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EDITORIALES

Hecho a mano

Pedro del Carril, el díscolo hijo de una familia de editores, cuenta cómo consiguió sostener el sello independiente Salamandra cuando la editorial Emecé pasó a formar parte del gran grupo Planeta.

Por Natalia Fernández Matienzo

¿Cómo fue el proceso por el cual Salamandra permaneció como sello independiente luego de la venta de Emecé a Planeta?
–En realidad, creo que adquirimos nuestra independencia mucho antes de cambiarnos el nombre. Empezamos en el año 1989 con Emecé España, filial de Emecé Argentina, en Barcelona. A partir de 1992 pusimos en marcha un programa autónomo, que no dependía en absoluto de la casa argentina. En ese sentido, Emecé siempre nos dio total libertad, porque podíamos publicar lo que quisiéramos y elegir los autores que nos vinieran en gana, mientras no le costáramos dinero a la casa matriz. Cuando se produjo la venta de Emecé a Planeta, en el año 2000, nos dieron la oportunidad de quedarnos con la filial española. Llegamos a un acuerdo y ahora la filial nos pertenece por completo a Sigrid Kraus y a mí. El único inconveniente fue que teníamos que cambiarnos el nombre, aunque siguiéramos disponiendo de los autores que nos pertenecen y tengamos el mismo número fiscal. Sin embargo, un cambio de nombre no es algo para tomarse a la ligera desde el punto de vista comercial. Así que nos rebautizamos Salamandra, por toda la carga mítica que tiene el animal y por su significado: la supervivencia a todas las calamidades, y sobre todo al fuego, atributo que a un libro no le viene nada mal. Teníamos un temor bastante fundamentado: durante ocho años habíamos tratado de establecer una marca, que se nos reconociera como una editorial seria que publica cosas interesantes. La transición del nombre, a pesar de todo, fue mucho mejor de lo que se esperaba. Tuvimos mucha suerte: 2001 fue una suerte de ensueño con el fenómeno Harry Potter, que fue creciendo hasta convertirse en algo colosal. Nos ganamos la lotería con eso, y cierto crédito a priori por parte de los libreros y el público. Además tuvimos tres autores en la lista de best-sellers en un año, lo que para una editorial independiente es muchísimo.
¿Cuál es la línea que persigue Salamandra?
–Pretendemos ofrecer un espíritu artesanal de edición. Somos una editorial pequeña, con pocas personas, donde los editores están completamente involucrados en el proceso editorial, desde que se adquieren los derechos hasta que el libro está en la calle. Todo pasa por nuestras manos y está íntegramente controlado y vigilado por nosotros. Por otro lado, el dinero que se pone en juego es el nuestro. No ocurre lo mismo con las grandes casas editoras, en las que la persona que sabe de libros no es la que hace la inversión (y viceversa). Nosotros no tenemos fortuna personal, mecenas, patrocinadores ni nadie que nos transfiera recursos financieros. Esto nos obliga a realizar un trabajo muy concienzudo. Además, estamos condenados a buscar autores nuevos: no podemos ir a robarle el autor famoso a nadie, porque son muy caros. Y tampoco es nuestra intención. Nosotros queremos descubrir autores buenos y darlos a conocer. Sabemos que si luego se vuelven demasiado famosos seguramente los perderemos y se irán a otras editoriales. Seleccionamos lo más prestigiosos de cada cultura y lo sacamos al mercado. Nuestro perfil pasa precisamente por seleccionar mucho, publicar poco, cuidar mucho la línea para que nunca haya un proceso de decepción. Que el librero sepa positivamente que los libros de Salamandra, en general, son interesantes. Digo en general porque uno se equivoca a veces y publica un libro que no le interesa a nadie.
Consolidados nuevamente en España, tomaron la decisión de exportar sus productos a Argentina. Considerando la situación actual del país, ¿qué fue lo que los determinó a arriesgarse?
–El mercado argentino es importantísimo a pesar de que parece que el país está por caerse del mapa. Todo es relativo en esta vida. Se viene abajo, pero tiene grandes lectores. Vinimos para darnos a conocer a los principales medios de comunicación, para que sepan qué queremos hacer, cuál era el perfil de la editorial. Así cuando lleguen los libros amediados de marzo, distribuidos por Riverside, la gente sabrá por lo menos a qué atenerse. El momento no tiene nada de oportuno, pero queremos creer que Argentina un día saldrá de las cenizas y se transformara en el país que debe ser. Confiamos en que, con el tiempo, los lectores argentinos confiarán en nosotros. Ése es nuestro objetivo. La confianza y la credibilidad es la base del editor pequeño.

 

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