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¿Dónde están mis hermanas?

POR SALMAN RUSHDIE

Siempre me consideré afortunado por venir de una gran familia india dominada por mujeres. No tengo hermanos, pero sí muchas hermanas (tres y créanme: eso es mucho). Las hermanas de mi madre son un par de tías formidables e irresistibles. En mi generación de primos, el número de nenas sobrepasa al de varones en una proporción de 2 a 1. Durante mi infancia, las casas familiares en la India y Pakistán estaban plagadas de las instrucciones, peleas, risas y ambiciones de estas mujeres. Pocas de ellas se asemejaban al estereotipo de mujeres indias tímidas y modestas. Estas eran mujeres que tenían opiniones, volubles, inteligentes, graciosas, que gesticulaban todo el tiempo: abogadas, maestras, radicalizadas, emocionantes, matriarcas. Para poder ser escuchado estando entre ellas no sólo había que alzar la voz, sino tener algo interesante para decir. Si no vale la pena escucharte, ciertamente nadie te prestará atención.
Como resultado de esto, hasta el día de hoy me siento como en casa en compañía de mujeres. En mi círculo de amigos hay muchas más mujeres que hombres. En mis libros siempre busqué crear personajes femeninos tan ricos y poderosos como las mujeres que conocí. Los hombres en mis libros rara vez son tan glamorosos como las mujeres. Esto es como debe ser o, en mi experiencia, como ha sido la mayoría de las veces. Por eso es perturbador que estas mujeres, o al menos sus potenciales sucesoras en la generación de indias que se está concibiendo, pronto se convertirán en una especie en peligro de extinción.
A pesar de la ilegalidad de la práctica –y al cubierto de controles de salud espurios–, los tests de ultrasonido destinados a averiguar el sexo de los fetos se usan cada vez más en la India para identificar, y después abortar, una obscena cantidad de saludables fetos femeninos. La población está desequilibrándose rápidamente, y en un grado genuinamente alarmante, hacia la dominación numérica de los machos.
Aquí hay una cuestión complicada para los partidarios de la libre elección, entre los que siempre me conté y a los que siempre apoyé. ¿Qué debe hacerse cuando una mujer usa el poder que tiene sobre su cuerpo y elige discriminar en contra de los fetos femeninos? Muchos opinadores indios dicen que si estos abortos discriminatorios deben terminar, la decisión depende de las mujeres indias. Pero las mujeres indias parecen desear varones tanto como sus maridos. En gran parte esto se debe a las presiones de una sociedad machista, incluido el sistema de dote. Pero fundamentalmente se debe a la tecnología moderna puesta al servicio de actitudes sociales medievales. Y claramente no todas las mujeres indias están tan emancipadas en pensamiento y acción como aquellas entre las que tuve la suerte de criarme. La India tradicional todavía existe, y sus valores siguen siendo poderosos. Mujeres cuídense de las mujeres: una vieja historia a la que se le acaba de dar una tenebrosa vuelta de tuerca ginecológica. Desde que Indira y Sanjay Gandhi intentaron introducir el control de natalidad por decreto mediante las vasectomías forzadas y excesivas de los ‘70, les ha sido muy difícil a las masas indias aceptar la idea de planeamiento familiar. Los ataques de la Madre Teresa a la contracepción tampoco ayudaron.
Ultimamente, los nacionalistas hindúes han hecho las cosas aún más complicadas al sugerir que la población musulmana del país se está reproduciendo más rápidamente que los hindúes, provocando que el hinduismo esté amenazado (y esto aun cuando la mayoría hindú constituye el 85 por ciento de la población). El aborto y la contracepción, hasta ahora habían sido condenados por los líderes religiosos indios. Como resultado, la población de la India superará demográficamente a China en una década. Pero ahora, de pronto, ponerle fin a los embarazos se ha convertido en una práctica aceptable entre muchas indias, por la más objetable de las razones; y los argumentos acerca de los problemas urgentes de sobrepoblación hacen que el asunto sea aún más sombrío. Hay quienes creen que la nueva ola de abortos es benéfica porque la preferencia en cuanto a varones significa que las parejas indias seguirían teniendo hijas hasta que llegue el varón, contribuyendo así a la superpoblación. Permitirles tener la opción de abortar a las hijas no reducirá el número de niñas, sólo ayudará a que no haya demasiadas. El problema con esta teoría es que la evidencia estadística indica que en la próxima generación escasearán las mujeres. ¿Y entonces qué? ¿Las niñas serán más valiosas de lo que lo son hoy, o la masculinización de la sociedad india, reforzada por la mayoría de número, simplemente creará más y más machos, y se olvidará de las mujeres?
No todos los problemas tienen una solución inmediata. Aún cuando la nación se imagina como una mujer –Bharat Mata, La Madre India– y aun cuando, en el hinduismo, el principio dinámico de Dios –Shakti– es femenino, el escándalo de las niñas que desaparecen en India sólo terminará si el país supera siglos de prejuicios en contra de las mujeres. Esto no significa que no se pueda hacer nada. El gobierno puede y debe intervenir en las clínicas donde se perpetran estudios de ultrasonido, que están permitiendo que la gente desafíe a la ley. Debe proveer beneficios estatales para las familias con hijas y quizá, por un tiempo, castigar con impuestos a las familias con varones.
Los políticos, educadores, activistas e incluso los periodistas deben atacar los prejuicios milenarios que son el corazón del problema. Al final, todo se reduce a esto: ¿está preparada la India de hoy para ser el país que se deshace de sus hijas porque las cree inferiores a los hombres? Los padres que están haciendo esto quizás algún día deban enfrentarse a las preguntas de los hijos a los que les permitieron vivir, y esa pregunta será: “¿Dónde están mis hermanas?”. ¿Qué les contestarán?

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