Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 




Vale decir


Volver

Música Jim White, finalmente

El hombre del sombrero roto

Mike Pratt era un surfista drogón y religioso, que había sido modelo en Europa y taxista nocturno en Nueva York. El tipo era tan tímido que, cuando Luaka Bop –el sello de David Byrne– decidió editarle un disco con sus canciones, se puso un sombrero roto y se convirtió en Jim White. Sepa por qué este demente de 44 años que suena como el hermanito cantor de Faulkner y Truman Capote es lo mejor que dio la música yanqui desde Beck.

Por RODRIGO FRESAN

El cronista de la contracultura Greil Marcus alguna vez ofreció un buen consejo para todo aquel que alguna vez tuviera que entrevistar a un músico de nuestros días: “Hacerle preguntas idiotas. Las preguntas idiotas, por lo general, resultan en las respuestas más interesantes”. En eso estoy –de computadora a computadora, de continente a continente– con el cantautor norteamericano de 44 años Jim White. Pero hay problemas. Mi pregunta idiota provoca una respuesta más interesante de lo que tenía previsto: ¿Por qué siempre aparece en las fotos con ese sombrero roto? Respuesta: “Jim White nunca se saca el sombrero. Jim White es el sombrero, te lo dice alguien que lo conoce hace mucho”. Yo: “Perdón, creí que estaba escribiéndome con Jim White”. Él: “No, mi nombre es Mike Pratt”. Yo: “Pero a mí me interesa hablar con Jim White”. Él: “Un momento, que me pongo el sombrero. Ya está. Hola, mi nombre es Jim White”. Yo: “Perdón, pero creo que no entiendo”. Él: “No es tan complicado. Cuando me saco el sombrero soy Mike Pratt (el nombre me lo puso mi madre, el apellido es de mi padre). Cuando me pongo el sombrero me convierto en Jim White (nombre y apellido me los puse yo). Jim es el doble que Mike se inventó para poder mentir sin problemas. Mike es tímido y yo no. Mike nunca se atrevería a cantar en público y a mí me encanta. La cosa funciona. Yo me cago en todas las restricciones morales y los escrúpulos de Mike. Lo mejor de todo es que, cuando más miento yo, más sincero acaba siendo Mike consigo mismo. Próxima pregunta”.

OTRAS VOCES, OTROS AMBITOS
Mike Pratt nació en Pensacola, Florida. Jim White, en cambio, suena como el hijo bastardo de un caimán y una sacerdotisa vudú parido en alguno de los pantanos que rodean Nueva Orleáns. Una cosa está clara: uno y otro se inscriben sin problemas en la tradición gótico-sureña de Estados Unidos. Ese lugar donde se encuentran a intercambiar historias William Faulkner, Carson McCullers, Flannery O’Connor y Truman Capote. Historias con muertos y resucitados vagando por encrucijadas, buscando a Dios para acabar encontrando al Diablo. Las canciones de Jim White flotan como humo pesado sobre agua quieta a lo largo de dos discos magistrales (The Mysterious Tale of How I Shouted Wrong-Eyed Jesus!, de 1997, y el recién aparecido y largamente esperado No Such Place) y tienen siempre grandes títulos: “Esposado a una cerca en Mississippi”, por ejemplo, “El pueblo fantasma de mi cerebro”, “Cuando Jesús consiga un nuevo nombre”, “Dios estaba borracho cuando me hizo”, “Diez millas por recorrer en un camino de nueve millas”. Está el que define a Jim White como “un idiot-savant en peyote” o bien como “el hermano menor de Robert Mitchum en La noche del cazador”. Da igual. Jim White es un iluminador que parece haber surgido de la nada para encandilarnos y sacarnos del camino con sus historias cantadas.
Pero antes de Jim White estaba Mike Pratt y su vida sin sombrero es algo que también merece ser recorrido, por más que desafíe toda lógica: surfista profesional, religioso fundamentalista, drogadicto empedernido, aspirante a músico hazmerreír de sus amigos músicos, taxista nocturno en Nueva York, modelo de alta costura en Europa, director de un legendario cortometraje (titulado The Beautiful World) y actor por segundos (en una tal Prophecy II; “Aunque mi escena como sereno de morgue no aparece en la versión final”), víctima de una crisis religiosa y de un accidente de trabajo en una obra en construcción que casi le costó tres dedos y lo obligó a desarrollar una particular manera de tocar la guitarra (“Hago canciones para dos dedos”, dice él). Una noche fría en Milán, después de un desfile, Pratt se descubrió mirando fijo un televisor encendido en la vidriera de un negocio. Pasaban un video de David Byrne. Le gustó, lo hizo sentir tristemente envidioso. Mike Pratt vuelve a Florida y se tira en una cama y no quiere levantarse. ¿Para qué? Canta canciones raras del mismo modo en que, cuando era chico, hablaba en lenguas para orgullo de sus padres. Un amigo las escucha a través de una ventana, las graba, se las pasa a una amiga. La amiga es Melanie Ciccone, hermana de Madonna y esposa del cantante Joe Henry. Un par de meses después, Mike Pratt firma contrato con Luaka Bop –el sello discográfico de David Byrne– y se pone el sombrero para no sacárselo más. Casi.

