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El Rey del Cielo

POLEMICAS ¿Es el hombre más inteligente del mundo? ¿Es un manipulador que usufructúa la imagen de una mente brillante en un cuerpo arruinado? Con la inminente publicación de su nuevo libro, la figura de Stephen Hawking será sometida nuevamente al escrutinio público. Radar anticipa los ejes de la discusión y saca a relucir algunos trapitos sucios del científico estrella de Cambridge.

Por POPE BROCK, de Talk

Estados Unidos plantó su bandera en la Luna, pero el Rey del Cielo es inglés: el físico Stephen Hawking. Además, el amo del espacio tiene la ubicuidad del Supremo: difícil no topárselo en la TV británica en los últimos tiempos, volando por el espacio en su silla de ruedas como parte de un comercial de Egg Investments. Antes de eso, estuvo volando catódicamente para los anteojos Specsavers. Pero a Hawking también le gusta frecuentar otro tipo de estrellas: almorzó con Cher, charló con Shirley MacLaine, lo fotografió Herb Ritts. En 1988 dio una charla en la Casa Blanca, introducido por un cuarteto de cuerdas de mujeres en rojos atuendos militares, tocando Haydn. Escribió la introducción para The Physics of Star Trek, un libro sobre “Viaje a las estrellas”. Contribuyó su voz para sendos episodios de Futurama y Los Simpson. Es el cometa que todos pueden identificar, el científico vivo más famoso, el heredero de Newton y Einstein. Antes de que llegara Hawking, la ciencia parecía no tener cara ya para el hombre común. Pero en 1988 se editó su best-seller titánico Una historia del tiempo y todo cambió. De golpe, pensar estaba de moda. Todo esto gracias a un libro escrito con la prosa más agreste desde Kant. Vendió diez millones de ejemplares en cuarenta idiomas. Y era incomprensible en todos ellos. Pero vendió lo mismo. Era esa clase de libros que mucha gente compra sólo para tener. Como pagar por un terreno en el espacio. O, si se quiere, por un pedazo de Hawking: la fabulosa imagen de un genio en silla de ruedas, paseando con su cerebro hasta los confines del universo.
Más de diez años después, Hawking está a punto de editar un nuevo libro. Saldrá en noviembre (en inglés), se llamará The Universe in a Nutshell (“El universo en una cáscara de nuez”, o también “El universo en pocas palabras”), título inspirado en aquella frase de Hamlet: “I could be bounded in a nutshell and count myself a king of infinite space”. Su publicación tendrá lugar en medio de un clima de enorme expectativas y rumores, como todo segundo libro después de un debut tan exitoso. Sus publicistas afirman que es una mirada “muy optimista” acerca del futuro y que es un libro “amigable”. El agente de Hawking jura que será más fácil de leer. “Algunos encontraron Una historia del tiempo un poco demasiado complicada”, concede el agente. Pero quizá lo más interesante de este evento editorial será observar qué le deparará el futuro de Hawking: si reafirma su status como ídolo científico de nuestra era o abre un debate en torno a su figura.
Hasta el momento no hubo debate. De todos los aspectos del fenómeno Hawking, el más notable es que, a pesar de su celebridad, nunca fue acosado por la prensa amarilla. Sólo ha recibido reverencia de parte de los medios. Es que su coraje parece de otro mundo: a los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (también conocida como enfermedad de Lou Gehrig) y le informaron que moriría en tres años. Estadísticamente así debió ser: sólo el 5 por ciento de los pacientes que sufren esa enfermedad sobreviven más tiempo. Sin capacidad para hablar ni para moverse (salvo los ojos y los músculos de los dedos), Hawking se comunica usando una terminal de computadora instalada en el brazo de su silla de ruedas y sigue dando vueltas 38 años después de aquel diagnóstico, gracias, entre otras cosas, a su habilidad para someter a los otros a su voluntad. Como escribió alguna vez su hija Lucy, que hoy tiene treinta años: “Tiene una inmensa capacidad para presionar a quienes están a su alrededor hasta llevarlos al límite del colapso. Y lo disfruta”.
