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MUESTRA
Imágenes
del páramo
Se
exponen en México las fotos de Juan Rulfo, que se revelan en fuerte sintonía
con su literatura hecha de voces y silencios.
Por
Jonathan Rovner, desde México
Desde Blow up (o sea, desde Cortázar y Las babas del
diablo) o, si se quiere, desde Walter Benjamin, es sabido que toda
fotografía encierra un relato. Lo esconde o lo revela, cataliza
algo del orden de la aparición, algo espectral que puede verse
en esa presencia muda e inmóvil, pero que sin embargo dice y hace.
Habitada de fantasmas, de voces y silencios, la fotografía conversa
con la literatura y por lo general no puede más que hablar de una
sola cosa: el tiempo. Al menos, eso parece ser lo que ocurre cuando el
escritor toma las fotos, o el fotógrafo la pluma. O eso es, de
hecho, lo que le ocurrió a Juan Rulfo entre 1940 y 1950.
La vida de lo inanimado, el bullicio de lo que ya no habla, así
como esa polifonía de ultratumba en Pedro Páramo, pueblan
las fotos de Rulfo, dejando a los personajes de carne y hueso en segundo
plano, como impávidos testigos de un desierto que les habla, esta
vez, a sus espectadores.
Voces y silencios se llama la muestra e incluye textos manuscritos, documentos,
videos y objetos personales del escritor mexicano, así como las
105 fotografías en blanco y negro que tomó por el interior
de la República y la capital.
El universo rulfiano, dicen, se plasmó en este primer manuscrito
hecho de luz. Y ciertamente se trata de la misma poesía que recorre
la prosa en Pedro Páramo y en El llano en llamas, la que se deja
ver en estas fotos desoladoras. Como escribe Mercedes Iturbe a propósito
de la muestra: Pareciera que primero recogió con la pupila
esos parajes secos, arrebatados al mundo de los muertos. O como
dice Carlos Fuentes en Formas que se niegan a ser olvidadas: No
podemos disociar las figuras rulfianas de un saberse mortal que consiste
en reclamar una parcela de inmortalidad.
Fotografía y literatura, una vez más, hablando de la muerte.
Sólo que en Rulfo el tema se aborda desde el recuerdo de algunos
fantasmas y viejos aparecidos. Una foto, por ejemplo. Un paisaje de pueblo
en la montaña. En foco, unos atriles de pie, junto a unos instrumentos
apoyados en el suelo. Más allá, más abajo y más
borrosas, las cabezas de los músicos reunidos. Otra, los muñecos
de Judas para el sábado de Gloria. Cuatro veces el tamaño
de una persona y menos de la mitad de su peso, destinados al fuego de
artificio en la fiesta de San Judas. En el cordón de la vereda,
sentaditos como perros, los humanos. Como si la vida debiera retratarse
en segundo plano; como si primero estuviera la otra vida, la de más
allá.
Entre imágenes y textos la mirada de Rulfo articula un universo
en el que las dimensiones se cruzan. Un espacio semidesértico,
un tiempo aparentemente detenido, voces que iluminan y sombras que hablan.
Carretas vacías remoliendo el silencio de las calles. Perdiéndose
en el oscuro camino de la noche. Y las sombras. El eco de las sombras.
A diferencia de lo que normalmente ocurre, no es el texto quien viene
a explicar la imagen sino a la inversa. Esas horas están llenas
de espantos. Si usted viera el gentío de ánimas que andan
sueltas por la calle... Presencias animadas en el espacio alguna
vez habitado, las ruinas y las casas como abandonadas, son los personajes
favoritos de una obra que se revela unívoca, a través de
los distintos materiales con que se manifiesta. La muestra fotográfica
se deja emplear casi como una bitácora de su narrativa. Y
las paredes parecían destilar los murmullos como si se filtraran
de entre las grietas... Por la puerta se veía el amanecer en el
cielo. No había estrellas. Sólo un cielo plomizo aún
no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz parada, como si no fuera
a comenzar el día, sino como si apenas estuviera llegando el principio
de la noche.
Entre el vasto catálogo de actividades que incluye la muestra,
podrán verse la versión fílmica de Pedro Páramo,
de Carlos Velo, las películas del hijo de Rulfo, Juan Carlos. Además
de conferencias, mesas redondas, conciertos y hasta una coreografía
inspirada en la obra rulfiana.
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