MODA
Ropa para
mujeres reales
|
|
En medio de las crisis,
y confirmando una tendencia que la propia marca creó hace unos años,
Yagmour sigue liderando un segmento que se caracteriza por microprecios
y por colecciones rotativas que renuevan sus stocks semana a semana.
Entrevista con Gisela Berardi, jefa de sus diseñadores. |
Por
Victoria Lescano
El proyecto
de moda a microprecios de los hermanos Yagmourian empezó hace
treinta años en Mataderos con colecciones de camisas; con el
tiempo ingresaron a Barrio Norte, y la propuesta que fue inicialmente
resistida por mujeres que la llamaban "la tienda donde mi mucama
se viste para
salir".
Con el furor de los básicos y la acertada decisión de
incorporar equipos de diseño logró cautivar también
a mujeres de diversos oficios y profesiones y a sus hijas. En los nueve
locales Yagmour no tienen cementerio de prendas ni outlets,
las filas frente a los probadores crecen en forma directamente proporcional
a la recesión. Detrás de las poleras amarillo, naranja
o fucsia con bufandas a rayas al tono y los jeans simulando vestigios
de óxido, prints escoceses, trench coats de corderoy y zoquetes
a tono, atentos a la última estrategia de cambiar básicos
por últimas tendencias está Gisela Berardi, 27 años,
jefa de producto y un equipo creativo de seis diseñadoras. "De
nosotras no podría decirse ahí van las chicas designer,
tampoco las aburridas, somos chicas del mundo que proponemos una búsqueda
para construir un estilo".
Su agenda registra recorridas por Londres, París y Nueva York
para enterarse de los grandes éxitos de las tiendas que lideran
la categoría tendencias a microprecios como la holandesa H &
M y los dictados de Harvey Nichols. En los últimos diez años
incluyó varias visitas anuales a Hong Kong para ver in situ la
fabricación de los diseños ultrabásicos desarrollados
por su equipo. Ahora, a la base de operaciones con dos plantas en La
Paternal ya no llegan containers de Oriente porque un alto porcentaje
de la producción la temporada invierno superó las
800 mil prendas es desarrollado por talleres de los aledaños,
antes atiborrados de trabajo por grandes marcas ahora en descenso. Berardi
cuenta que empezaron a exportar a multimarcas de Panamá y el
proceso de expansión incluye locales en Brasil y Uruguay y el
proyecto Yagmour niños.
Dice que, lejos
de los dictados de Gucci o McQueen, quien marca los estilos de uso diario
es el mercado de consumo masivo. También que la vestimenta ya
no sigue reglas según la ocupación y la edad, y que entre
sus bateas a una misma remera la eligen una adolescente y una mujer
de sesenta años.
¿Cón que criterio arman las colecciones?
La concebimos como una gran grilla de necesidades de la mujer,
damos prioridad a los ítem exitosos en lugar de los elitistas.
En el último año nos dimos cuenta de que no alcanzaba
con vender el básico barato, nos animamos a otro ímpetu
más cercano a las tendencias. La gente busca diferenciarse y
por eso hacemos colecciones mensuales regidas por un claro sistema de
rotación. Mientras que una marca como Paula Cahen tiene colecciones
más estáticas, en la nuestra si una campera te gustó
no la vayas a buscar unos días después, seguramente no
la vas a encontrar, pero entonces te va a gustar otra cosa.
¿De qué manera la avanzada femenina en espacios
de trabajo está reflejada en la vestimenta?
Las colecciones están planteadas para una mujer práctica
que busca confort y placer en vestirse, y esto está acompañado
por un desarrollo tecnológico industrial: las prendas son más
livianas, confortables y con líneas más simples, requieren
mucho diseño en su estructura y procesos de terminaciones muy
innovadores. En respuesta a las nuevas necesidades también se
impone una línea tecnológica aplicada al dénim,
ya no es jean sino telas con procesos sofisticados, hasta el polar tiene
hilados livianos, para estar abrigada sin parecer vestida de chico.
El tailleur dejó de ser la ropa por excelencia para ir a trabajar,
las mujeres se visten cada vez más con prendas que antes se ponían
sólo para el fin de semana.
