Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 




Vale decir


Volver



Las aventuras de una
chica afgana

Eventos En medio del crescendo bélico en Medio Oriente, se estrena en París Kandahar, una película de Mohsen Makhmalbaf sobre la huida de una chica afgana que no soporta la opresión talibán. Como si fuera poco, el viaje es real y recrea el de la protagonista, Niloufar Pazira, una mujer que se ofreció a filmar su historia tras el suicidio de una amiga que había dejado en Kabul.

Por Sergio S. Olguín

Cuando el próximo miércoles 24 de octubre se estrene en París Kandahar, el film de Mohsen Makhmalbaf, la figura del director, uno de los más célebres del cine iraní, quedará relegada por la presencia de su protagonista, Niloufar Pazira. El motivo: la chica de 28 años que carga sobre sí el peso de la historia de Kandahar es afgana, una nacionalidad más que conflictiva para una mujer de estos tiempos. Y si a eso se le suma que lo que se cuenta en la película está basado en la propia experiencia de Niloufar y que fue ella la que llevó adelante el proyecto cinematográfico, la chica afgana consigue despertar admiración por su atrevimiento y por poner en el centro de atención una realidad que la guerra o sus simulacros confunden y simplifican: una historia fílmica que tiene como punto de partida la decisión de suicidarse de una amiga de Niloufar que no soportó la opresión talibán.

KABUL 78
Hasta los atentados del 11 de septiembre, Afganistán había conseguido despertar la indignación internacional por la destrucción de unos monumentales budas y por la sistemática violación a los más elementales derechos humanos de las mujeres. Con la guerra, Afganistán pasó a ser simplemente “el país que oculta a Bin Laden”, relegando las otras cuestiones a un segundo plano, como si la situación de las mujeres fuera sólo un dato complementario de menor importancia.
Entregue o no a Bin Laden, cómplice o no de los atentados, no hay duda de que Afganistán sigue teniendo en el maltrato a las mujeres su punto más oscuro y repudiable. Un maltrato que no es nuevo pero que con la llegada al poder de los talibanes se convirtió en algo terrorífico a través de las prohibiciones a ejercer profesiones y a estudiar, el sometimiento absoluto con respecto a los hombres y la obligación de usar en público el burka (o burga), una prenda que cubre la cabeza y el rostro de las afganas y que es mucho más opresivo que el simple chador o hiyab que usan las demás mujeres del mundo musulmán.
Niloufar Pazira nunca había usado el hiyab y mucho menos el burka hasta la filmación de la película. Su vida puede ser calificada de privilegiada. Nació en 1973 en el seno de una familia acomodada de Kabul, la capital afgana. Sus padres eran burgueses de tendencia socialista pero poco comprometidos con la realidad de su país hasta que entraron brutalmente en el mundo real con el golpe de Estado de 1978 y la invasión soviética al año siguiente. Su padre pasó varios meses en prisión pero se quedaron igualmente en Kabul, a la espera del triunfo de la resistencia que crecía año a año. Niloufar tenía un ídolo y era el Comandante Massoud, “el león de Panshir”, líder de la resistencia, un personaje popular que se opuso también a los talibanes y que sorpresivamente fue asesinado el 9 de septiembre, dos días antes de los atentados.
La familia Pazira finalmente se exilió en 1989, cuando Niloufar tenía 16 años. Estuvieron alrededor de un año en Pakistán y luego cruzaron el mundo para instalarse en Canadá. En estos años Niloufar mantuvo el contacto con amigas que había dejado en Kabul y se licenció en periodismo y literatura en 1997 en la Universidad de Moncton. En 1998, recibió una carta de una de sus amigas que había quedado en Afganistán. En la carta le contaba que ya no soportaba más la vida bajo los talibanes y que había tomado una decisión: suicidarse el 11 de agosto de 1999, durante el último eclipse de sol del siglo XX. Niloufar no pudo hacer nada para detener la determinación de su amiga pero sí para denunciar la situación de la mujer afgana.

