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Jueves 12 de Julio de 2001

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Las increíbles aventuras de Argies por el viejo y rico mundo

Argies en el Muro de Berlín, nada menos.Pasaron casi tres meses girando por España, Francia, Holanda, Suiza, Italia, Portugal, Austria, Alemania, Croacia, Polonia, Eslovenia, Rumania, República Checa y Hungría. Todo les salió bien: pudieron tocar, les pagaron alojamiento y comida, los trataron bien. Por supuesto, quieren volver.

POR MARIANA ENRIQUEZ

Cincuenta shows en 80 días, a través de 15 países de Europa. Argies lo hizo: fue, claro, la gira más larga e intensa de una banda punk con más de 15 años de carrera, que acaba de editar un nuevo CD titulado La frontera. Y todavía, dice Gustavo Pankozo (guitarra), están impresionados: todo les salió bien, nunca se les cayó una fecha. Siempre les pagaron. Siempre tuvieron casa y comida. Organizaron la gira con seis meses de anticipación, fundamentalmente por contactos vía e–mail, y nadie les falló. Vendieron discos y merchandising. En fin, comprobaron que Europa es otro planeta.
Hacían shows día por medio, y viajaban en una camioneta que alquilaron en España. Obviamente no tuvieron tiempo de hacer turismo, aunque se tomaron algunos días libres para visitar cosas que ni siquiera sabían que existían, como una gruta dentro de las montañas en Postonia (Croacia) que, según Gustavo, “valió todo el viaje”. La gira incluyó países de Europa Occidental como España, Francia, Holanda, Suiza, Italia, Portugal, Austria y Alemania, pero también otros menos visitados como los de la ex Cortina de Hierro: estuvieron en Croacia, Polonia, Eslovenia, Rumania, República Checa y Hungría. “Nadie quiere ir a tocar al Este, porque no pagan, te dan una especie de viático”, explica Gustavo. “Pero si tenemos que estar de acuerdo con el espíritu punk no podemos pensar en guita. Lo que más nos sorprendió fue lo cómodos que nos sentimos. Teníamos muchas más cosas en común que con Occidente. La verdad es que esos países me recordaron mucho a la Argentina. Rumania, que es el país más pobre, hasta se parece geográficamente a nuestra pampa. Es raro.” En Polonia, sigue contando, la adhesión del público fue sorprendente. “Son más efusivos que acá, y eso es mucho decir. Además uno piensa, sin saber nada de ellos, que viven escuchando folklore o vaya a saber qué y nada que ver, están súper organizados y conocen un montón sobre punk.” Los Argies fueron abiertos a descubrir el Este, y no tardaron en caer en la cuenta de que “están muy contentos con la caída del comunismo, cosa que desde acá, con otras ideas en la cabeza y a lo mejor mucho de preconcepto, cuesta entender. Quiero decir, uno va con una mentalidad anticapitalista, pero los pibes y la gente en general no quieren más comunismo, están hartos de ese marxismo. Fue una experiencia muy mala para ellos, que asocian con la privación de la libertad”. Argies se convirtió en la primera banda americana que toca en Europa del Este. “Pocos llegan hasta allá. Nosotros quisimos dar ese paso. Con los contactos que hicimos, hasta tenemos la posibilidad de ir a Malasia. Queremos entrar cada vez más profundamente en Oriente.”
En Austria y Alemania, además, se encontraron con un fenómeno extraño, por lo menos a los ojos latinoamericanos: los punks ricos. “El punk alemán se compra tres compacts y una remera. Le sobra para chupar, además. En Austria vendíamos 30 compacts por noche. Supuestamente el punk es una persona desclasada que se comunica a través de la música, pero allá no es así. A nadie se le ocurre colarse en un show o manguear en la puerta, porque todos tienen plata. Hasta en Croacia, durante un show, sacaron a un pibe que estaba bardeando y le devolvieron la plata de la entrada.”
En la escena punk europea, explica Gustavo, la gente vive de la música, y se lo toma como un trabajo. “Es impresionante como se venden fanzines. En Europa terminamos de caer que esto es un laburo. Yo tengo casi 30 años, no me lo puedo tomar, ni me lo quiero tomar, como un hobby. Allá nos levantábamos a las 10 de la mañana, hacíamos 500 kilómetros y a las nueve de la noche tocábamos, porque los shows se hacen temprano. Lo que es fascinante es que te garantizan un cachet, comida y un lugar para dormir, en general un squat. Si no tienen casa o centro social para ofrecerte, te pagan un hotel. Pero por lo general tienen casas ocupadas donde viven, o centros sociales, y la onda es tocar ahí, no en un boliche. Es alucinante a nivel organización. Y son muy tranquilos. En Portugal tocamos en un teatro donde suele tocar la Filarmónica. Era una especie de Colón, medio museo. Nadie rompió nada, ni se afanaron nada.” Lo que sí es una suerte demoda, explica, es la cuestión anarco/okupa/vegetariana. “El tema de no comer carne es muy fuerte ideológicamente. Es re loco, porque además los ves ir al supermercado y se fijan en la composición de todos los alimentos envasados, para no comer porquerías. Como éramos extranjeros, nadie nos molestaba por ser carnívoros.”
Argies ya está planeando volver a Europa el año que viene. Los están esperando. En octubre salen de gira por Sudamérica, y es probable que el año que viene se aventuren también por Estados Unidos y México. También editaron canciones suyas en varios compilados en Europa. “A ellos les gusta que cantes en castellano, no sólo porque les resulta exótico sino porque lo consideran más verdadero”. Y piensan seguir tocando por el mundo. “Esto salió de nosotros”, dice Gustavo. “Fue una necesidad de expandir nuestra música y nuestras ideas, una necesidad de que nos escuchen. El público está. Y nosotros estamos a full.”

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