EL CORAZON ES UN CAZADOR SOLITARIO
Wrong-Eyed Jesus y ese sonido a ciénaga psicodélica que enorgullecería a Daniel Lanois aparecieron en 1997. El disco fue saludado por la crítica como la obra maestra de un genio espontáneo. Jim White fue inmediatamente consagrado como el padrino secreto del alt.country y creció a fenómeno de culto. Su site comenzó a desbordar de mensajes llegados de todas partes del mundo –Tokio, Oslo, Sudáfrica– prometiendo amor, suicidios rituales, orgías pedofílicas, lo que venga, vengan todos, locos del mundo. Jim White y su sombrero salen de gira, triunfan y, ah, vuelven a volverse un poquito loquitos mientras Mike Pratt abandona a su novia embarazada y se va a vivir a una casa rodante en algún lugar de las tierras malas de Florida. Y ahí se queda mirando pasar las nubes como en una película de Terence Malick o algo así. En algún momento, a Jim White se le ocurre que tal vez no estaría mal grabar un segundo disco. Mientras tanto, Luaka Bop es comprada por Virgin Records y nadie sabe muy bien qué hacer con Jim White. En algún momento alguien tiene una idea: Jim White no es el típico artista freak amigo del freak David Byrne; Jim White es una estrella en potencia, el nuevo Beck mejorado por la curtida sabiduría de un Tom Waits y una voz que recuerda a la vez a Neil Young, Paul Simon y Lyle Lovett. Virgin va a buscar a Jim White. Y así comienza a grabarse No Such Place, álbum que cuatro años más tarde Jim White define como “una chiflada carta de amor a todas aquellas almas perdidas que no se resignarán a hacer las cosas mal pero que no tienen la menor idea de cómo hacer las cosas bien”.
“A mí me gusta”, agrega Mike Pratt.

SANGRE SABIA
No Such Place es una obra maestra de la estrategia sónica a la vez que una renovada muestra de genio de un tipo que se mueve por instinto puro. Con temas alternativamente producidos por el team Morcheeba, Andre Hale (colaborador habitual de Sade), el legendario DJ QBurns y el gurú japonés Shichiro Susuki (uno de los cerebros de la célebre Yellow Magic Orchestra), No Such Place ofrece canciones que suenan como hits de toda la vida, momentos secretos y difíciles, un extraño cover del “King of the Road” de Roger Miller y hasta una astutísima reescritura/homenaje del “Walk on the Wild Side” de Lou Reed (titulada “Hey! You Going My Way???”) donde Jim White lanza sin aviso, mientras las chicas del coro cantan su du-dudú-dudú, el piedrazo de una declaración de principios musicales: “Gente de cartón, bailando bajo la lluvia la misma vieja canción que da vueltas como un buitre en la rockola rota de la cultura popular: si no tiene ritmo, no llegará a la calle, si es pesada en los bajos, será ligera en los pies”. ¿En qué resulta todo esto? Jim White y Mike Pratt contestan lo mismo y al mismo tiempo: “Un basurero musical en el mejor sentido de la palabra”.

