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Jueves 2 de Agosto de 2001

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LEO GARCÍA, DANIEL MELERO, BABASONICOS... UNA COINCIDENCIA NO TAN CASUAL

Sentido común

Puede plantearse el juego de las diferencias y semejanzas: tres discos sobre los que orbiba la famosa palabrita "pop" aparecieron en la última semana, cada uno con defectos y virtudes, todos dotados de buenas canciones. Una manera de levantar la cabeza y respirar, aún en la inundación.

PRODUCCION Y TEXTOS
ESTEBAN PINTOS

De la promesa a la realidad

El repite la palabra pop. Pop de aquí, pop de allá. Leo García, feliz con la edición de lo que él mismo considera su primer disco –a pesar de las ediciones de Avant Press y de sus proyectos paralelos, e incluso de Vital-, no duda en definirlo así. “Este es un disco pop. Tiene canciones y la música pop es la que mejor define las cosas, las hace directas”, enuncia con cierta monotonía de discurso aprendido. O como si se tratara de un prospecto. “Fácilmente digerible”, agrega. Y remata con una sentencia que, a oídos del fundamentalismo rocker argentino, sonaría a escándalo o algo así. “Pop mainstream, a eso apunto”, dice con una sonrisa. Y más tarde vuelve sobre la palabra. Dice: “Soy un cantor pop” y “durante muchos años me dispersé. Este es un momento especial de mi vida. Este es un momento de mi vida en el que busqué definirme para ser conocido como tal”. El cantor pop reivindica a Tanguito, a Moris y a otros iniciadores del rock argentino cantado en castellano, a la par que revela su admiración por Britney Spears y el fenómeno del teen–pop reinante en los medios. “Hace tres años me saqué los prejuicios de encima... Me llevó bastante, 27 años, pero lo logré”, confiesa.

La aparición de Mar –catorce canciones simples, de guitarra acústica y ritmos bailables– viene a representar la concreción de una promesa largamente anunciada por algunos influyentes medios especializados, que no dudaron en tomar al músico de la ceja izquierda recortada como “nueva esperanza”. En verdad, todavía es esperanza y no realidad, y recién a partir de estos días, cuando el disco está en la calle y suena en las radios, deberá concretarse el paso de un estado a otro. Desde los tiempos de Avant Press, la banda que co-lideró junto a Juan Carlos Marioni a mediados de los ‘90, García sumó elogios, adeptos e incluso, con el paso del tiempo y el crecimiento (¿exagerado?) de su presencia mediática, enemigos. Que un grupo haya elegido bautizarse “Leo García is Dead” representa bastante más que un simple arranque de ¿odio? hacia alguien en especial. Desde su actitud afable, siempre amistosa, el blanco de todas esas reacciones se lo toma con calma. “Hace bastante que vengo tocando y ya sé que hay gente que me ama y gente que me odia. La negativa siempre viene... No sé, no le gusta que vos hagas lo que querés hacer y está bien que así suceda. Sólo que yo no le desearía la muerte a nadie”, responde. Y enseguida contraataca, aún desde la calma. “No me suena mal, alimenta el mito. Aunque soy bastante inconsciente de las malas ondas, no las capto, gracias a Dios.”

Mar reúne varias particularidades que lo distinguen. Inaugura un camino poco recorrido en el rock argentino que ya transita por su mediana edad (más de 35 años). Leo García es, como músico, una combinación de dos culturas que hasta aquí parecían irreconciliables o al menos desconocidas entre sí: el fogón y la disco. Sus canciones, compuestas y ejecutadas con una guitarra criolla, se sumergen la mayoría de las veces en agitadas aguas electrónicas y sobre ellas flotan. Se mecen. Dejan paso a la melancolía por momentos, expresan alegría en otras, siempre suenan emotivas, aun cuando esa emoción suene impostada. El nombre de Gustavo Cerati (ver aparte), en el rubro “producción artística”, agrega un certificado de calidad que tampoco le viene mal. Se trata de un disco de canciones pensadas como unidades melódicas, pequeños relatos que empiezan y terminan en menos de tres minutos, cortas elegías post–adolescentes en donde el amor sobrevuela en sus diversas formas. Las letras, con la excepción de “Renacer” (del mismo García), están firmadas por el crítico musical Pablo Schanton. Una novedad, también. He aquí, entonces, un disco producido por una estrella, escrito por un periodista y cantado por un músico vocacional de proyección ilimitada, buen cantante. Una combinación extraña, pero no endeble.

