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Depeche Mode
y The Orb, como si nada hubiera pasado
Guardia
Vieja
La
edición de Exciter, el nuevo disco de DM, y la primera visita de
The Orb (junto con la aparición de Cydonia, también), coinciden
en la misma semana porteña. Ideal para pensar cómo se las
arreglan, veteranos y bien curtidos, para ser los viejitos piolas
del tecno perdido. O superado, que parece la forma más correcta
de entender este momento que viven.
POR
PABLO PLOTKIN
En
1986, cuando Depeche Mode editaba su primer gran disco (Black Celebration),
Alex Paterson instalaba sus bandejas y máquinas en las noches de
acid house que Paul Oakenfoald organizaba en la infernal Heaven de Londres.
Durante esos días en que Dave Gahan, Martin Gore y el resto inventaban
el tecno de estadios, el autodenominado Doctor Paterson tramaba
The Orb y conjuraba la fundación del ambient house. Pasaron quince
años desde entonces, DM y Orb pueden contarse sin complejos entre
los artistas más decisivos de la música electrónica
de las últimas dos décadas, y aquí vienen de nuevo
con dos discos preocupantemente aburridos y de un conservadurismo estético
asombroso.
El Exciter de Depeche parece diseñado para perfeccionar a Gore
en el oficio de compositor adulto de sobrias baladas electrónicas,
con la voz de Dave haciendo todo lo posible por remontar la cosa a mejores
tiempos. Pero las canciones están a varias galaxias de los días
de elegante euforia de 101 (el doble en vivo de 1989) y no llegan ni a
las rodillas del oscurantismo anímico de Songs of Faith and Devotion,
aquel disco de 1993 grabado antes de que todo se fuera al carajo y un
Dave Gahan hiperdrogado se cortara la venas en una habitación del
hotel Sunset Marquis, justo a mitad de camino del Viper Room en
cuya puerta River Phoenix murió de una sobredosis y el Chateau
Marmont, donde John Belushi había hecho algo parecido algún
tiempo atrás. Ah, Los Angeles...
Lo que el espíritu busca/ la mente procurará./ Cuando
el cuerpo habla/ todo lo demás es vacío, escribe Gore
y canta Gahan en When the body speaks, una de las declaraciones
orgánicas más solemnes de esta nueva música new age,
todo adornado con cuerdas en medio de una lírica que, traducida
al castellano, resulta un poco embarazosa. Los climas orgánicos
también se repiten en Cydonia, el primer disco nuevo de The Orb
en cuatro años (entretanto se editó el recomendable compilado.acceso-inmediato
U.F. Off). Aquí el problema tal vez no sea de Alex Paterson y sus
escurridizos colaboradores (esta vez están el coproductor Andy
Hughes, el remixer Jimi Cauty, la cantante japonesa Aki ex Freaky
Realistic y la también cantante Nina Walsh) sino de todo
el tiempo que pasó desde principios de los 90 y la multitud
de clones que jugaron a ser el Brian Eno de la cuadra en una especie de
absurdo concurso de aburrimiento. Tal vez por eso Cydonia suene lánguido
y algo intrascendente: porque la imagen de Paterson se reflejó
(distorsionada) tantas veces y en tantos lugares (incluyendo en Buenos
Aires), que a esta altura el mundo parece esperar la segunda invención
de Alex. Pero no. Al menos por ahora, Paterson prefiere recostarse en
los samples y dejar que su música viaje a la velocidad de la brisa,
inyectándoles sonidos selváticos a bases robóticas
que funcionarían como banda de sonido de lujo en cualquier especial
de Animal Planet.
Tiempos
viejos
En la primera mitad de los 80, los Depeche Mode usaban peinados
graciosos, se maquillaban sutilmente, salían en las revistas para
chicas y cantaban People are people en el programa de televisión
Top of the Pops. En los primeros años de los 90,
The Orb también tuvo su momento Top of the Pops; pero
Paterson y sus compañeros de laboratorio salieron vestidos con
trajes espaciales blancos, activaron la máquina y en vivo
y en directo se pusieron a... jugar al ajedrez. A mediados de los
80, DM se convertía en gigante transatlántico gracias
a hits fría y magistralmente calculados como Strangelove
y Just cant get enough, piezas de relojería tecnopop
que cobran sentido profético con el título Music for the
Masses (de 1987, año en que Depeche confirma la perfecta autonoción
de su plan maestro). Bueno, pienso que está bien decir que
Depeche Mode salió de una combinación de grupos de finales
de los 70, junto con una ética punk. Y por eso creó
este híbrido de canciones pop con abordaje electrónico y
casi anti-rock, explicó el entonces tecladista Alan Wilder
en tiempos de Ultra (1997), el disco que documentó la supervivencia
de Gahan.