SANTUARIO
Por suerte –y esperemos que por un rato largo– Mike Pratt se ha reconciliado con la idea de ser Jim White y Jim White, agradecido, le devuelve el favor a Mike Pratt en forma de una vida más tranquila pero igualmente interesante. “Sigo siendo una persona profundamente religiosa pero ahora es una religión que conserva nada más las partes buenas: le he quitado todo lo doloroso al asunto. Y estoy dispuesto a aceptar de una vez por todas que se puede ser un artista sin hacer el ridículo. Tengo una hija y una mujer y responsabilidades. Tengo que ganarme la vida. Y esto es mejor que andar manejando un taxi con anfetaminas hasta las cejas o ir perdiendo dedos por ahí. Lo impresionante es cómo cambia el paisaje cuando un montón de gente que no conoces decide que eres una buena forma de que ellos ganen dinero. Me he resignado a la idea de que casi todo lo que me pasa podría ser una buena canción. Y mejor que las cante Jim antes que otro, ¿no?”, me dice Mike Pratt y, poniéndose el sombrero a demasiados kilómetros de distancia, le entrega el teclado a su doble para que se despida. “¿Podrías prestarme 100.000 dólares?”, pregunta Jim White. “Lo digo muy en serio”, agrega. “Hey, no te vayas. No me dejes solo con este tipo”, pide.

Dos canciones de Jim White


Un día perfecto para cazar tornados

Allá en el sur conozco a una chica que es ciega. Todos los días camina sola por la autopista. Sueña con que un día un hombre la hará subir a su auto. Le abrirá la puerta, ella se sentará a su lado y él le dirá: “Ey, nena, espero que estés lista para el viaje porque hoy es un día perfecto para cazar tornados”. Sí, cuando el viento restalla en tu pelo sabes que has encontrado un día perfecto para cazar tornados.

¿Y qué hay de ese predicador huyendo de la ley? Mató a una chica en Memphis y no dejó de correr hasta que los perros olieron su rastro. Le dispararon junto a un río y mientras agonizaba en el barro alguien le preguntó: “Ey, predicador: ¿adónde irá tu alma ahora?”. Y el predicador respondió: “La verdad que ni idea, pero iré contento adonde haya que ir, porque hoy es un día perfecto para cazar tornados”. Sí, cuando el viento te da patadas en la cabeza sabes que has encontrado un día perfecto para cazar tornados.

A veces pienso que el cielo es una prisión y la tierra es una tumba. Y a veces me siento como si fuera Jesús en alguna de esas óperas chinas. Y a veces me pone contento haber construido mi mansión con estas piedritas locas. Pero a veces me siento tan malditamente atrapado por todo aquello que aprendí, y desearía que no fuera así, porque la única cosa que todos deberían aprender es que hoy es un día perfecto para cazar tornados. Sí, cuando el viento gira alrededor de tu cabeza sabes que estás en un día perfecto para
cazar tornados.

(De The Mysterious Tale of How
I Shouted Wrong-Eyed Jesus!, 1995)

La herida que nunca cicatriza

Una hora larga antes del amanecer, una mujer arrastra el cuerpo del tipo hasta las orillas del caudaloso río, envuelto en una cortina roja que robó del teatro donde ella trabaja. Calma como un suspiro, lo deja caer bajo los pilares del viejo puente y lo observa alejarse girando en la corriente. Entonces se quita el anillo de su dedo y también lo tira al agua. Y yo me pregunto: Nena, ¿por qué no lloras? ¿Por qué no lloras, nena? ¿Por qué no lloras?
Tres días después, en un bar en el sur del Mississippi, conoce a un hombre llamado Charles Lee. Ella se presenta como Lee Charles. “Qué coincidencia”, dice él, y una semana más tarde ya están casados. Una noche, pasados seis meses, él se despierta y la descubre mirándolo de un modo muy extraño. Cuando le dice: “Dulce, ¿pasa algo?”, ella responde: “Oh, nada, querido. Sólo que las lágrimas son un estúpido truco de Dios”. Para cuando encuentran el cuerpo del tipo, seis semanas más tarde, ella ya está a dos mil kilómetros de distancia. Y yo me pregunto: Nena, ¿por qué no lloras? ¿Por qué no lloras, nena? ¿Por qué no lloras?
Ella huye de demonios. Ella huye de ángeles. Ella huye del fantasma de su padre y de cinco tíos distintos. Cegada por su recuerdo, cauterizada por su dolor, a ella le gustaría
matarlos a todos y después matarlos otra vez. No piensa demasiado en lo que ha hecho o en esa sensación rara que siente. No. Para ella no es más que un síntoma que tiene desde chica. Una cosita que ella llama La Herida
Que Nunca Cicatriza. Así le dice: La Herida Que Nunca Cicatriza. Y yo me pregunto: Nena, ¿por qué no lloras? ¿Por qué no lloras, nena? ¿Por qué no lloras?

(De No Such Place, 2001, traducción de R.F.)

 

 

arriba