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de las narices

Plástica Hasta la semana que viene pueden verse en la galería Rubbers las series de acuarelas en que Fermín Eguía retoma lo que llama su “período nariguil” y revisita el siniestro paisajismo del Tigre. Entusiasmado por la muestra, Ricardo Piglia decidió sentarse a charlar con Eguía para departir sobre El Tigre, las modelos, el misterio de los títulos en los cuadros, los aspectos literarios de la plástica y hasta las internas entre acuarelistas.

POR LAURA ISOLA

La sala de exposiciones de la galería Rubbers es de paredes negras, más bien chica y recoleta. Los cuadros que se están exhibiendo por estos días son las acuarelas de Fermín Eguía, que se instalan con una comodidad inusitada en esos paneles oscuros, como si nunca hubieran estado en otra parte. Sin embargo, nada de este bienestar se relaciona con la temática de sus trabajos que resulta inquietantemente incómoda, reforzada por la sutileza de la ironía y la supuesta mansedumbre de la acuarela. Asimismo, la obra reciente de este pintor, nacido en Comodoro Rivadavia, plantea dos líneas de fuga: una serie vinculada al paisaje, y que inmediatamente se asocia a El Tigre por el preciosismo de sus follajes, los riachos, las lanchas y las noches húmedas y plomizas; la otra es una vuelta al “Período nariguil”, donde las narices son los personajes que deambulan por los cuadros con sus fuertes y caminadoras piernas, con sus trajes y sus máscaras, en campos y ciudades.
Pero la sala no sólo alberga cuadros. En medio de paisajes y narices Ricardo Piglia y Fermín Eguía se sientan a conversar con la habitualidad de una relación de años, aunque no pueden dejar de lado la asociación repentina, las nuevas ideas y el extrañamiento que produce el trabajo de este artista.
Piglia: No podría elegir un cuadro de Fermín porque habitualmente de un escritor que me gusta, leo todo, de un músico que me gusta, me gusta todo lo que hace. Y con los pintores me pasa lo mismo. Entonces lo que puedo decir que me interesa es, por ejemplo, el estilo narrativo que hay es sus cuadros. Eso me interesa mucho. Hay en su obra una imagen siempre ahí, pero que se cambia. Cierto tipo de juego con tradiciones internas a su propia obra que te intriga, como El Tigre. Que ya es como una metáfora. Además de otras líneas, como cierta figura de mujer o ese juego con imágenes interiores, como ser la ciudad y la presencia permanente de algo muy irónico.
Eguía: No sé bien cómo aparece eso. Supongo que es porque trabajo sobre situaciones montadas. Aquí hay un cuadro –que pertenece a una serie que no está porque la vendí– que son bichos que se pelean. Algo de eso hubo también en una muestra anterior: un óleo en el que había unos peces que se peleaban. Es una manera de sacar afuera lo que está adentro, y por medio de esa figurita se hace más tolerable la situación de conflicto interior. Aunque es cierto que a veces creo que eso me va a tranquilizar y después se me complica todavía más la vida. Por otra parte, no me interesa el tema de series en sí, pero hay un montón de circunstancias que hace que una idea la pueda desarrollar porque por ahí tuve un trabajo fallido o no me convenció demasiado y luego sale el segundo y después sale el tercero. Además, de repente se acabó la mecha que me daba el motivo de la producción y salto al paisaje del Tigre...
Piglia: Hay lugares que son ordinarios y creo que se aprenden a ver de otra manera por los pintores que lo han pintado y escritores que han escrito sobre él. El Tigre, en este caso, es un lugar muy extraño: está muy cerca de la ciudad y, sin embargo, cuando uno está ahí es como algo fantástico. Me parece que encierra esa idea del paisaje que es familiar y al mismo tiempo es otro lugar. Algo muy familiar y a la vez un poco siniestro. Cerca, pero no tan cerca.
Piglia hablaba de lo narrativo y, en el caso de Eguía, la relación entre el título de la obra y la obra en sí refuerza un poco esta idea de contar.
