CIUDAD
Restauradoras
Dirigidas
por Cristina Torrallardona, directora de Artes y Oficios del Gobierno
de la Ciudad, un grupo de hombres y mujeres se capacita para restaurar
el Casco Histórico de Buenos Aires.
Por Sonia
Santoro
Es
un poco como ir anudando cosas, dice Cristina Torrallardona, anudadora
oficial de dos cuestiones aparentemente irreconciliables: la transmisión
de un oficio que estaba prácticamente en extinción, el
de restaurador de edificios antiguos; y la necesidad de formar y dar
trabajo a desocupados o subocupados de los barrios históricos
de Buenos Aires. Ese nudo confluye en La Escuela Taller del Casco Histórico
de la Ciudad de Buenos Aires: tenemos un solo casco histórico,
si nosotros no lo recuperamos quién más... si no, vamos
pasando por la vida sin historia, dice Torrallardona. Y en esa
tarea de reconstrucción, que recompone también la historia
de quienes aprenden a moldear y crear ornatos, las mujeres ganan un
espacio que siempre les estuvo vedado: subidas a andamios o armando
mezclas van sellando los frentes de la ciudad con una impronta que va
a ser difícil de borrar.
La necesidad de recuperar el casco histórico no es sólo
una cuestión estética, el peligro de que un ornato de
un frente se caiga está siempre latente. Por eso, la Ley 257
del Código de Edificación (conocida como ley de
balcones) establece la obligatoreidad de restaurar los frentes.
Sin embargo, en los barrios de San Telmo y Monserrat es difícil
encontrar casas antiguas recuperadas porque, justamente, sus habitantes
son muy humildes (y abundan las casas tomadas) y no pueden pagar lo
que cobraría un arquitecto por hacer ese trabajo. A partir de
esa demanda concreta, surge la idea del programa.
Pensamos porqué no recuperar el oficio de restaurador,
que se ha ido perdiendo porque se aprendía como la albañilería,
de cuerpo a cuerpo con la tarea. Entonces, ese viejo artesano que se
va a la tumba con todo su conocimiento tiene un lugar acá, dos
artesanos les dan clases de albañilería y pintura,
cuenta Torrallardona, pintora y directora de Artes y Oficios del Gobierno
de la Ciudad, con 30 años de trabajo social intenso. La otra
cuestión era formar equipos de trabajo que pudieran tener una
salida laboral. En ese sentido, se trató de privilegiar a la
gente que tenía menos posibilidades. De los 400 inscriptos en
junio del 2000, entraron 80, seleccionados por Torrallardona según
este criterio: la gente en general pone todo en los currículums,
pero yo buscaba gente que no tuviera nada que poner, cuenta.
Así
llegó Mirta Berdón. Tiene 26 años y tres hijos
que la esperan en Jujuy, de donde vino hace poco más de un año.
Allá vendía ropa en una casa de coreanos pero se quedó
sin trabajo y vino a probar suerte a Buenos Aires. Vivió durante
un par de meses en el ex patronato de la infancia, hoy casa tomada,
con su hermano. Me fui porque no me gustó el lugar ese,
hay un montón de gente, dicen que es como una villa chica,
cuenta. Ahí le llegó la noticia del taller y, a pesar
de que nunca había hecho nada parecido, quiso probar. Era mejor
que limpiar oficinas en las madrugadas. Cuando llegó a Moreno
301, Cristina la escuchó y le dio trabajo (hace la limpieza en
el taller) a cambio de que se capacitara. Empecé con una
cosita bien chiquita, un angelito con arcilla. Yo no lo podía
creer porque sin darme cuenta estaba haciendo algo como lo haría
otra persona queestudia y tiene la vocación esa, y yo no, ni
había terminado el secundario, cuenta.
El taller es gratuito y los ocupa cinco horas cuatro días a la
semana. Se dicta en la sede del Casco Histórico, Moreno 301,
y en tres obras con carácter de escuela de práctica: el
Convento de San Francisco, el Museo Lafinur (en el Jardín Botánico)
y un antiguo Centro de Gestión y participación de la calle
Brasil.
El método de capacitación es aprender haciendo.
Porque la artesanía, explica Torrallardona, no tiene que ver
con un aprendizaje intelectual, sino con un aprendizaje de la mano:
si tu mano no se adecua al movimiento no hay caso, por más
que vos seas una persona muy lúcida. Y eso lleva mucho
tiempo. Como mínimo, dice, el curso dura tres años. De
allí saldrán como albañiles especializados en restauración.
Ya que aprenden moldería, que incluye recuperación de
ornatos, modelados y dibujo; albañilería, es decir, mezclas
o revoques; y pintura, donde se trabaja también con pátinas;
entre otras cosas.
Silvia Russo empezó a codearse con este vocabulario cuando hace
tres años compró una casa de 119 años frente a
la plaza Dorrego y se dio cuenta que necesitaba arreglarle el frente.
Fue la primera en anotarse en el taller aunque su tarea principal, hasta
el momento, era la de ama de casa. En mi vida me imaginé
que iba a agarrar una cuchara y un balde, o andar en andamio armado
por mí... eso era laburo de hombres, dice. Ahora, no sólo
está decidida a afrontar ella misma la recuperación de
su frente sino que ya consiguió el primer trabajo como restauradora
en el Palacio de Justicia.
Algo parecido le pasó a Natalia Romero. Tiene 25 años
y vive con sus dos nenas, sus hermanos y su padre a media cuadra del
taller. Siempre que había que hacer algo pesado en la casa, llamaba
a su papá. Ahora todo es distinto. Está desocupada: durante
los fines de semana limpio algunas oficinas, pero en realidad el trabajo
es de una amiga, yo le ayudo a ella y después me da algo,
dice. Y a partir del taller espera conseguir trabajo ayudando
acá o enseñando.
Las mujeres no son las únicas que participan del taller escuela
pero sí empiezan a dejar sus huellas en un camino abierto por
los hombres. Tienen gran capacidad de aprendizaje porque para
ellas está todo por ganar, es algo que he observado a lo largo
de todo mi trabajo social con las mujeres, dice Torrallardona.
Somos más meticulosas y más exigentes, no es sólo
hacer sin hacerlo bien y en el tiempo que corresponde, comenta
Juliana Simón, alumna desde el año pasado. Todas coinciden
en que aún sin los materiales y las herramientas necesarias,
las mujeres son muy creativas porque no esperan las cosas sino que las
van a buscar. Quizás porque tienen todo por aprender, se
fijan, ¿y por qué no con esto? ¿y
si hiciéramos así? Y se produce esa magia de llegar
al producto sin haber hecho todo el recorrido de situaciones que eran
las lógicas para hacerlo, resume Torrallardona. No es raro
verlas, por ejemplo, recorriendo obras en busca de algún material
de descarte. Así consiguieron los elementos para restaurar el
Convento de San Francisco.