En los años '30, Elizabeth Hawes defendió la ropa
masiva como forma de imponer la igualdad de clases y en el tratado Moda
es espinaca vaticinó los pantalones con tiradores y bolsillos
gigantes en reemplazo de las carteras. ¿Cree que sus deseos se
cumplieron?
Sin duda, la moda se convirtió en un gran mundo de posibilidades,
donde todos tenemos la libertad de armar nuestro propio estilo. Cuando
pienso en cada prenda, tiene que tener una carga histórica, un
intención, algo que proponga avances sin apartarse del producto
comercial. Los básicos, prenda comodín y de fácil
combinación, cuya síntesis está representada por
un jean y una remera blanca resultaron de una necesidad de despojo en
el adorno. Y el producto es la bajada de una idea, un diseño
o una pauta estética a algo funcional y comercial.
En la modalidad de self service que ustedes pregonan, ¿cómo
debe lucir la ropa para generar deseo?
La clave está en armar mundos que sigan una estética,
agrupados por color, que cuando entres te
dé
ganas de querer comprarte todo, aunque en la práctica y a diario
la gente hace una masacre con las puestas de los locales. Importa que
puedas moverte con libertad sin sentirse observado, que puedas entrar
al probador con quince prendas si te da la gana y hagas cambios sin
complicaciones.
La diferenciación en las estaciones con los países
generadores de tendencias desvirtúa, desdibuja el concepto detrás
de un print si se lo incorpora, aun cuando fue concebido para otro momento?
Una gran cantidad de los comerciantes usa como estrategia la imposición
inmediata de lo que es moda en el mundo, quemando recursos al extremo.
Lo ideal es tener conocimiento de todas las tendencias y saber adaptarlos
a la realidad de la mujer argentina. Con mi equipo no vamos a proponer
el look dinastía ni el punk o la colección inspirada en
la ropa de golf del próximo verano puros, a todo lo pasamos por
un tamiz muy femenino.
¿Cuáles son sus aportes como diseñadora?
Cuando terminé la facultad ya estaba trabajando para una
marca, no era la típica designer intentando imponer un estilo
propio. Se que más que generar tendencias, contribuyo a un movimiento.
Porque así como un diseñador piensa en una prenda y hace
que alguien muera por ella, con mi equipo logramos que las mujeres tengan
el placer de comprarlo sin trastornos a la hora de pagarlo, y también
que en un momento terrible como éste, donde no hay dinero, la
gente se interese por algo.
¿Hacen estudios que les permitan sacar conclusiones sobre
el mercado local?
En verdad probamos con consultoras, pero nada logró superar
a nuestro propio seguimiento constante de las otras propuestas locales,
se trata de ver todo lo que hacen las otras marcas para saber cómo
diferenciarnos; todo está muy analizado, nuestra estrategia es
ver cuál es la debilidad y la mayor fortaleza de cada una. Hubo
un momento en que las marcas seimponían por su nombre propio,
si estaban bien posicionadas vendían cualquier producto sólo
por tener esa identificación. La llegada de Zara exigió
a las firmas más esfuerzo en el desarrollo de los productos y
los precios, aunque salvo en España no es tan masivo ni sus prendas
son tan baratas.
¿La mujer real está contemplada en la progresión
de talles y la gráfica?
Los talles para chicas normales, ni siquiera gordas, fueron fundamentales
en la aceptación de la marca. El mercado estuvo trastornado y
los talles mínimos respondieron en su mayoría a que daban
beneficios económicos. A las mujeres les encanta que algo le
vaya bien y además sea barato. En la elección de las modelos
para campañas gráficas nos importa que tengan el arquetipo
de mujeres reales, con glamour, pero sin lucir inalcanzables. A muchas,
Denise Dumas, Loly López, las elegimos cuando todavía
no habían hecho otras campañas. El último invierno
fue Roxana Zarecki, y en la de verano la protagonista es Luisa Norbis.
Va a estar en la calle en pocos días porque con los cronogramas
tan vertiginosos en el calendario de la moda el verano empieza en agosto.
Y lo que más bronca me da es que la gente todavía no llegó
a ver la colección completa del invierno.
