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Yo me pregunto

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Me gusta ese tajo

Hay algunas personas que tienen problemas con su nombre y a pesar de todo son buenas. Hay personas que tienen problemas con sus apellidos y son mejores. Pero hay personas que tienen problemas con su nombre y su apellido al mismo tiempo. Tal parece ser el caso de la decoradora de interiores Concha Cortada. Y aunque en España, tierra natal de esta profesional, su nombre es de lo más común (al punto tal que tienen montado un festival de cine, el de San Sebastián, donde el máximo galardón es la archiconocida Concha de Oro), cuando la señora Cortada le hace declaraciones a El País de Madrid, es inevitable leer todo, sus respuestas (y las preguntas del periodista) con un manto de doble sentido. “Prefiero la ducha, es más práctica, más rápida e incluso más ecológica porque ahorra agua”, contesta a la capciosa pregunta “¿Baño o ducha?” lanzada así sin más. Para rematar el malentendido, interrogada sobre cuáles son sus materiales preferidos, la decoradora no duda: “A mí me gustan mucho los materiales industriales como hormigón, acero o plásticos, que se convierten en nobles tratados adecuadamente”. ¿Hormigón y acero? Ajá.

Nada por dos pesos

El “Deme Dos”, viejo conocido de los argentinos, ha vuelto reencarnado en forma de ardid publicitario y con tuteo. El aviso viene saliendo en Clarín desde hace unas semanas y, apelando al viejo latiguillo patentado por los argentinos durante sus viajes a Miami, ofrece un servicio por demás novedoso: “¿VISAS EE.UU.?”. El sitio en cuestión, que a pesar de ser virtual declara tener base en Miami, no es más que una página de comercio electrónico que ofrece además una suerte de “servicio de representación” a comerciantes argentinos y uruguayos interesados en anunciar un número telefónico propio en la Florida. Lo primero que se podría pensar es: ¿qué tiene que ver tan honrado servicio con el abastecimiento de visas por fuera de los carriles convencionales? Pero yendo un poco más allá: ¿por qué un argentino necesitaría comprar una visa para Estados Unidos si desde hace más de un año no se necesitan?

Toronto al desnudo

Cuando, unos tres años atrás, el canadiense Malcolm Scott comenzó a vender productos para nudistas por Internet, descubrió que ahí había todo un filón, y desde entonces atiende personalmente su propio local en un complejo comercial de Toronto, vestido únicamente con un reloj, medias y un par de zapatillas. “Soy un nudista dedicado y encontré una necesidad que alguien debía cubrir”, explica este hombre barbado y panzón que bordea los cincuenta años de edad, y que define a su negocio como “un portal para asomarse al naturismo sin necesidad de emprender la temeraria aventura de ir a un club nudista”. Scott exhibe, además, un acabado conocimiento de la cultura nudista, incluso de lo que podría llamarse su “etiqueta” (por ejemplo, cubrir la silla con una toalla antes de reposar sobre ella el culo). Pero lo realmente extraño es el listado de productos que vende: no sólo ofrece manuales sobre el nudismo o guías de turismo nudistas, sino también remeras (con inscripciones algo obvias como “los nudistas somos totalmente cool”), sombreros y delantales. Ahora bien, la pregunta es ¿para qué necesitan ropa los nudistas? “Por protección y por orgullo; para cuando el clima se pone frío o para andar por el mundo proclamando su pasión por el nudismo”, asegura Scott, con el argumento propio de un comerciante que, a la hora de vender, deja a sus clientes en pelotas.

Florida es la cabeza

La revista LiveMiami llegó para quedarse. O por lo menos eso insinúan los 150 mil ejemplares que fueron distribuidos hace quince días junto la edición dominical de Clarín. La publicación traía como plato fuerte una entrevista al “desarrollista” argentino residente en la ciudad de los cocodrilos Jorge Pérez, además de notas sobre el mercado del “Real State” en la península, todo espolvoreado con avisos de departamentos frente a la playa, disponibles “desde sólo 230 mil dólares”. Pero no es ahí sino entre las líneas de su breve editorial de donde surge el gran interrogante que plantea esta revista. Según se lee, la empresa CAA S.A. se propone “abrir la revista a todos los niveles culturales, sociales, comerciales y deportivos de Miami”, a la vez que ofrece la dirección de su página web (livemiami.net) a fin de posibilitar “un intercambio fluido de información y actualización para todas aquellas inquietudes que afloren al lector”. ¿Estamos hablando de esas famosas inquietudes que acosan al lector con flores? ¿O serán esas inquietudes que sólo ameritan una respuesta florida?

 

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