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El Catador Catado Hoy: el fin del mundo según Evolución

¿Por qué los meteoritos siempre
caen en Estados Unidos?

Después de taladrarnos el cerebro con la posibilidad de que un meteorito elefantiásico destruyera el planeta con nosotros adentro, Hollywood insiste con el fin del mundo. El Catador Catado fue a ver Evolución y descubrió que ni Ivan Reitman (que ya había incurrido en el tema con Los cazafantasmas) ni David Duchovny (el agente Fox Mulder) ni la mismísima Julianne Moore consiguen revertir lo inexorable: en cuestiones de apocalipsis, el rezagado es Hollywood.

POR MARIANA ENRIQUEZ

Un meteorito golpea la Tierra. En realidad cae en el desierto de Arizona. Porque, como bien sabe cualquier espectador de películas de ciencia ficción de Hollywood, los aliens siempre se lanzan sobre Estados Unidos porque es el único país que les importa. Cerca del desierto hay una escuela secundaria donde enseña biología Ira Kane (David Duchovny/Fox Mulder), quien antes trabajaba para el Pentágono, pero por un error fue despedido y acabó como maestro de provincias. Kane se entera del meteorito, y junto a un amigo entrenador de fútbol femenino (Orlando Jones) se apersonan en el lugar para tomar una muestra de la piedra extraterrestre. Resulta que el meteorito no es tal: se trata de un organismo alienígena que evoluciona y se reproduce (de unicelulares a primates) en cuestión de horas, y que acabará conquistando al mundo (por supuesto, los bichos son dañinos; es decir, matan humanos). Kane y su compadre se consideran descubridores de la plaga, pero pronto llega el ejército y acordona el desierto tipo Rosswell, robándoles la gloria. Como ellos dos son tercos, romperán una y otra vez el cerco. Y como, a pesar de sus torpezas, son mejores investigadores que los militares, pronto van a descubrir cómo exterminar la plaga: hay que tirarles selenio, una sustancia que se encuentra –oh detalle– en un champú anticaspa. A esta altura, los salvadores del universo tienen dos compañeros más en la lucha quijotesca: la doctora Reed (Julianne Moore) que renuncia al Pentágono y a sus funciones después de enamorarse de Duchovny, y un aspirante a bombero tonto y re–tonto (Sean William Scott, de American Pie).
La fórmula de esta comedia de Ivan Reitman es sencilla: antihéroes que por error se transforman en héroes, un poco inútiles y un poco eficientes, como lo eran los investigadores de lo paranormal en Los cazafantasmas, la película que Reitman dirigió en los 80 y a la que no deja de citar en Evolución, al punto que uno de los cazafantasmas originales (Dan Aykroyd) aparece como un campechano gobernador de Arizona. Evolución podría ser mucho mejor. Que David Duchovny aparezca tomándose el pelo, interpretando a un ex investigador del Pentágono (especie de Fox Mulder patético) es una buena idea. Que los aliens mueran víctimas de un champú anticaspa es un buen gag. Las criaturas diseñadas por Phil Tippet (Jurassic Park) son excelentes, entre graciosas y mortíferas (y hasta se da el lujo de citar al Alien de H.R. Giger en varias oportunidades). Pero el guión es dolorosamente obvio. Cualquier cinéfilo moderado ya escuchó cada uno de los chistes una y otra vez. Ejemplo: cuando los investigadores descubren que el meteorito está procreando millones de gusanos desde el lugar donde hizo impacto, Harry dice: “Parece la cocina de mi primer departamento”. Cuando descubren que las criaturas se reproducen por mitosis (separación), a todos les parece aburrido que no tengan sexo. Ah, además la doctora Reed (que parece ser muy científica y seria) se da porrazos cada dos por tres, porque todos sabemos que los científicos son distraídos, y porque los directores de comedias siguen creyendo que los gags basados en la torpeza funcionan igual que en la época de Chaplin.
