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Musica Kevin Johansen, un porteño nacido en Alaska


El panamericano

Nació en Alaska, vivió en San Francisco y Montevideo, tocó con Samalea y Axel Krygier en el under porteño de los 80, grabó cuatro discos en el legendario CBGB neoyorquino, uno de los cuales se edita en pocos días en la Argentina: The nada. Sepa por qué Kevin Johansen se autodefine como un “mestizo del futuro”.

POR JONATHAN ROVNER

Nació en Alaska, de padre estadounidense y madre argentina. Hasta los cinco años vivió allí con su familia. Cuando su madre se volvió a casar, esta vez con un mexicano, se mudaron a San Francisco, California. Siete años después, madre e hijos se vinieron para Buenos Aires. “Al poco tiempo de llegar nos fuimos a vivir a Montevideo. A mí me daba vergüenza decir que era norteamericano, y no se me ocurrió mejor cosa que decir que era de Buenos Aires. Para qué: me llamaban el porteño, a pesar de mi acento yanqui. Un día me cansé y llevé a casa a mis compañeros del colegio, para mostrarles el pasaporte. Tampoco me creyeron. Decían: Es falso ese documento, porteño mentiroso”. Ya en Buenos Aires, y en plena dictadura militar, lo poco que Kevin sabía de castellano eran las letras de las canciones románticas que escuchaba su madre y algunos insultos en uruguayo; los primeros dineros que supo ganar fue enseñando inglés. No obstante, su adaptación fue tan completa que, hacia el comienzo de los 90, había decidido irse a Nueva York: “En parte –dice hoy– para recordar qué tan yanqui era o podía ser”. En poco menos de quince años Kevin se había argentinizado tal como los tiempos mandaban: había sido la voz y la guitarra de Instrucción Cívica, una banda integrada por Fernando Samalea, Axel Krygier, Julián Benjamín, Daniel Krause y Alejandro Terán, además de Johansen, que salió del circuito under quizás antes de tiempo. Luego de lanzar su primer disco, Obediencia debida, en el 85, la banda salió de gira por el sur de la Argentina y tuvo sus quince días de gloria durante 1987 en Perú (“Fuimos disco de oro y llenamos dos estadios, Lima y Arequipa. Teníamos que huir de las fans que nos acosaban en el aeropuerto, el hotel y las conferencias de prensa”) antes de que la hiperinflación y la codicia de los managers los desbandara a todos.
Aquel viaje en busca de sus raíces chicano-esquimales derivó en una estadía de diez años en el East Village de Manhattan, antes del retorno a Buenos Aires hace unos meses. Kevin no vino de Nueva York con las manos vacías. El ida y vuelta, el aquí y allá (o, como él lo llama, “el mundo condensado”, aunque sólo se trate del nuevo mundo), define su nueva obra: cumbias tangueras, habaneras en inglés, un reggae muy porteño, baladitas tipo Leonard Cohen y un tango en el que un muchacho en la puerta de una milonga cuenta su triste vida. Kevin se autodefine como “mestizo del futuro” y su frase de cabecera es mixture is future. Aunque también pasado: el alaskeño errante fue camarero de hotel, intérprete en el edificio de la ONU y portero de una milonga en Broadway y la 13. Hasta que el CBGB (el legendario club de donde salieron los Ramones, Talking Heads, Blondie y Madonna) abrió su espacio acústico, y Kevin Johansen se convirtió en el artista de la casa. Y, no obstante la aceptación que estaba teniendo allá, algo le pasaba todavía con este país. Sus músicos y amigos en NY eran todos argentinos que conoció allá (Martín Bauer, Leonardo Suárez, Darío Eskenazi). Pero fue un gringo, Hilly Kristol, el jefe del club, quien lo incentivó a aprovechar su doble origen y volcarlo en las canciones, que por supuesto rápidamente conquistaron a los músicos latinoamericanos de Manhattan y al público del CBGB.
The nada es el título de uno de los cuatro discos que Kevin grabó en el CBGB y el primero de ellos que se editará en la Argentina, a principios del mes que viene (su presentación en sociedad será el 19 de abril en el Club del Vino), editado en Los Años Luz, el sello de Javier Tenembaum (el de la disquería de la Gandhi, quien produjera, entre otros discos notables, el Échale semilla de uno de los compañeros de Johansen en Instrucción Cívica, Axel Krygier). Pareciera como si Kevin hubiese tenido que traer The nada hasta esta punta del continente para poder hacerlo del todo visible a los ojos de la otra: Gustavo Santaolalla se llevó un demo en su última visita a Buenos Aires y hace poco lo llamó para darle la bienvenida “a la lista de sus favoritos”. También Oscar López, quien fuera productor de Virus y La Portuaria y ahora trabaja para la Warner, mandóllamar a Kevin. Y otro tanto ocurre con Andrés Levin, productor de Luaka Bop, el sello de David Byrne.
Johansen presentará su disco con nueva formación: la banda de funk instrumental Los Dragones de Komodo (Cheva Massolo en guitarra, Gonzalo García Blaya en el bajo, Andrés Reborati en saxo y flauta, Javier Casalla en violín y Lucas Oveja en percusión; todos dragones salvo el baterista, Luciano Bertolini, de los Demonios de Tasmania). Es de esperar que, con la salida de The nada, a algunos de los canales de música se les ocurra poner en circulación un cortometraje que Kevin filmó en Nueva York y que resultó un inesperado hit de los public eye, esos canales abiertos donde cualquiera puede mandar cualquiera y lo transmiten. El corto tuvo tanto éxito entre la gente que fue repetido varias veces, a pedido. Era, en realidad, un videoclip casero para la canción “Living in a Story”, que consiste básicamente en la imagen en blanco y negro de nuestro muchacho, trajeado, caminando por Wall Street, a hora pico. Como todo el mundo, sólo que él camina en cuatro patas y panza arriba, “como un cruce de yuppie y cucaracha kafkiana”. De hecho, todas las formas del cruce funcionan en Kevin Johansen: nacido fuera del tiempo y del lugar que le estaban destinados, vive en el desarraigo buscando establecerse en una ciudad, pero sólo el tiempo necesario como para que la nostalgia lo devuelva a otra. Neoyorquino en Buenos Aires y argentino cosmopolita en Nueva York, desfasado en Montevideo casi tanto como en Alaska, territorio que fuera ruso, y razón por la cual la madre quería ponerle Sasha. De ahí sale un tema aún inédito de Kevin, en inglés y con música country, que se llama “Russian Cowboy”, y que parece definirlo todo con un juego de palabras: russian (ruso) suena igual que rushin’ (apurado). Y el tema dice: “Porque ahora tengo que volver y eso significa que nunca me escapé, ¿o no?”.

 

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