Piglia: Me gustan mucho los títulos que los pintores les ponen a sus cuadros. Decía una vez, medio en broma, que me interesan más los títulos que los cuadros. Es una manera rara de resolver el problema; vos leés lo que el pintor puso como nombre y después mirás el cuadro y hay una relación nueva. De modo que soy un espectador de pintura un poco ecléctico. A mí me gusta esta serie porque me parece que efectivamente funciona como serie y me gusta mucho que haga acuarelas.Eguía: El título es uno de los elementos de la lucha, es decir de la jerarquía del signo. Una vez que tengo la representación después la voy probando, ensayando y la palabra siempre aparece. Me interesa mucho la palabra, me gusta leer mucho. Intento transmitir una idea, cómo se acompañan la palabra y la imagen y no me interesan las situaciones automáticas. La postura que está en los cuadros la considero simplemente fantástica, ni surreal, ni onírica, ni nada que se le parezca. Es sobrenatural y tiene un contenido, considero que medio religioso... Y también tienen algo de viajes y muchas relaciones con el vino y las drogas.
¿Cómo aparece el humor en estos cuadros y qué efectos creen que tenga?
Piglia: Estas obras parecen guerras cómicas y está siempre tomado con ironía. Pero después me parece que los paisajes son como de descanso, aunque en todo haya siempre algo que amenaza.
¿Hay alguna particularidad en el uso de la acuarela?
Eguía: Nada en especial. Es una técnica que me gusta, es un procedimiento que manejo de una manera bastante heterodoxa. Tiene otro color, se logra otra calidad y es más íntima. Me siento seguro porque mis movimientos son tradicionales por más que yo te diga que soy heteropráctico. Uso acuarelas industriales y no preparo mi color de una manera especial ni uso agua de lluvia. Esta práctica tiene toda una tradición. Los acuarelistas clásicos me reprochan que utilice el blanco, que no use el blanco de papel, que sature demasiado. Pero la acuarela se pinta de muchas maneras.
Piglia: Hay una relación que me parece que uno la constituye desde afuera y es una especie de historieta, en el mejor sentido. Que los rostros son como cuadritos muy dramáticos.
¿Se siente cómodo con la vinculación con las historietas?
Eguía: Bueno, cómodo no me resulta porque lo considero medio infantil, me interesa más el tema de las láminas. Me gusta más. Los libros de ciencias naturales que veía cuando trabajaba en el INTA tenían cosas antiguas, que están reproducidos en litografías de hermosos colores, las mariposas, los papagayos, y yo los utilicé mucho. Esos libros de material lujoso tenían dibujantes excelentes animalistas o pintores de flora.
Las mujeres que aparecen son bastante diferentes. Sin embargo, Piglia notaba una continuidad en las imágenes.
Piglia: Es una especie de idea irónica de la noción de modelo: por un lado, el modelo y, por otro, el interés en las mujeres, que es un interés múltiple, que también tiene que ver con la idea de cómo poder fijar eso; es una mirada sobre el artista y sobre aquello sobre el cual el artista pone su pasión. O sea, la vieja tradición del pintor con la modelo. Pero básicamente me gusta mucho cómo pinta las mujeres. También cómo pinta los gatos, porque son como los tonos de la música, de la prosa, y también son como melodías, variaciones de melodías. O citas, citas internas. Entonces todo eso me parece que forma el universo que, en la medida que uno lo frecuenta, conoce donde trabaja, tiene la sensación como que la obra está ahí. Es una novela que está ahí, que está hecha de imágenes y no hay forma de elegir un capítulo. Si se elige un cuadro, se aísla esa situación. Esa, por lo menos, es la preferencia que yo tengo.

La muestra de Fermín Eguía permanecerá abierta hasta el 26 de octubre en la Galería Rubbers (Suipacha 1175), de lunes a viernes de 11 a 20 hs. y los sábados de 11 a 13.30.

 

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