LA LEY DE LA FRONTERA
Mohsen Makhmalbaf es uno de los más destacados directores iraníes del momento y también uno de los más prolíficos. Con 44 años ya lleva realizados catorce films, algunos prohibidos en Irán, y tiene otro particular mérito: es el padre de Samira Makhmalbaf, una directora de cine que estrenó en Cannes su primera obra, La manzana, a los 18 años. De Makhmalbaf padre, en Argentina se estrenaron oficialmente dos de sus películas: El silencio y Gabbeh.
Niloufar Pazira conocía la obra de Makhmalbaf y viajó a Irán con dos ideas: entrar clandestinamente a Afganistán y contactar al director para que filme su viaje. Makhmalbaf quedó fascinado por el proyecto (y se supone que también con la chica) e iniciaron la forma de llevarlo a cabo.
Pronto se dieron cuenta de que la idea era casi irrealizable. Entrar ilegalmente a Afganistán era una empresa suicida. No sólo por los talibanes sino porque la frontera irano-afgana es parte de la ruta de los traficantes de heroína y los asaltantes de caminos abundan tanto como los que huyen del país. Pero había sobre todo un problema mayor: las minas antipersonales que infectan el territorio afgano y que se cobran miles de víctimas por año, entre muertos y mutilados.
Makhmalbaf le hizo una contrapropuesta que Niloufar aceptó: filmar una película de ficción protagonizada por ella utilizando la misma historia y realizarla en los campos de refugiados afganos que se encuentran a lo largo de la frontera. El resultado fue Kandahar, una película a medio camino entre la ficción y el documental, que respetó en gran parte la historia de Niloufar. Los únicos cambios son que la amiga se convirtió en hermana menor, el objetivo del viaje no es Kabul sino Kandahar (el centro político de los talibanes) y la periodista proveniente de Canadá no se llama Niloufar sino Nefas, un nombre cuya traducción encierra una metáfora: Nefas significa “aliento”, “respiración”. Una forma de combatir el ahogo materializado en el burka.
La filmación llevó tres meses entre afganos refugiados que nunca habían visto una cámara ni sospechaban la existencia de algo llamado cine. Campos de refugiados atendidos por una Cruz Roja desbordada, dominados por el hambre, las enfermedades y las mutilaciones. Un verdadero descenso a los infiernos que reafirmaba y superaba la idea del film: la agonía de las mujeres afganas es la agonía de todo su pueblo.
Como en otras de sus películas, Makhmalbaf se las ingenió para trabajar con personas comunes y no con actores. En una entrevista realizada por Libération, Niloufar declaró: “No me dio ningún placer actuar en Kandahar. Lo hice obligada por las circunstancias y esperando que la gente reaccione. Sería muy feliz si pudiera atraer, aunque sea un segundo, la atención sobre la tragedia que vive actualmente mi país y sobre la miseria de la mujer afgana. Todas las afganas viven con la misma desesperanza que mi amiga”.
El coprotagonista de la película es un médico negro norteamericano que, tanto en la realidad como en la ficción, abandonó su país, abrazó el islamismo y se fue a Irán en busca de una revelación divina.
La película fue presentada en el Festival de Cannes de este año y fue recibida con críticas a favor y en contra. Se le reprocha a Makhmalbaf el esteticismo y la mirada condescendiente, bien pensante, sobre los hechos. Le Monde afirmó: “Este largo clip al servicio de una causa humanitaria no molestará a nadie, ni en Cannes ni en ninguna parte”. Mientras, Ecran Noir opinó: “la película es una mezcla de documental a la National Geografic y un film típicamente iraní, con alguna escenas fuertes poseedoras de metáforas magníficas. Se ven prótesis de piernas arrojadas en paracaídas, un desierto asombrosamente poblado de coloridos fantasmas... La escena del campamento de la Cruz Roja es insoportablemente realista”.
Niloufar tuvo que usar el burka para filmar y para llevar a cabo, finalmente, su idea primigenia: volver a Afganistán. Estuvo 24 horas del lado afgano desafiando todos los peligros. Ahora ha regresado a Canadá, al ámbito universitario, donde prepara una tesis sobre la situación de la mujer afgana. “He puesto mi alma en este viaje en el que tomé caminos inexplorados para ofrecerte una razón para vivir. Atravesé plantaciones deopio, campos minados... hoy te traigo mil magníficas razones de vida”, dice Nefas en la película en un mensaje grabado a su hermana suicida, a una mujer afgana que muy probablemente nunca llegue a escucharlo.

 

arriba