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Jueves 7 de Junio de 2001

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GAEL GARCIA BERNAL, EL ROSTRO INOLVIDABLE DE “AMORES PERROS”

EL PIBE TIGRE

Fue protagonista de la mejor película latinoamericana de la última década (sin exagerar). Ahora filmó para el debut de Fito Páez como director. Es la gran promesa del cine mexicano de proyección internacional, y comienzan a lloverle ofertas de todos lados, Hollywood inclusive. Sin embargo, conserva los pies sobre la tierra, piensa y actúa. Piensa y actúa...

POR JESUS RUIZ MANTILLA
EL PAIS DE ESPAñA

Ha llegado a Madrid y se ha partido la cara en un cuadrilátero, con guantes de boxeo contra su amigo y paisano Damién Bichir, actor mexicano, como él. “Sienta bien, te desahogas”, dice Gael García Bernal. El chico con ínfulas de boxeador tiene porvenir como peso mosca, con sus 22 años, 58 kilos y su 1,70 de estatura. Pero algunos apuestan más por él como futuro rostro profundo, enigmático y lleno de misterios del cine latinoamericano. Se lució en Amores perros: “Tenía claro que la primera película que iba a hacer en mi vida sería algo como Amores perros”, cuenta, como si su entrada en el cine fuese un flechazo con el arte, el riesgo, el cine mayor. El caso es que a raíz de su aparición como domador de canes de presa y apuestas, enamorado de su cuñada en la película de Alejandro González Iñárritu, se lo rifan.
Primero corrió el rumor de que Pedro Almodóvar le hizo pruebas para protagonizar el proyecto por ahora detenido de La mala educación. “Ya me enteré de que dicen eso, pero no sé de donde salió, no es cierto”, puntualiza. Luego llamó a su puerta Fito Páez para que protagonizara junto a Cecilia Roth la primera película de éste como director, Vidas privadas, historia intensa de amores imposibles, desaparecidos, reencontrados, frustraciones, espionajes íntimos. De ahí llega: “Sí, es una película muy fuerte, me tengo que reponer”, asegura. Y para salir del drama de Páez ha dicho sí a un caramelo que le ha puesto en la boca Agustín Díaz-Yanes, que quiere que el chico se ponga en medio de un ángel bueno y otro malo al que dan vida Penélope Cruz y Victoria Abril en Sin noticias de Dios. Por descontado él es el diablo en un rodaje que Díaz-Yanes ha retrasado para esperarle. “Es un diablo burocratizado, un concepto raro de Satanás. Si hay cielo e infierno, pues se supone que tiene que estar organizado de alguna manera, tiene que haber una administración. Existe Dios y por lo tanto debe haber alguien que maneje”, reflexiona con ese dejo de ‘guey’ (chabón, en mexicano callejero básico) o de personaje valleinclanesco trasladado al siglo XXI.
Cree en Dios el pibe, al que le sobra camiseta y talla de pantalón. “Mis padres son actores y ateos militantes. Yo trato de creer en el cielo y el infierno. Me divierte que sea tabú, algo sagrado. Por eso es una situación fantástica para hacer comedia, las mejores películas de risa salen en los funerales y los lugares solemnes.” Y sigue con sus padres. “A mí me divertía tener unos ‘papás’ tan raros, anárquicos, vivir sin horarios, eso ha hecho que todo lo vea más relajado, que el folklore sea para mí algo muy sexy, aunque claro, sin confundirlo con Ricky Martin.” El caso es que Gael se divierte de lo lindo, incluso con la teología: “Los mexicanos somos culturalmente cristianos, cargamos con la cruz y la usamos en nuestro beneficio. Mira, la Navidad o cualquier aniversario de un santo, son magníficas excusas para organizar una fiesta”. Como ven, gasta una retranca fresca que musita por esa boca en la que se ha pegado un bigote de mariachi. No es un chico al que se le pueda comparar con alguien de su edad en España, por ejemplo. Ha dejado el regazo de mamá hace ya tiempo. Conoce la tierra del Quijote porque a los diecinueve años se tiró tres meses recorriéndola con mochila. “Se come de maravilla”, resume del viaje. Pero no acabó ahí su huida. Vivó en Londres tres años y allí estudió interpretación en la Central School of Speech and Drama. “Es una escuela de actores pública en la que cada año entran 30 personas elegidas entre 3000 aspirantes”, relata. “Cuando entré, en mi barrio fue como si México hubiera ganado el Mundial.”
Allá ha aprendido grandes verdades. Él es consciente de que en sus ojos gatunos, azulados y metidos muy dentro del cráneo lleva una fuerza magnética especial para el cine. Pero avisa: “Yo soy de los que pienso, como decía Chaplin, que el actor comienza por los zapatos”. Ahora bien,cree que en los ojos se ve todo y todo se esconde. “Son un espejo, y es la única parte del cuerpo que no nos vemos. En cierto sentido, creo que todo en la vida funciona con los ojos y en el cine aún más, porque es raro que te tomen planos de los pies.”
Y es que el misterio de Gael García Bernal no es sólo animal. Parece bien estudiado, bien leído. El chico devora libros. No se corta al citar a Jorge Luis Borges, a Ernesto Sabato, a Homero, a Pascal, a Octavio Paz a Spinoza... Con ese bagaje no extraña que se exija a sí mismo fuego y que haya rechazado ofertas de Los Angeles: “Eran ‘gringadas’ superficiales, pero también he dicho que no a cosas vanguardistas latinoamericanas”, dice. El prefiere rendirse y apostar por películas que tengan el aroma de los clásicos que ve en las filmotecas, “desde Buñuel, Fellini, Godard y Truffaut a Billy Wilder o Jim Jarmusch”, recita. Es su secreta preparación para la madurez. “Cuando tenga más experiencia me gustaría dirigir cine y teatro, ahora es absurdo, todavía no tengo nada interesante que contar.”
Por ahora se marcó el camino con los citados Páez, Díaz Yanes y González Iñarritu, pero también hizo una comedia con Alfonso Cuarón, Y tu mamá también, se ha convertido en un joven Che Guevara en Fidel, de David Atwood, también aparece en una historia corta con Ben Gazzara y Julie Christie, I’m with Lucy, y espera hablar de Buñuel, largo y tendido junto a Paco Rabal en el próximo rodaje ¿de quién? de El crimen del padre Amaro. Es sólo el comienzo.