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GAEL
GARCIA BERNAL, EL ROSTRO INOLVIDABLE DE AMORES PERROS

EL
PIBE TIGRE
Fue
protagonista de la mejor película latinoamericana de la última
década (sin exagerar). Ahora filmó para el debut de
Fito Páez como director. Es la gran promesa del cine mexicano
de proyección internacional, y comienzan a lloverle ofertas
de todos lados, Hollywood inclusive. Sin embargo, conserva los pies
sobre la tierra, piensa y actúa. Piensa y actúa...
POR JESUS RUIZ MANTILLA
EL
PAIS DE ESPAñA
Ha
llegado a Madrid y se ha partido la cara en un cuadrilátero,
con guantes de boxeo contra su amigo y paisano Damién Bichir,
actor mexicano, como él. Sienta bien, te desahogas,
dice Gael García Bernal. El chico con ínfulas de boxeador
tiene porvenir como peso mosca, con sus 22 años, 58 kilos
y su 1,70 de estatura. Pero algunos apuestan más por él
como futuro rostro profundo, enigmático y lleno de misterios
del cine latinoamericano. Se lució en Amores perros: Tenía
claro que la primera película que iba a hacer en mi vida
sería algo como Amores perros, cuenta, como si su entrada
en el cine fuese un flechazo con el arte, el riesgo, el cine mayor.
El caso es que a raíz de su aparición como domador
de canes de presa y apuestas, enamorado de su cuñada en la
película de Alejandro González Iñárritu,
se lo rifan.
Primero corrió el rumor de que Pedro Almodóvar le
hizo pruebas para protagonizar el proyecto por ahora detenido de
La mala educación. Ya me enteré de que dicen
eso, pero no sé de donde salió, no es cierto,
puntualiza. Luego llamó a su puerta Fito Páez para
que protagonizara junto a Cecilia Roth la primera película
de éste como director, Vidas privadas, historia intensa de
amores imposibles, desaparecidos, reencontrados, frustraciones,
espionajes íntimos. De ahí llega: Sí,
es una película muy fuerte, me tengo que reponer, asegura.
Y para salir del drama de Páez ha dicho sí a un caramelo
que le ha puesto en la boca Agustín Díaz-Yanes, que
quiere que el chico se ponga en medio de un ángel bueno y
otro malo al que dan vida Penélope Cruz y Victoria Abril
en Sin noticias de Dios. Por descontado él es el diablo en
un rodaje que Díaz-Yanes ha retrasado para esperarle. Es
un diablo burocratizado, un concepto raro de Satanás. Si
hay cielo e infierno, pues se supone que tiene que estar organizado
de alguna manera, tiene que haber una administración. Existe
Dios y por lo tanto debe haber alguien que maneje, reflexiona
con ese dejo de guey (chabón, en mexicano callejero
básico) o de personaje valleinclanesco trasladado al siglo
XXI.
Cree en Dios el pibe, al que le sobra camiseta y talla de pantalón.
Mis padres son actores y ateos militantes. Yo trato de creer
en el cielo y el infierno. Me divierte que sea tabú, algo
sagrado. Por eso es una situación fantástica para
hacer comedia, las mejores películas de risa salen en los
funerales y los lugares solemnes. Y sigue con sus padres.
A mí me divertía tener unos papás
tan raros, anárquicos, vivir sin horarios, eso ha hecho que
todo lo vea más relajado, que el folklore sea para mí
algo muy sexy, aunque claro, sin confundirlo con Ricky Martin.
El caso es que Gael se divierte de lo lindo, incluso con la teología:
Los mexicanos somos culturalmente cristianos, cargamos con
la cruz y la usamos en nuestro beneficio. Mira, la Navidad o cualquier
aniversario de un santo, son magníficas excusas para organizar
una fiesta. Como ven, gasta una retranca fresca que musita
por esa boca en la que se ha pegado un bigote de mariachi. No es
un chico al que se le pueda comparar con alguien de su edad en España,
por ejemplo. Ha dejado el regazo de mamá hace ya tiempo.
Conoce la tierra del Quijote porque a los diecinueve años
se tiró tres meses recorriéndola con mochila. Se
come de maravilla, resume del viaje. Pero no acabó
ahí su huida. Vivó en Londres tres años y allí
estudió interpretación en la Central School of Speech
and Drama. Es una escuela de actores pública en la
que cada año entran 30 personas elegidas entre 3000 aspirantes,
relata. Cuando entré, en mi barrio fue como si México
hubiera ganado el Mundial.
Allá ha aprendido grandes verdades. Él es consciente
de que en sus ojos gatunos, azulados y metidos muy dentro del cráneo
lleva una fuerza magnética especial para el cine. Pero avisa:
Yo soy de los que pienso, como decía Chaplin, que el
actor comienza por los zapatos. Ahora bien,cree que en los
ojos se ve todo y todo se esconde. Son un espejo, y es la
única parte del cuerpo que no nos vemos. En cierto sentido,
creo que todo en la vida funciona con los ojos y en el cine aún
más, porque es raro que te tomen planos de los pies.
Y es que el misterio de Gael García Bernal no es sólo
animal. Parece bien estudiado, bien leído. El chico devora
libros. No se corta al citar a Jorge Luis Borges, a Ernesto Sabato,
a Homero, a Pascal, a Octavio Paz a Spinoza... Con ese bagaje no
extraña que se exija a sí mismo fuego y que haya rechazado
ofertas de Los Angeles: Eran gringadas superficiales,
pero también he dicho que no a cosas vanguardistas latinoamericanas,
dice. El prefiere rendirse y apostar por películas que tengan
el aroma de los clásicos que ve en las filmotecas, desde
Buñuel, Fellini, Godard y Truffaut a Billy Wilder o Jim Jarmusch,
recita. Es su secreta preparación para la madurez. Cuando
tenga más experiencia me gustaría dirigir cine y teatro,
ahora es absurdo, todavía no tengo nada interesante que contar.
Por ahora se marcó el camino con los citados Páez,
Díaz Yanes y González Iñarritu, pero también
hizo una comedia con Alfonso Cuarón, Y tu mamá también,
se ha convertido en un joven Che Guevara en Fidel, de David Atwood,
también aparece en una historia corta con Ben Gazzara y Julie
Christie, Im with Lucy, y espera hablar de Buñuel,
largo y tendido junto a Paco Rabal en el próximo rodaje ¿de
quién? de El crimen del padre Amaro. Es sólo el comienzo.
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