Los singles de The Orb siempre tuvieron menos aptitudes radiales que los
de DM. En 1992, mientras el efecto Violator todavía hacía
volar al grupo de Basildon, Paterson provocó un pequeño
acto de terrorismo en la música pop: logró colarse en el
top ten británico con el tema Blue Room, cuya versión
original duraba 39 minutos y 59 segundos. Un segundo menos del límite
de duración de singles dispuesto por vaya a saber qué ente
regulador de ese tipo de cosas. Con Blue Lines, Massive Attack le
hizo al hip hop precisamente lo mismo que The Orb le estaba haciendo al
acid house y lo que Screamadelica (de Primal Scream) estaba a punto de
hacerle al rocknroll, escribió el periodista
Desmond K. Hill. Así es como Depeche y The Orb se ganaron dos lugares
bien distintos en el cielo de la música moderna: traductores populares
tecno, y transformadores del ritmo electrónico más importante
de la última década y media (el house).
Alguna vez, Gore confesó avergonzarse de los primeros años
de DM. Con la conversión de los 90 (un sonido más
rockero), los discos sombríos y el estado de melancolía
permanente, la banda recibió con altura los años de madurez
pero, en el caso de Exciter, las canciones no tienen el encanto suficiente
para acomodarse en la categoría de clásicos. Algo parecido
sucede con Cydonia, que es un disco ideal para poner de fondo, mucho menos
empalagoso que Exciter y con pasajes de buena y sencilla psicodelia, pero
naturalmente incapaz de emocionarte. Aunque la cuestión no sea
irreversible, en el 2001 DM y The Orb no parecen tener más fundamentos
que sus nociones estéticas patentadas. Podría ser un modo
de exoneración artística, pero tratándose de
músicos cuya máxima virtud siempre fue cierta propensión
revolucionaria la repetición de las viejas ideas, debilitadas
por el paso del tiempo, parece ser la peor decisión posible.
The
Orb y Richard Fearless serán los invitados extranjeros de lujo
en el Otoño Hot Festival, que se concretará este sábado
a partir de las 15 en el Club Hípico Argentino (Figueroa Alcorta
7285). Los horarios nocturnos son: Willy Crook (20.15), Turf (20.45),
Babasónicos (21.15), The Orb (22.15), Fearless (0.30), Jeff K (1.45),
Urban Groove (2.45), Germán Rovira (3) y Romina Cohn (4). Antes
estarán Juana Molina, Sergio Pángaro & Baccarat, DDT,
A Tirador Láser, Diego Ro-K, Carla Tintoré y Dr. Trincado.
Ricardo
sin miedo
Nació en Zambia, colecciona juguetes de
plástico berreta y una vez jugó al golf a medianoche en
Clapham Common sin más iluminación que el foco de un casco
de minero que lo guiaba. No ayudó. Perdió 48 bolas.
Así empieza la biografía oficial de Richard Fearless según
el lujoso sitio de un fan de Death in Vegas. Lo que Fearless viene a hacer
al Otoño Hot Festival no le es en absoluto extraño: durante
años fue discjockey residente en la disco inglesa Heavenly Social,
y en cada receso de la banda aprovecha para viajar por el mundo y pinchar
discos como lo hará este sábado en el Club Hípico.
Richard diseñó la imagen (trabaja en el arte de tapa de
sus álbumes y hasta en los afiches de promoción) y el sonido
de la criatura: breakbeat, dub, la cultura pop norteamericana de los 60,
hip hop, la fragmentación, la avant garde neoyorquina... Todo quedó
claro en Dead Elvis, el debut del dúo (Fearless y su ex mano derecha
Steve Hillier), editado a principios de 1997. Dos años después,
con la incorporación de Tim Holmes en reemplazo de Hillier y las
estrellas invitadas Iggy Pop, Bobby Gillespie (Primal Scream) y Jim Reid
(ex Jesus & Mary Chain), Fearless grabó The Contino Sessions,
un disco de sonido claustrofóbico, sensible y paranoico (acorde
con la naturaleza del cerebro responsable) que está bien lejos
de sus sets como Dj. Holmes habla de su compañero y su relación
con las bandejas: Rich puede hacer un set de tecno de Detroit o
electro o dub o lo que sea. Y no hay razón para que la banda suene
parecida a la música que él pasa.
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