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Nicholson Baker contra los microfilms

Papel picado

Desde hace años las bibliotecas del mundo tienen la misma certeza: ya no hay lugar para almacenar los impresos que –con ritmo cada vez mayor– produce la industria editorial (libros o publicaciones periódicas). La opción de microfilmar o digitalizar todas las páginas del mundo antes de mandarlas a la hoguera es, para muchos, una solución de compromiso que pone en riesgo el patrimonio cultural de la humanidad. Así lo señala Nicholson Baker en su más reciente libro, Double Fold.

Por Rodrigo Fresán El escritor norteamericano Nicholson Baker (New York, 1957) se hizo muy famoso cuando publicó en 1992 Vox, una novela en forma de conversación telefónica y caliente. El escritor norteamericano Nicholson Baker se hizo más famoso todavía cuando años más tarde se supo que una becaria llamada Monica Lewinski le había comprado Vox de regalo a un presidente llamado Bill Clinton. A Baker no le quedó más remedio que continuar en 1994 con el negocio con La fermata –otra novela sexópata reminiscente del Philip Roth más delirante– pero, por suerte, decidió sentar cabeza volviendo a sus humildes, talentosos e inclasificables orígenes.
Antes, con las novelas-ensayo La mezzanina (1988) y Temperatura ambiente (1990) y con el ensayo-novela U & I, Baker había ganado justo prestigio como una suerte de examinador expansivista de la vida cotidiana y la envidia literaria (a John Updike, en su caso) con los modales entre obsesivos y cientificistas de Sterne, Proust, Joyce, Woolf, Nabokov y Warhol. Libros donde la reflexión ocupa el sitio de la acción y resulta igualmente intrigante.
Superado su incursión libidinosa, como dijimos, Baker abandonó la fascinación colectiva con el sexo prefiriendo ocuparse de cuestiones personales que –con la virtud y el talento de los grandes– se las arregló para convertir en tema de discusión de interés mundial. Una brillante recopilación de ensayos –The Size of Thoughts, 1996– fue seguida por la novela adulto-infantil The Everlasting Story of Nory. Nos encontramos, una vez más, en inequívoco Territorio Baker: lo que dicen y cómo lo dicen los niños, la mecánica de los proyectores, cómo doblar un clip, la problemática de los discursos de bodas y del leer en voz alta lo escrito, los misterios de las recetas de cocina y las ausencias de ciertos signos de puntuación y –lo más importante– más de cien páginas sobre los ambiguos usos de la palabra lumber (restos, desechos, trastos viejos y descartables).
De esta última palabrita –y continuando y expandiendo polémicos artículos aparecidos en The New Yorker– surge el nuevo libro de Nicholson Baker: Double Fold: Libraries and the Assault of Paper (Random House). Casi 300 páginas de airada denuncia alrededor de una –otra– obsesión decididamente bakeriana: las torpezas a la hora de conservar el papel impreso y las mentiras alrededor de las supuestas ventajas del microfilm. En su libro –que ya ha suscitado encendidas polémicas–, Baker argumenta que el apocalipsis conspirativo comenzó a gestarse en 1950 cuando la CIA y la Biblioteca del Congreso llegaron a la conclusión –errónea, según el autor– de que las modernas tecnologías eran un método superior a las viejas técnicas bibliotecarias desencadenando así una suerte de holocausto al decidir lo que debe preservarse y lo que no, “para no taponar las cañerías del presente”. Capítulo tras capítulo, Baker expone una historia entre kafkiana y marxista (en el sentido fraterno y grouchesco del término) donde nadie sabe muy bien lo que hace pero alguien tiene que hacerlo.
En cualquier caso –a favor o en contra de Baker, quien ha fundado con dinero propio una fundación conservadora de papel, empezando por las colecciones de periódicos que la Biblioteca Británica ofreció a precio por kilo antes de tirarlo todo– Double Fold es un libro único, valiente y desde ya subjetivo (ya que Baker es parte protagonista y rival de la cuestión) que se lee con ritmo de thriller conspirativo-paranoico digno de ser llevado al cine por Oliver Stone.
Baker –dueño a pérdida de un enorme galpón en New Hampshire a donde va a parar todo el papel que consigue salvar de la muerte– afirma que la forma de la información es tan importante como la información misma y no se preocupa demasiado por cuestiones como falta de espacio y reducción de presupuestos a bibliotecas. Baker, claro, es un romántico. Baker jura que el papel es más resistente que el microfilm. Baker alza el puño y llama a las armas y –más allá del interés de cada uno en estas cuestiones– lo más importante de todo es que Double Fold es el mejor argumento posible a la hora de tomar partido y elegir bando: es un libro, tiene forma de libro –la evidencia ofrecida en las ilustraciones comparativas entre una página color y un microfilm de esa página son más que concluyentes– y es un placer sostenerlo con las manos y leerlo. Leer lo que escribió Baker: “La Biblioteca del Congreso ha gastado enormes sumas en microfilmar libros y su conservación asciende a once millones al año, dinero suficiente para comprar un inmenso depósito donde guardar todo un siglo de periódicos. ¿Es posible que los jerarcas de la biblioteca sean tan grotescamente ineptos como para no tomar medidas a la hora de prevenir el afortunado e inevitable crecimiento del conocimiento humano de este país?”.
Fahrenheit 451 ya está aquí, según Baker. Pero ni siquiera, parece, hay un fuego para apagar. Y es difícil que una becaria de la Casa Blanca vaya a regalarle Double Fold a un presidente llamado George W. Bush.