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Plástica Brasil en el Recoleta, el MNBA, el MAMBA y Proa

Las cuatro estaciones

En un esfuerzo titánico y poco habitual, la Associaçao Brasil+500 consiguió montar en Buenos Aires buena parte de la mega Muestra del Redescubrimiento que sólo en San Pablo convocó más de dos millones de personas. Eso sí: quienes quieran conocer este compendio del arte brasileño que va de la Conquista al Mercosur, deberán recorrer el Centro Cultural Recoleta, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno y la Fundación Proa.

Por Laura Isola

Brasil es tan grande que hacen falta cuatro museos para contenerlo. Pero lo mejor es que la Muestra del Redescubrimiento, patrocinada por la Associaçao Brasil+500 y recientemente inaugurada en Buenos Aires de manera simultánea en el Centro Cultural Recoleta, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno y la Fundación Proa, no plantea únicamente un problema de cantidad. Lo que importa, pasado el primer impacto que provoca todo gran evento, es la calidad de cada una de las exposiciones y el efecto de friso imponente que se puede reconstruir una vez que se la observa como un continuum.
Esta muestra, que se expuso en San Pablo entre abril y septiembre de 2000 con una convocatoria de público de casi dos millones de personas, contó con un panorama completo de las artes visuales brasileñas. Para mostrar parte de este material, cuatro módulos de los catorce originales fueron seleccionados en un trabajo conjunto entre curadores paulistas y representantes argentinos. Para comenzar su itinerancia fuera del territorio del Brasil, se eligió Buenos Aires. Para verla, hace falta una jornada completa.

10.30. C. C. RECOLETA No es arbitrario comenzar por el módulo de Arte Popular, curado por Neide Rodríguez Gomes. Sobre todo, si se entiende esta manifestación artística en términos de origen y resistencia. De esta manera, tanto en los instrumentos musicales (batuques, jongos y congadas) como en los objetos rituales de Umbanda y Macumba, las cerámicas de barro del Valle de Jequitinhonha, los juguetes de madera, los mascarones y el insoslayable Carnaval con sus representaciones populares de diferentes regiones de Brasil, se puede observar una sensibilidad que no pudo ser alcanzada por los distintos impactos colonizadores: el Virreinato, primero; el Imperio, después. Particular interés puede despertar la literatura de cordel, originaria de Portugal, que obtiene su nombre por el modo de exhibición para la venta: literalmente colgada y sujeta por broches de madera, poesía popular, dramas pasionales, milagros de santos y romances épicos cuentan historias para pobres y desclasados. Un conjunto de piezas que hablan de arte, artesanía y pobreza. De pobreza elegante. También, de una herencia cultural trenzada entre el indio, el blanco y el negro que se demuestra en una religiosidad tallada en madera, modelada en cera y barro y decorada con semillas, ramas y flores.

12.00. MNBA Con luces puntuales, en un ámbito dominado por el negro, emergen las tallas que van desde el siglo XVI al XVIII. La ambientación parece propicia para exhibir un modo de articulación que se dio en América latina entre el arte y la conquista. Sembrado de flores de papel violetas y amarillas (42 mil en total, realizadas en Brasil por los niños del Instituto de Menores) las figuras de santos se transforman en criaturas bifrontes: la técnica europea del arte de la Contrarreforma se oscurece en los rostros aindiados de las piezas pertenecientes al dominio de los jesuitas. Allí, los misioneros le enseñaron la técnica a los indios timbira y surgen imágenes que tienen otra mirada y otro modo de relacionarse con lo divino: fatal y melancólico, casi como reflejo de la propia condición. En el caso de Brasil, esta mezcla no se agota con el indio. A partir del siglo XVIII, los africanos aportan su cosmovisión y rubrican la consagración del arte mestizo de la Colonia.

14.00. MAMBA Haciendo uso y abuso de la tautología, las salas del Museo de Arte Moderno son el sitio ideal para montar los trabajos de artistas que se están desarrollando a partir de los noventa. No sólo por la incumbencia de la institución sino por el espacio adecuadamente despojado que ofrece para que las obras de Carlito Carvalhosa, Nazareth Pacheco, Ana María Tavares, Joao Modé, Mauro Restife, Laura Lima, Tatiana Grinberg, Eduardo Coimbra, Sandra Cinto, Lucia Koch, Roberto Bethonico y Rubens Mano se sientan como en casa. Todos fueron elegidos especialmente para interveniren Buenos Aires, gracias al trabajo de su directora Laura Buccellato. Mientras que la cuestión generacional funciona como común denominador y algo etéreo, que puede definirse vagamente tanto como una corriente de aire globalizado, un síntoma o espíritu de estos tiempos refuerza la idea de un arte sin fronteras, la variedad de técnicas y materiales, las diversas apropiaciones de espacio y el tratamiento diferenciado del hecho artístico amenazan cualquier tipo de generalización. Sin embargo, las indagaciones sobre el presente, el rastreo de la pérdida de la memoria como fenómeno transversal del mundo informatizado y la problemática del artista, su entorno y el lugar del público, como en una cinta de Moebius, los vuelve a juntar en su absoluta diversidad.

16.00 FUNDACION PROA Entrar a la sede de Proa en La Boca es literalmente meterse en otro mundo. Imágenes del inconsciente, el módulo que reúne obras de personas confinadas en hospitales psiquiátricos, reproduce la estructura del panóptico, pero en sentido artístico. La historia de esta muestra está ligada a la de la psiquiatra Nise da Silveira que en los años 40 montó el centro de terapia ocupacional en el Centro Psiquiátrico Pedro II de Río de Janeiro, que hoy lleva su nombre. De esta manera se opuso a las técnicas de electro shock, lobotomía y otros tratamientos en boga y dio origen al Museo de Imágenes del Inconsciente que funciona en la mencionada institución. Pero más allá de las definiciones, tanto de la psiquiatría como del arte (arte psicopatológico, art brut, outsider art y arte degenerado), las sábanas pintadas de Fernando Diniz, los dibujos de Raphael que pasaron de las paredes de la enfermería a los muros del museo y las pinturas en papel higiénico de Carlos Pertuis están evidenciando los delgados límites entre la creación y la locura. También dan cuenta de que no todos los que pasaron por los talleres lograron una dimensión artística pero sí un beneficio terapéutico. El caso de Arthur Bispo do Rosário, otro de los artistas, es levemente distinto. Internado en la Colonia Juliano Moreira no contó con orientación terapéutica alguna. Sólo la buena voluntad del director que lo proveyó de sábanas, telas y objetos en desuso para que Bispo plasmara la salvación por medio del bordado. Toda la obra de Bispo está signada por un llamado divino que le ofrece la inmortalidad de todo aquello que él pueda representar. Obsesionado y poseído por este designio, Do Rosário acumula y clasifica objetos logrando verdaderas instalaciones y usa los jirones de su traje de interno para bordar, durante años, miles de nombres y figuras en telas. Unos tapices que ostentan un bello y misterioso sentido de eternidad.

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