le gustó, y 1990 la encontróparticipando del Programa Internacional para Profesionales (un programa de entrenamiento para periodistas) en Atlanta. Un nuevo azar determinó que ella participara como presentadora en uno de los programas: “Yo no tenía ningún traje para salir al aire, una amiga de la productora me trajo dos, y elegí el violeta. Escribí y dirigí sobre la historia de Bulgaria, me divertí muchísimo y recibí buenas críticas”. Y, de vuelta en casa, el cuento había corrido, así que pasó a convertirse en presentadora de noticias, algo así como nuestra Mónica, pero la de los ‘60. “Ahí tuve que aprender a producir, porque los presentadores búlgaros producen su propio show. Eso significa que uno escribe un informe detallado de cómo deben estar las noticias, y uno escribe los eslabones entre las historias.” Y algo debe haber hecho, porque de entre toda la camada de “nuevos valores” y los clásicos locales, a sólo dos meses de iniciado su nuevo rol, un panel de periodistas especializados decidió otorgarle el segundo puesto como presentadora mejor calificada a nivel nacional. Pero de eso, parece, prefiere no hablar; cuenta que cuando la convocaron para el inicio de la señal internacional de la red de Turner no lo pensó dos veces, aunque “no había garantía”, así que armó las valijas, saludó y se instaló en Atlanta. Asegura que su nuevo período profesional no fue demasiado conflictivo, que se ha sentido muy cuidada por sus compañeros, que el aprendizaje le encantó, pero que el shock cultural existe y no lo niega en absoluto. “Lo que para la gente son conveniencias acá, para mí fueron inconvenientes cuando llegué. No sabía manejar, estaba acostumbrada al transporte público, pero en Estados Unidos hay muchos lugares a los que no se puede ir sin el auto, entonces supe que tenía que aprender. Tampoco había utilizado tarjetas de crédito, nunca había escrito un cheque y mi seguro médico en Bulgaria era gratis, por lo que nunca tuve que pensar en eso. Así que era intimidante saber que si perdía mi trabajo, perdía mi seguro médico. No sabía a qué número debía llamar para la policía o para la ambulancia. Tenía mucho que aprender de la vida diaria en los Estados Unidos, como dónde ir a divertirse, o a qué guardería debía enviar a mi hijo porque él no hablaba inglés.” Pero sobrevivió, se acostumbró a escuchar que “la gente confunde ‘Bulgaria’ por ‘Bolivia’” cuando cuenta de dónde viene, a cruzarse con el señor Turner de tanto en tanto, a viajar alrededor del mundo como parte de sus tareas cotidianas. “Todos los días el mundo cambia, todos los días hay algo nuevo por aprender, algo interesante. Todos los días hay una historia del sufrimiento de la humanidad, o del triunfo de la humanidad que necesita ser contado a la gente.” Digámoslo: es una mujer de lo más inquieta.