- Mar es el primer lanzamiento de Virgin Records –representada por EMI en la Argentina-, y por tanto ostenta una campaña promocional de artista prioritario en una compañía multinacional.

- Tiene catorce canciones, entre ellas la difundida “Morrissey”, de connotaciones homosexuales (una temática poco abordada por el –en exceso- machista rock argentino, salvo excepciones, Virus por caso).

- García toca la guitarra criolla y canta. La producción corrió por cuenta de Gustavo Cerati. Las letras están firmadas por el periodista Pablo Schanton.

- El disco será presentado antes de fin de año, con un espectáculo que intentará transmitir el concepto “pop” que su autor pregona.

 

Es, no se hace

La nueva criatura de Babasónicos goza de buena salud. A poco de su edición, Jessico reafirma un concepto siempre latente sobre una banda que ha sobrevivido por más de una década a crisis económicas, desprecio de compañías multinacionales, conflictos internos y vaivenes de calidad. Tiene mucho de compendio a partir del sonido y el sentido de discos anteriores, pero es una vez más distinto a su antecesor y así logra reafirmar el concepto de “obra”. Una idea que siempre remarca su cantante, letrista y vocero, Adrián Dargelos. El disco suena bien; las canciones responden a cualquier positiva expectativa sobre ellas y la banda parece atravesar uno de sus mejores momentos como equipo de ejecución instrumental. “Siempre abordábamos las ideas y no la forma de las canciones. En ese proceso nos dispersábamos. Aunque... Todo se fue dando sin preverlo: las canciones licuaron las formas pop, no las podíamos entender hasta ahora. Pero ahora sí, las hicimos, nos salió. Aunque todo esto lo vamos a abandonar próximamente, así que aprovechen”, dispara Dargelos, hábil declarante, siempre interesante conversador sobre el rock y otras cuestiones.
Desde un lugar no siempre delimitado, tal vez para beneficio propio, Babasónicos tiene un nombre en la escena argentina de la década del noventa y promete más y mejores entregas en el nuevo siglo. En ese sentido, Jessico explota al máximo las condiciones de sus ejecutantes. Se bambolea entre las baladas y el rock fuerte, pero nunca pierde una unidad conceptual de sonido que lo destaca por encima, incluso, de anteriores discos. Es, también, el paso natural después de Babasónica (el que anticipó el stoner rock) y Miami (el que reflejó el efecto lounge en la canción pop, al menos en Argentina). Dice uno de sus autores: “Siempre nuestra intencionalidad es entrar en una estética desconocida”. Por eso el disco, que otra vez fue producido por Andrew Weiss –a esta altura, casi un babasónico más–, entrega esa sensación de extrañeza conocida. Una constante en la carrera de la banda: esto ya sonó, pero no así... Siempre moviéndose de un lado a otro, con una particular forma de organización interna y métodos de grabación y pos producción, Babasónicos llega con su primer disco del siglo XXI en buenas condiciones. Dargelos utiliza la palabra “logro” para resumir su sensación de satisfacción con el disco, que se mueve sutilmente entre mundos aparentemente dispares. De la balada al rock y viceversa, siempre filosas, las canciones de Jessico ofrecen una idea de riesgo que el rock argentino lánguidamente está dejando escapar. No es éste el caso.
El territorio en el cual se desarrollan las aventuras de los personajes que aparecen en el disco, casi siempre amorales y poco amistosos, remite a cierta idea de “gitana del mundo, de pueblo nómade, donde cada lugar contiene su verdad, un punto imaginario que es así de fuerte porque no existió antes”, según el creador de esos personajes y ese territorio. Lector de Marcelo Cohen, Dargelos cita las películas de Emir Kusturica y los narcocorridos como posibles coordenadas artísticas desde donde entender el sentido de sus nuevas canciones. “Mundos que se sostienen en sí mismos”, piensa. “Esos personajes juegan en ese contexto y no intentan contar cómo es el mundo.” Así, van pasando: vedettes o personas que juegan a la vedettes, desconfiados, confianzudos, farsantes, audaces, desesperados, vitales. Con esta materia prima, las canciones cobran vida y son manipuladas a gusto por la banda, que regula los ritmos e incluso la intensidad instrumental de cada una. Para llegar a un lugar indefinido pero atractivo, que no figura en ninguna guía ni sería recomendado en algún suplemento de turismo. Existe, está ahí, sólo hay que animarse a transitarlo, sufrirlo o gozarlo, vivirlo.

