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Por María Moreno
Truman no tiene nada que ver con el presidente Truman, algo con Truman’s show, mucho con un chiste (suena como hombre de verdad), pero muchísimo más con Truman Capote, ese que se decía un homosexual, un drogadicto, un genio pero ¡ay! no un santo. En homenaje a la gran loquesa, coleccionista de asesinos seriales y maledicencias ya canónicas aunque fueran ignoradas por el arte del insulto elogiado por Borges, se abrió una librería bistro-café concert temático. Queda en Serrano 1148 (Tel. 47 76 23 49), pertenece a Juan Marini y funciona desde las diez de la mañana hasta que la última pareja de veinte minutos deje de apretar en uno de los sofás del living. El tema del lugar es el erotismo pero con guiño especial a gays y lesbianas. Razón por la cual está lleno de héteros, ya sea porque les gusta lo otro, como decía el poeta Osvaldo Lamborghini, o porque se hacen los que leen de todo. La librería tiene todos los libros que figuran en este suplemento, casi todas las imperdibles obras de Eduardo Mendicuti, clásicos de la teoría queer y feminista, novelitas de chicas que aman a las chicas y de chicos que aman a los chicos de la editorial española Egales, libros de fotos a precios accesibles, obras de autores y autoras que no hablan de eso pero que son (escrache light). Por 12 $ la chef Jodie ofrece, a partir de los jueves, una cena con entrada, plato principal y postre donde las estrellas son la terrina de atún, el pollo a las hierbas, el puchero (va los jueves y acompañado con cuentos eróticos) y la mousse de higos. El mozo se llama Gabriel y es falso: en realidad es un actor que con cada aparición ejecuta personajes diferentes, desde una mujer manca hasta Cándida pasando por una princesa rusa exiliada que se ha visto obligada a servir, debido a la maldición de la historia. El trago A sangre fría no es un bloody Mary sino una euforizante mezcla de vodka con frutilla. En octubre Truman empezará su programa de autobiografías orales bajo el título La razón de mi vida. Truman es lo contrario a salir del armario: es entrar a un lugar propio, una suerte de posta entre la disco y el éxtasis, adonde comer rico, comprar un divertimento a compartir -pronto habrá juguetitos lascivos– y hacerse ojitos. Truman tiene textos capciosos en los lugares más increíbles. Por ejemplo, en una factura que hay pinchada, sobre una pila, junto a la caja, se lee al pie: “para los transportistas: son tres bultos”.

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