El “personaje” Hawking, ése que conjuga una feroz fuerza de voluntad con un enorme intelecto, se forjó en los años en que no era famoso, ni pensaba que lo sería: mientras era estudiante en Oxford, cuando enfermó, y más tarde en Cambridge, donde hizo su doctorado en los ‘60. Desde que apareció Una historia del tiempo y llegó la fama, algunos detalles acerca de su vida privada accedieron al dominio público. El primero fue en 1990, cuando se publicó la sorprendente noticia de que había abandonado a su esposa luego de 25 años de matrimonio, para mudarse con una de sus enfermeras,Elaine Mason (esposa de David Mason, el hombre que le diseñó a Hawking el aparato electrónico a través del cual puede hablar). Esto, que causó incertidumbre y rumores, por lo menos en Cambridge, pronto fue reformulado a su favor por la prensa: demostraba las ganas de vivir de Hawking. De hecho, en septiembre de 1995 la pareja se casó sin demasiado escándalo.
Su perfil público permaneció inmaculado hasta que su ex esposa publicó en 1999 el libro Music To Move The Stars. Allí, Jane Hawking (ahora Jones) detallaba escenas de su matrimonio: el devastador trabajo de cuidarlo, y sobre todo el efecto tóxico de la fama, que en su opinión lo convirtió en un “emperador todopoderoso” y un “manipulador consumado”. A Hawking lo enfureció el libro, aunque jamás lo leyó. El año pasado se estrenó en Inglaterra una extraña obra de teatro llamada Dios y Stephen Hawking, que estuvo de gira algunos meses. Escrita por Robin Hawdon, era una discusión filosófica entre Hawking (interpretado por el veterano miembro de la Royal Shakespeare Company Stephen Boxer) y Dios, con apariciones estelares de Einstein y Newton. Este raro entretenimiento murió prematuramente gracias a la malas críticas (entre ellas la de Hawking, que denunció la pieza en la revista Physics World calificándola de “estúpida, profundamente ofensiva e invasiva de mi privacidad”, quizá porque la obra posee veladas referencias a su vida amorosa).
Pero todas estas máculas no han hecho mella en ese monumento público llamado Stephen Hawking, uno de los fetiches de Cambridge, donde es titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas. La universidad funciona como una especie de madre para él: lo defiende, lo cuida, lo contiene. Después de todo, Hawking vale muchísimo dinero. La mayor parte de los 80 millones donados para el Centro de Estudios Matemáticos llegaron a la Universidad gracias a su fama. “Y el Instituto Isaac Newton está allí gracias a él”, dice un físico relacionado con la Universidad, “porque todos piensan que es el nuevo Einstein”. De hecho, cada vez que aparecen donantes potenciales en Cambridge, sacan a relucir la silla de ruedas, con Hawking incluido. Entre quienes donaron grandes cifras a Cambridge últimamente, el más generoso fue Bill Gates. En 1997 Microsoft estableció allí un laboratorio de investigación y el otoño pasado la Fundación Bill & Melinda Gates anunció que donará 210 millones para crear un programa de becas en Cambridge, similar al que funciona en Oxford con las becas Rhodes. Nathan Myhrvold, ex jefe de tecnología de Microsoft y uno de los consejeros más cercanos a Gates, fue el factotum de la donación. Cabe agregar que Myhrvold fue uno de los alumnos de Hawking cuando éste dictaba la cátedra de Cosmología. Adorado y cuidado por todos, Hawking pasea por Cambridge demostrando un manejo de su silla comparable al que tenía Paganini con la orquesta: con débiles toques de sus dedos en los controles logra desplegar una amplia gama de humores y mensajes, desde dar vueltas alegremente alrededor de los que aprecia hasta pisarles los pies a quienes le caen mal. Sus colegas atienden ansiosamente sus necesidades de inválido. No tienen demasiadas opciones. “El que no acepta ser su sirviente tiene problemas”, dice un ex miembro de su círculo de ayudantes. Y algunos físicos le temen porque, por lo menos en Inglaterra, es muy difícil hacer carrera en contra de los deseos de Hawking.
