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EL EXTRANJERO

THE FLANEUR: A STROLL
THROUGH THE PARADOXES OF PARIS
Edmund White
Bloomsbury
Londres, 2001
212 págs. 9,99 L

Edmund White (Cincinatti, 1940) ha probado ser el escritor gay que mejor ha sabido equilibrar su condición de hombre “de género” con su más que justificada ambición literaria. Menos iniciático que Leavitt, menos decadente que Hollinghurst, menos transgresor que Cooper, menos chispeante que Gurganus y menos epifánico que Cunningham, a lo largo de los años se las ha arreglado para explorar lo mejor de todos los mundos y salirse con la suya consagrándose como “el Gay Writer” de la literatura en inglés. Así, sus ficciones simbolistas (Forgetting Elena, Nocturnes for the King of Naples y Caracole) impresionaron nada menos que a Nabokov; la trilogía histórica y casi autobiográfica sobre la condición homosexual, los disturbios de Stonewall y la furia del sida (A Boy’s Own Story, The Beautiful Room is Empty y The Farewell Simphony) empieza siendo salingeriana para acabar redondeando el más logrado bildungsroman gay, abarcando los años que van desde los cincuenta hasta ahora mismo y a la que hace poco se sumó la magnífica y crepuscular The Married Man, una de las grandes novelas “de amor” de los últimos tiempos, donde el virus es el tercer lado de un triángulo amoroso. Por el camino y, mientras tanto, White escribió libros de viajes, ensayos (recopilados en The Burning Library, donde destacan entrevistas y semblanzas de Capote, Passolini, Isherwood, Burroughs, Williams y Mapplethorpe), los cuentos de Skinned Alive y una enorme y laureada biografía de Jean Genet, así como una breve e igualmente atendible biografía de Marcel Proust. Una biografía de White firmada por Stephen Barber –Edmund White: The Burning World– acabó de afirmar la figura de este norteamericano que hace años que vive en París, metrópoli a la que le rinde homenaje en su nuevo libro.
The Flâneur inauguró a principios de año la colección The Writer and the City para la que la editorial inglesa Bloomsbury apareará “ocasionalmente” (acaba de aparecer 30 Days in Sidney del australiano Peter Carey) a tal escritor con tal ciudad. A no confundirse: no se trata de guías de turismo exhaustivos sino travelogues íntimos (donde se puede encontrar la contraseña para llegar al mejor sashimi o la mejor librería), que no por eso rechazan la compañía del turista accidental dispuesto a compartir las pasiones y obsesiones de quien pone su nombre en la tapa. Así, The Flâneur equivale al privilegio de ser invitado a una caminata por la ciudad y las pasiones de Edmund White donde se celebra la condición “caminante” del Viejo Mundo, se condena el espíritu “motorizado” de los Estados Unidos, se invocan los venerables fantasmas con tracción a sangre de Balzac, Colette, Beckett, Baudelaire, Baker, Sartre, Breton, Baldwin (y siguen los paseantes) y –en el largo capítulo cinco– se ordena una reveladora historia gay de la Ciudad Luz y de sus más célebres flâneurs –para White todo gay es un flâneur– viviendo y muriendo en un París en el que, en el principio, ahora y siempre, es el Verbo. Y el Verbo es Caminar.

Rodrigo Fresán

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