Ivan Reitman viene de hacer varias comedias escatológicas, y allá en el principio de los tiempos sus chistes chanchos funcionaban, pero después de los hermanos Farrelly, Tom Green, “Jackass” y “South Park”, la caca y los pedos ya no son tan graciosos. Es como si una suerte de moda guarra se hubiera extendido por Hollywood y ninguna comedia pudiera evitarlas. Las chanchadas en Evolución son previsibles y además hay demasiados chistes alrededor del culo. Cuando el geólogo Harry ve una de las primeras criaturas, dice que esa cabeza (que es grande) parece el culo de la doctora Reed (Julianne Moore no se destaca por ser una mujer especialmente curvilínea). Hacia el final, para vencer a un gran monstruo alien, le dan una enema (de Head & Shoulders). Cuando Ira Kane se enoja con su ex superior del ejército, se baja los pantalones (demostrando, para colmo, que David Duchovny no está tan bien terminado como desearían las fantasías femeninas). En otro momento, una mosca alien penetra en el cuerpo del falso geólogo: se la puede ver recorriendo el organismo apenas debajo dela piel, hasta que, por algún motivo, la mosca llega al colon y, por supuesto, hay que retirar la mosca del cuerpo de la víctima por el ano, en un chiste malo que sólo está allí para sacar y meter algo del culo, que es tan gracioso.
Demasiados lugares comunes son un problema, lo mismo que las constantes citas a otras películas, intencionales o no. Cuando están persiguiendo a un dragón extraterrestre en un shopping, Wayne logra atraerlo cantando: aparentemente, el alien se perturba con la melodía. Algo muy similar pasaba en Marte ataca de Tim Burton, donde una enervante canción tirolesa provocaba la muerte de los marcianos. Los militares también parecen calcados del film de Burton y, como aquéllos, están igualmente obsesionados por tirar napalm. Además, ¿no es suficiente, ya, de hacer chistes con el costado vulgar del ciudadano norteamericano medio? Ya todos sabemos que los americanos son gordos y tontos, que comen porquerías, que su hábitat natural es un shopping, que están obsesionados por las armas, que creen que el mundo se termina en el Río Grande, que sus políticos gritan cosas como “saquen a estos bichos de mi estado”, que las fuerzas armadas sólo quieren tirar bombas y que los adolescentes no piensan. Seguir burlándose de eso es, por lo menos, aburrido. Seguir insistiendo con la vuelta de tuerca de que esos idiotas sean finalmente los héroes (dos alumnos gordos y fans de las papas fritas son los que le sugieren a Kane que el champú Head & Shoulders acabará con los monstruos) es obvio. Habrá que empezar a buscar otros defectos del ser nacional norteamericano o los espectadores morirán de tedio.
En realidad, cualquier film “serio” de ciencia ficción patriotera norteamericana es más cómico que Evolución. Armaggedon, por ejemplo, donde un Bruce Willis petrolero era lanzado al espacio para meterle una bomba nuclear a un meteorito (del tamaño de Texas) que se acercaba a toda velocidad a la Tierra (léase Estados Unidos). Que el bueno de Bruce lo lograra, que salvara a la humanidad y muriera en el intento, y que todo eso estuviera dirigido por un improbable Billy Bob Thornton como jefe de la NASA (una elección de casting demente) era mucho más gracioso que cualquier comedia, sobre todo porque iba en serio. Una situación similar ocurría entre Día de la Independencia y Marte ataca: una pretendía ser una sátira de la otra, pero era difícil discernir cuál de las dos era el chiste. Poco sentido tiene satirizar la ciencia ficción de los 50 o de los 90, o del 2000, si es imposible superar el bochorno de las originales. Salvo que se lo haga con un poquito más de originalidad e inteligencia de lo que demuestra Reitman. Habrá que seguir esperando la segunda parte de Hombres de negro. Y si también es mala, que se acabe el mundo nomás.

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