Vital para la mística es, por supuesto, el mito en torno al intelecto de Hawking. La prensa lo considera “el hombre más inteligente del mundo”, “el heredero indiscutido de Einstein, Newton y Galileo”. En su presencia hasta al New York Times le tiemblan las rodillas: “Una estrella intelectual de primera línea, que fue más allá de la imaginación de Eisntein”, dijeron allí de él. El mismo Hawking se encarga de alimentar con entusiasmo esa reputación: en 1993, por ejemplo, apareció en la película Star Trek: The Next Generation jugando al poker con Einstein y Newton (Newton se iba al mazo, Einstein pedía más cartas y Hawking lo destrozaba con un flush de piques). ¿Pero es realmente tan inteligente? Hay que admitir que más que la mayoría. Su trabajo matemático es tan sofisticado que el 99 por ciento de la población no tiene la más pálida idea de lo que trata. Sus pares sí.Y en una sugestiva encuesta publicada en diciembre de 1999 en Physics World, que preguntaba a las 250 físicos más importantes del mundo quiénes eran las figuras descollantes de todos los tiempos en ese campo, Einstein obtuvo la mayoría de votos: 119. Newton salió segundo con 96. Hawking obtuvo apenas uno.
“Es difícil hablar de él”, dice un físico de la UCLA que prefiere no dar su nombre. “Triunfó ante la adversidad. Ha hecho trabajos matemáticos bellísimos. Pero el mito no tiene nada que ver con la realidad.” Peter Coles, profesor de astrofísica de la Universidad de Nottingham, también lo cuestiona: “Tengo mucho respeto por Hawking como científico. Es un hombre brillante que ha hecho cosas muy interesantes. Pero no creo que pueda ubicárselo cerca de Newton o Einstein. ¿Qué ha hecho Hawking comparado con ellos? Ha corregido algunas cosas. Ha agregado algunas notas a pie de página. Pero otros físicos del siglo veinte han tenido mucho mayor impacto. Muchos más, de hecho”. Coles es uno de los pocos que se atreven a hablar francamente de Hawking y su trabajo. “Obviamente ha hecho trabajo intelectual de primera línea. El 98 por ciento de los científicos matarían por haber formulado los teoremas de la singularidad que Hawking hizo con Penrose.” Pero su trabajo no sólo no provee una nueva visión del universo sino que no hay forma de demostrar si lo que dice es verdad. Cuando Hawking le dijo a Playboy en 1990 que era “muy difícil” observar los fenómenos sobre los que había trabajado, no fue preciso: es imposible comprobarlos, al menos hasta el momento. El físico Paul Davies, ex profesor de la Universidad de Adelaida en Australia, mandó una nota a Physics World donde decía: “Stephen Hawking no ha descubierto que los agujeros negros emiten radiación termal. Sólo ha descubierto un modelo matemático que predice eso”. Lo mismo puede decirse del resto de su trabajo: elegante pero inverificable.
Según Coles, “la comunidad científica ha tenido dos reacciones con respecto a la fama de Hawking. Una parte cree que le pasaron cosas muy duras y que ha logrado sacarle algo bueno a todo eso, estimulando el culto a su figura. La otra, sobre todo entre la gente fuera de Cambridge, cree que es un autopublicista desvergonzado y que a la larga le hará más mal que bien a la ciencia. Yo me ubico entre estas dos posiciones. Tengo en cuenta que muchas cosas se le deben disculpar por su enfermedad, pero la fama le ha dado demasiado poder”. Coles admite, no obstante, que Hawking tiene mucha personalidad. Y recuerda una oportunidad en que, después de un seminario en el Queen Mary College de Londres, Hawking y varios colegas se fueron a comer a un restaurante indio. “Algunos estudiantes habían recibido una cuenta de teléfono astronómica por llamadas a líneas de sexo. El jefe de departamento estaba comentando eso en la cena. Tenía la cuenta con él. Hawking marcó el número desde su silla de ruedas y a través de un parlante transmitió una especie de festival de lesbianas ardientes a todo el restaurant. Todos se reían. Hasta él, a pesar de su inexpresividad, tenía una sonrisa en sus ojos.”
