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MADRE WEIGEL
A treinta años de la muerte de Hellene Weigel, mujer
de Bertolt Brecht, Cipe Lincovsky le rinde homenaje.

Por Cipe Lincovsky

1957 Octubre 10. Un teatro como muchos otros; sentada en una butaca como muchas otras, aunque en ese momento pensé: “Tal vez él se sentó alguna vez en esta butaca dando órdenes a sus asistentes”; en un escenario como muchos otros... apareció un carro y en el carro ella, con ella y con todo lo que la rodeaba y allí recibí la gran comprobación de que el teatro sí, sí, es una creación y que el actor sí, sí es un creador. Su boca, la de Madre Coraje, se abrió en un grito ensordecedoramente mudo, la máscara de la Princesa Abaschvili continuaba en su cuerpo, en sus manos como una unidad. Vlasowa era el aullido de decenas de hombres y un amigo mío que estaba sentado al lado me dijo: “Tenemos que guardar bien lo que estamos viendo porque ellos nunca van a ir a la Argentina y nosotros nunca vamos a volver”. Y yo, muy tranquila, mirando el telón con la paloma de Picasso, le dije: “Yo en este escenario voy a trabajar”.
Dieciocho meses después, trabajé. Fue mi primer encuentro con ella, con la Weigel, en la cantina del Berliner. No podía creer lo que me pasaba, sentada a la mesa con Madre Coraje, con Galileo, con Mechi Messer, con Katrin, con todos esos personajes que hicieron historia en el teatro del siglo XX. Y ella me tomó la mano y me dijo: “Cipelein, tenés que volver a ocupar un lugar aquí, en este teatro”. “Frau Weigel”, dije yo... “Llamame Helli”, dijo ella.

1959 Marzo 5. “Cipele, mejor cambiate en mi camarín... Ah esa foto chiquita es para vos, es Brecht cuando tenía 18 años”... “Helli yo”... “A no llorar ahora que tenés que subir al escenario... toi...toi...toi...”.
Era la primera vez que un teatro de Berlín West pasaba a Berlin Ost. Fue un acontecimiento histórico-político. Nunca antes ni nunca después hasta la caída del Muro, y fue ella, sólo ella podía lograrlo. Y logró que la primera obra antinazi que se estrenó en Berlin West, Yo solo y ningún ángel de Thomas Harlan, pasara al escenario del Berliner.
Me agaché y pasé al escenario.

1961 Mayo 12. Apareció su figura menuda en un palco, subió al escenario del Berliner dijo: “Esto que vimos y escuchamos y sentimos en Cipe es el mejor regalo para mis 61 años”. Me rodeó con sus brazos y delante de esa sala delirante empecé a llorar como si estuviera en brazos de mi madre.
Fue esa noche de su cumpleaños que canté por primera vez en mi vida un tango, porque fue la única condición que me puso Helli. Nunca antes había cantado y era tal el miedo que tenía porque en la sala estaban todos los intelectuales de las dos Alemanias –seguramente fue la última vez que se juntaron porque tres meses después, en agosto, se levantó el Muro– que salí desde el fondo del escenario diciéndome “Me caigo, me hago la desmayada, me llevan a la clínica, se dan cuenta que es mentira y me meten en cana, pero el cónsul argentino de Berlin West está en la sala y seguro que me saca”; lo habré repetido unas cinco veces hasta que llegué adelante y dije: “Malena, Malena”.

1963 Un día de enero sentada al borde de su cama. Salía de una cura de sueño y me dijo: “Sangre como la suya hace falta de nuevo en nuestro teatro”.

1965 Un día de abril. “Un fantasma negro voy a parecer en esto... ¿Cómo se llama? ¿Poncho? Sobre los pies de la cama lo pongo, ¿no te enojás?”. Muchos años después me enteré de que ella lo tenía siempre sobre su cama. Era el poncho que usé durante toda la campaña de Güemes en la película Juana Azurduy que yo filmé en Berlín.

1967 Un día de enero. “Cipele, ¿por qué no cantás Las tres hermanas? Brecht decía que era una de las canciones folklóricas con contenido socialy poético más ricas...”, me dijo y se levantó de la mesa, se acercó a un mueble de esos enormes que se encuentran en esas casas con techos altos como la de ellos, abrió un cajón, sacó un papel bastante amarillento y me dijo: “Cantala”. Y yo desde ese día en todos mis unipersonales la canto: “En el mundo hay un país con ese nombre, hay una calle con ese nombre y en esa calle trabajan tres hermanas. Una vende flores, la otra cordones para los zapatos, y la tercera se vende a sí misma. Las hermanas no odian a la que vende su cuerpo sino que las tres odian el mundo, el país y la calle”.

1971 Mayo 2. Frases... frases... fotos... cargas... su voz grabada... eso es lo que
tenía aquí en casa de ella, de ella que es un capítulo de la historia del teatro moderno.

2001 Mayo 2. Treinta años se cumplen desde que la acostaron al lado de la piedra de Bertolt Brecht. Yo conocí a la actriz Helene Weigel y fui amiga de Helli.

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