- Jessico tuvo una tirada inicial de 10.000 copias y no se consigue en las grandes disquerías. Es el primer disco de la banda editado a través del sello de la productora Pop Art. Para Latinoamérica, se negocia con una multinacional su edición y distribución.

- El disco se mece entre la balada y el rock, aunque se interna en aguas instrumentales hasta ahora poco transitadas por Babasónicos.

- Las letras de las canciones describen situaciones y personajes propios de una particular fauna nocturna, siempre al borde de la locura.

- “Soy rock” ofrece una particularidad de género en su escritura: está en primera persona del femenino. Y arranca, vaya definición, con la frase “soy muy puta”.

 

Así se llamaban los jeans

Melero es así, acostumbra a estas piruetas. Después de concebir y titular un disco inequívocamente Tecno, arremete con uno de canciones de ruta, con banda, guitarras slide y evocaciones amorosas. Que despertó una declaración casi despechada y desilusionada de parte de la revista Inrockuptibles (órgano melerista, si los hay), por ejemplo. “¿Por qué no preguntan al que graba siempre los mismos discos? Si no se arriesga, el artista puede equivocarse. Si es correcto y no arriesgó, hace mal su trabajo”, responde el aludido. Ahora bien: el giro existe, aunque habría que tener en cuenta que no es la primera vez que el hombre que representó siempre –incluso a su pesar– una vanguardia sonora y estética que no siempre fue entendida así, y que incluso mereció rechazo, lo hace. Pensar en Travesti a mediados de los noventa, o en Piano más acá en el tiempo. No se trata de un performer tal como el imaginario rocker ayudó a concebir, pero sí de un fino compositor de canciones, modesto cantante y agudo observador de su obra y del contexto en que ésta se desarrolla. No es poco. En ese sentido, Vaquero –que según el autor remite a la vieja denominación del jean y no a ninguna reivindicación country– representa un paso adelante en su sinuosa carrera. “Este es el primer disco mío con arreglador. Está hecho con la intención de recuperar aquel sonido de los cantautores de la década del 60. El desafío era imponer los arreglos desde la armonía y no más como una especie de soundtrack. En Piano me interesé en la armonía para luego resolver en las canciones. Ciertos giros emotivos son resueltos por la armonía, que resulta mucho más interesante que una pasta de sonidos. La otra particularidad del disco es que pude rodearme de buenos músicos, más allá de mi discurso habitual del no-músico y todo eso”, precisa el protagonista. Esa sensación de comunidad musical flota en cada una de las canciones, simples y agradables al oído.

En verdad, Vaquero es una rareza y no por la combinación que ofrece, por ejemplo, una canción titulada “Tormenta personal”: Melero-Botafogo. Es una rareza porque de Melero no podía esperarse algo así, pero fundamentalmente porque recupera un sentido de la melodía y los arreglos que pocos discos de rock argentino han plasmado en los últimos tiempos. Ya no quedan. Y Melero, justamente, viene a llenar ese vacío. “Es un disco pop, en el mejor sentido de la palabra pop, que tiene que ver con la cultura de los 60 y 70. Tal como la diferencia entre la música rock y la cultura rock, donde la música se vació de su cultura... Ahora por pop se entiende algo que debe conformar a todos con los que les gusta escuchar, con la idea de mantener a la gente mansa y en su sitio. El pop perdió ironía. Me dicen que los Backstreet Boys son pop... Yo pensé que se trataba de música mala”, razona (también) irónicamente. Desde la provocación artística (“sé que soy un músico que despierta temor en los sellos discográficos”, dice entre satisfecho y resignado), Melero edificó una respetable carrera en la que, más allá de posibles evaluaciones críticas sobre el nivel o calidad de las canciones, existe y está ahí, lista para ser escuchada. Aquí, con una pequeña y casi artesanal colección de once canciones sobre el amor y otros sentimientos, se vuelve a comprobar una vez más.