Hawking sabe lo que quiere su público. La frase más famosa de su libro es la última, donde sostiene que una unificación de todas las teorías permitiría, de ser exitosa, “conocer la mente de Dios”. Hawking, sin embargo, no es creyente, y en una gira por Jerusalén negó en todas sus conferencias la existencia de Dios. ¿Por qué incluir la frase, entonces? “Porque vende”, sugiere Coles. “Mucha gente hace una conexión religiosa con los temas sobre los que ha investigado y él juega deliberadamente con eso.” Hay otra teoría al respecto, más bizarra: “Esa frase parece sacada de una película clase B, de los Frankenstein de los años ‘30: ¡Ahora sé lo que es ser Dios!”, sostiene Christopher Frayling, rector del London’s Royal College of Art y experto en películas de ciencia ficción. “Hawking toma su imagen de esos filmes. Es el epítome del científico clase B. Hay una larga tradición en películas, desde Metropolis de Fritz Lang, que presenta a los científicos como discapacitados. En Metropolis, el Dr. Rottwang tenía una mano negra de metal, nadie sabía por qué. Algúnexperimento malogrado, con seguridad. Después estuvo Albert Dekker en Dr. Cyclops... Hay cientos de ellos, generalmente sin brazos, a veces en silla de ruedas. La apoteosis es, por supuesto, el Dr. Strangelove.” Frayling sostiene que, entre otras cosas, las discapacidades que son plaga entre los científicos hollywoodenses son “un símbolo de que están viendo sólo una parte del todo”. Sumergirse en la teoría fílmica para entender a Hawking es quizá un poco excesivo. Pero si se agrega a la figura el sonido que tiene la voz de Hawking, procesada a través de esa computadora, desde que le hicieron la traqueotomía en 1985... como dice Frayling, “con el pelo de Einstein, lo tendría todo”.
Lo cierto es que existe en los medios una tendencia peculiar a deificar a los discapacitados. Algunas de las personas del Movimiento por los Derechos de los Discapacitados le han puesto un nombre incluso: “la mística del lisiado”. Según Jennifer Burnett, que trabaja con la Asociación Americana de Personas Discapacitadas, nadie detesta más esa condescendencia encubierta que los propios minusválidos. “Es un despropósito absoluto darle a alguien status de Superlisiado”, dice. “Además de exhibir una visión muy paternalista de los discapacitados.” Hawking ha hecho campaña por la causa, visitando hospitales y hasta apoyando un movimiento que le pide a la ONU una mayor participación en el tema. Mucha gente se inspira en él, y eso es indudablemente bueno. Aun así, algunos creen que Hawking también lucra con su enfermedad. “Si no tuviera una discapacidad, sería considerado un muy buen teórico. Como es discapacitado, se lo considera un genio”, resumió Gerard Hooft, ganador del Premio Nobel de Física en 1999. “Pero también es cierto que muchos sentíamos que la gente estaba perdiendo interés en la física. Un tipo como Hawking es muy importante para nosotros, por eso lo apoyamos. Actúa como un relaciones públicas en gran escala. Convierte la física en una batalla noble y gloriosa otra vez.”
Cuando Hawking comience a promocionar su nuevo libro en las semanas venideras, es evidente que será sometido a un escrutinio. Pero es difícil aventurar si su trono como Rey del Cielo está amenazado. Mientras tanto, amparado en la imagen de un cerebro brillante atrapado en un cuerpo arruinado, Hawking toca nuestras fibras más íntimas. Si no existiera, tendríamos que inventarlo. La pregunta es: ¿lo hemos hecho?

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