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Yo me pregunto

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Hollywood apesta
Con su ombliguismo característico, cuando los yanquis se enteraron de que el italiano Mauricio Cattelan (ver su Papa volteado por un meteorito en Radar Nº 255) haría una réplica del cartel de Hollywood para la Bienal de Venecia, decidieron fletar un charter de VIPs del mundo del espectáculo al magno evento, que tendría lugar no en Venecia sino en una de las colinas que rodean Palermo, en Sicilia. Lo que no sabía la ilustre concurrencia era que el pícaro Cattelan eligió estratégicamente el lugar donde alzar la réplica: en una colina de “relleno sanitario” (es decir, de residuos procesados símil Cinturón Ecológico) y usando auténticas bolsas de basura sin procesar para sostener los andamios metálicos. Parece que, en el momento de la inauguración, los VIPs hollywoodenses que aterrizaron en Sicilia se sintieron como en casa, metafóricamente hablando, con los efluvios nauseabundos que llegaban a sus narices mientras degustaban canapés y champagne sin soltar sus celulares satelitales.

Trabajando el objeto
Estrenaron en el Festival de Teatro de Edimburgo y hoy son la sensación del West End londinense. Simon Morley y David Friend describen su rutina como “el Ancestral Arte Australiano del Origami Genital”. La rutina en cuestión (titulada Puppetry of the Penis) consiste en exponer en público sus partes privadas, manipulándolas como si fueran títeres y vistiéndolas con diferentes modelitos a lo largo del show: para hacer “El Monstruo de Loch Ness”, por ejemplo (un raro molusco que va “despertando” de su ensoñación), o “El Windsurfer” (donde el escroto se convierte en vela mientras el titiritero va y viene por el escenario sobre una tabla de skate) o “El Fruto de la Pasión” (donde explican a la audiencia cómo realizar una función en casa, con sus propios “títeres”). Para aquellos que no están en las primeras filas hay una pantalla gigante que permite no perderse detalle de los expresivos movimientos de los títeres. Según Morley y Friend, la idea empezó como un chiste, siguió como una provocación (“todas las noches nos preguntábamos cuándo nos prohibirían”) y ahora planean llevar sus “muñecos” a Broadway. ¿Se habrán agrandado, los cabezones, teniendo en cuenta el tamaño de los escenarios neoyorquinos?

ROSA, DE LEJOS

Si la sección de los clasificados de Ambito Financiero en que suele aparecer este aviso ya es de por sí bastante destacada, el caso de la publicidad de la Blue Rose Collection brilla con luz propia. Entre las ofertas standard de sadomaso (látigos, máscaras, esposas, etc.) y los enigmáticos de siempre para el no iniciado en el sex shopping (¿qué es un desarrollador?), salta a la vista una verdadera novedad: la “tanga vibradora con control remoto”. ¡Hacela vibrar desde lejos!, propone el anunciante, con una sugestiva confianza en la eficiencia del mencionado control remoto. La pregunta es: ¿qué pasa si la tanguita en cuestión sufre una interferencia súbita –de algún celular, walkie talkie o hasta la alarma de un auto– y se le ocurre ponerse a vibrar por las suyas cuando su dueña está en un colectivo repleto en hora pico, por ejemplo?

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