Más allá de reflexiones sobre el sentido de una obra, Vaquero resume buena parte de la experiencia personal, actual de Melero. El mismo se piensa como alguien que ha pasado una etapa de vida e ingresa en otra. “Me siento casi bajando línea en este disco. Por un lado, tiene que ver con la mediana edad y cierta meditación sobre la vida, casi metabólica (tal como sucede con la energía a los 18). Plantea conflictos de una persona de más de 30, trabaja sobre ciertas certidumbres, la de la muerte fundamentalmente. Y no de tipo social o política, cosas que me parecen pueriles. Es optimista, con la muerte como protagonista.” ¿Optimista? Basta con oprimir play y dejarse llevar por el delicado ritmo de la primera canción del disco. “Tu vida empieza hoy”, se llama.

- Las letras de las canciones transmiten una sensación permanente de “ensayo y error” sobre la vida de quién las escribió e interpreta. Es un disco adulto, pero no por eso dramático y aburrido.

- Todo suena en armonía, y las canciones conservan una frescura instrumental inusual en el medio. Y menos en Melero. Vaya sorpresa.

- Es el primer disco de Melero editado por Fogón Records, luego de una serie de discos lanzados por Ultrapop.

- A diferencia de otros discos del artista, Vaquero cuenta con una banda (Leonardo Santos, Gabo, Diego Vainer, Miguel Botafogo en “Tormental personal” y Daniel Melero) y un arreglador: Enrique Londaits.

 

Emoción 3-D
Me alegra mucho que estos discos salgan. Está bueno que no pase el año sin que pase nada. Que empujemos un poco todos, más allá de las vicisitudes de las compañías discográficas y de la situación económica general. Yo también quiero que mi nuevo disco pueda editarse este año. De los tres, debo decir que a Daniel hace mucho que no lo veo, y a Babasónicos sí, los vi en vivo un par de veces en el último tiempo. Con Leo trabajé bastante en el suyo, y lo pudimos terminar en enero de este año. Creo que los tres casos tienen raíces bastante diferentes y circunstancias diferentes, no sé si ligarlos mucho, aunque sus discos hayan aparecido en este año complejísimo.
Mi trabajo como productor de Mar se resumió en poder darle un marco sonoro y un empuje, a varios niveles, a lo que Leo proponía. A diferencia de Vital, que es un gran disco, pero hecho “de entrecasa”, más mínimo, con recursos limitados. El tenía ganas de zarpar hacia un lugar más grande y aunque las canciones nacieron de la guitarra, él quería llevarlas hacia una cosa con más participantes e instrumentos. Esa fue la idea. Fui escuchando el material en medio de la gira de Bocanada y charlando con él sobre la dirección que quería tomar. La verdad es que trabajé como si se tratara de un disco mío, en el sentido de que me lancé a trabajarlo totalmente enfocado. Hace mucho que no lo escucho, pero me va a gustar mucho verlo y oírlo terminado. Esa idea de Leo de convertirse en una estrella del pop me parece bien, porque siempre me sensibilizó y tiene el talento para hacerlo. Más allá de que finalmente lo sea. Destaco su habilidad para hacer muchas cosas, electrónicas y esa sustancia pop de hacer canciones con la guitarra, bastante “similar” a como yo empecé, también una guitarra criolla y sobre canciones. Por eso le tengo fe: porque son buenas canciones y él tiene el talento para tocarlas y llevar esa emoción al vivo. Estoy muy conforme con el trabajo que hicimos, aunque haya pasado el tiempo: alguien el otro día me decía que Mar transmite emoción tridimensional y me gusta la idea... Después de la experiencia fallida con Avant Press en su disco para Universal, teníamos miedo de que nunca sucediera pero, gracias a Dios, ¡salió! Ahora la gente tiene la palabra. GUSTAVO CERATI