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El sermón de la montaña

The Fourth Hand, la “Nueva Novela de John Irving”, es un acontecimiento literario, sobre todo por la inesperada superficialidad de un relato que parece pensado desde el vamos para su adaptación cinematográfica y el escándalo ligero.

Por Rodrigo Fresán

Se sabe que John Irving (1942, New Hampshire) es, antes que nada y que nadie, un escritor de principios. Sus entrevistas suelen leerse como los pronunciamientos de un Moisés literario recién bajado de la montaña con las instrucciones para su uso todavía frescas y calientes. “Serás entretenido por encima de todas las cosas”, “No tendrás miedo a los sentimientos y emociones”, “Evitarás lo autobiográfico”, “Preferirás lo clásico a lo novedoso” suelen ser sus leyes que, recurrentes, aparecen una y otra vez en su discurso teórico y se ven más que reflejadas en la práctica de sus novelas de aliento decimonónico y de latido desaforado. No es casual, supongo, que uno de los sites que le han dedicado se llame John Irving Is God. Ahí están sus indiscutibles obras maestras: El mundo según Garp, Las reglas de la casa de la sidra, Oración por Owen y las primeras y deslumbrantes doscientos y pico de páginas de Una mujer difícil: entretenidos, emotivos hasta el llanto, poco autobiográficos, clásicos de formato e inequívocamente irvinguianos. Es decir: amparados y dedicados a los sólidos fantasmas de Dickens, Hardy, Thackeray y Trollope. Lo que no quita que, ahora, en su última novela, John Irving –como todo buen creyente fundamentalista– se haya dado el lujo de regalarse una jornada de disipación y pecado porque, ¿si no se cae en la tentación, entonces cuál es la gracia de ser fiel?

Las malas noticias
Ah, la trascendencia de los números redondos y para muchos seguidores de este autor –basta comprobarlo con darse un paseo por la sección de opiniones de usuarios de la librería virtual Amazon.com–, la novela número 10 de Irving es un libro de décima. Un libro que ya desde sus exiguas poco más de trescientas páginas con letra grande (para los formatos que suele manejar Irving) empieza traicionando todos y cada uno de los postulados del escritor que hace poco se ganó un Oscar al mejor guión adaptado de una novela propia.
The Fourth Hand –”La cuarta mano”, libro que Tusquets Editores se propone editar hacia la primavera– no es algo tan terrible pero, sí, un tanto desconcertante. No hay sagas familiares, no se abarcan varias generaciones de hombres, mujeres y conflictos (“el poder de una novela está estrictamente relacionado con el paso del tiempo de esa novela”, afirmó en alguna ocasión Irving), no se persigue ningún Grial –aunque, hay que decirlo, se es entretenido por encima de todas las cosas–. La novela narra el sufrido tránsito de un antihéroe más cercano al humor negro de Bruce Jay Friedman que a la voluntad epifánica de Irving: el conductor de noticiero Patrick Wallingford –luego de que un león le comiera una mano en vivo y en directo desde la India– se convierte en una especie de broma macabra viviente. Wallingford se hace famoso como “el tipo del león” y es el encargado del segmento de las pésimas noticias de su programa. Wallingford –hasta entonces irresistible para las mujeres y a partir de entonces apenas muy atractivo– sufre bastante, lleva el asunto con cierta elegancia y vive como una especie de zombie de luxe hasta que recibe el trasplante de una mano y, con ella, el amor un tanto extraño de la viuda del donante. Así empieza. Después sigue. Y por el camino, Irving –más contemporáneo que nunca– nos ofrece su visión sobre el estado de las cosas, el horror vacui norteamericano, el espanto de los reality shows, la muerte de John Kennedy Jr. como espectáculo y la condena de cierto tipo de celebridad apareciendo, por primera vez, casi como un personaje más a partir de una voz omnisciente que va tirando de los hilos de una trama (la más curiosamente deshilvanada de todas las de Irving, al punto de incluir un viaje a Japón que, una vez superado, descubrimos que no tiene el menor sentido) mientras explica los cómo, los porqués y –lo más importante de todo– los porqué no. Y al que no le guste que se vaya.

Información de último momento
Así, The Fourth Hand –que curiosamente ha gustado más a la crítica inglesa que a la norteamericana– es una novela sobre un freak a la vez que un libro freak dentro de la obra de Irving. No desconcierta tanto su prosa (que por momentos se antoja inesperadamente apresurada en comparación a cualquier otra novela del autor de El hotel New Hampshire) como sus intenciones y –voluntarias o no– sus filias: en The Fourth Hand aparece una y otra vez la sátira apocalíptica que marca a fuego la estética de Kurt Vonnegut (quien fuera y sigue siendo maestro de Irving), salpicada por ese misticismo de superficie de Douglas Coupland, combinados con la picaresca sexópata del Philip Roth más ligero y, a la vez (buen ejemplo son esos párrafos acerca de cómo utilizar un muñón entre las piernas de una mujer), con ganas de escandalizar fácil.
Una última y destacable particularidad: The Fourth Hand –a diferencia de lo que suele ocurrir con los libros de Irving– se lee sin problemas de una sentada. Como si se estuviera viendo una película. La intención de celuloide veloz se hace todavía más manifiesta cuando, en la página de las dedicatorias, nos encontramos con los nombres del productor Richard Gladstein y el director Lasse Hallström, responsables junto a Irving del film The Cider House Rules (y del Oscar ya mencionado), que acaban de anunciar firma de contrato para llevar The Fourth Hand al cine, otra vez, con el autor adaptando su propia novela. No se ha revelado aún el reparto pero –no sé por qué, tal vez me esté volviendo loco– desde las primeras páginas de The Fourth Hand yo no pude evitar leer a Patrick Wallingford con el rostro –tan de hombre de las noticias, de las malas noticias– de Greg Kinnear.
Seguiremos informando.