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Tres Arafat por
un Osama
El placer
de cambiar fichus está de vuelta entre los niñitos norteamericanos
que tienen confusión. La compañía Topps, legendario
fabricante de trading cards (figuritas intercambiables), entre cuyos productos
más famosos se encuentran las inolvidables Marte ataca de los años
60 (musa del entonces purrete Tim Burton), han reeditado un clásico
de la cultura norteamericana, pero con una pequeña innovación:
ahora son cowboys versus talibanes. La nueva colección de tarjetas
que aparentemente no trae redonditas ni autoadhesivas incluye
imágenes inmejorables de los personajes del momento, los héroes
y archienemigos de todos los niños: un George W. Bush al teléfono
con gesto de no comprendo; Rudolph Giuliani y su pulgar optimista;
Colin Powell; Yasser Arafat (Arafat dona sangre para los norteamericanos);
y no podía faltar la difícil, con Osama y su
esplendorosa barba. Topps ya tiene experiencia en este tipo de figuritas
de actualidad y, de hecho, unos diez años atrás había
lanzado, durante la guerra del Golfo, otra simpática serie de intercambiables
(Las Desert Storm trading cards), así como durante el conflicto
bélico en Corea en los años 50 sacó a la calle la
colección correspondiente con el título de Freedoms
War (La guerra de la libertad). Y todas ellas tienen al menos
un antecedente en la colección Horrores de la guerra,
impresa en 1938 por una compañía de chicles de Filadelfia
y que presentaba ilustraciones poco sutiles sobre conflictos tales como
la guerra entre China y Japón o la Guerra Civil Española.
Lo notable es que Topps también es un fabricante de chicles, ya
que ése era el producto junto al cual se solían vender los
sobres de figuritas. Es decir, un producto coherente: un caramelo gomoso
y fotos de gente haciéndose de goma.
La lengua sin frenillo
Un par de semanas
atrás, Gene Simmons, veterano líder de la banda Kiss y reciente
autor del libro Kiss and Make Up, habló a cara lavada con un periodista
de la revista dominical del New York Times. En la entrevista contó
sobre su nacimiento en Haifa (Israel), su visión de los Estados
Unidos como la tierra prometida y los rockeros que se venden.
Fue respecto de esta última cuestión que hizo sus declaraciones
más sorprendentes: interrogado sobre cuál fue la visión
que dio origen a Kiss, Simmons respondió sin más:
La música nunca fue lo importante. La música, la inspiración
y la creatividad están muy sobrevaluados; todos los artistas quieren
enfatizar el aspecto romántico porque es un buen argumento de venta.
Así que si se sienten incómodos con todo el dinero que han
ganado, les digo: siéntense y hagan un cheque a nombre de Gene
Simmons. A continuación, Simmons ilustra la cuestión
mencionando la larga lista de merchandising Kiss (incluyendo ataúdes
y preservativos) que les ha llenado los bolsillos a los miembros del grupo,
ante lo cual el periodista le pregunta acerca de sus escrúpulos.
No, por supuesto que tengo algún escrúpulo,
aclara Simmons. No promocionaría la bebida. No fumo ni bebo.
Nunca estuve drogado en mi vida; jamás me emborraché. Una
gran compañía tabacalera nos ofreció varios millones
por poner su nombre junto al nuestro, pero no hay cantidad de dinero suficiente
en el mundo que pueda engancharme en ésa. Por otro lado, ¿me
encantan Pepsi o Coca Cola? Si uno las toma sin problema, ¿por
qué no va a aceptar millones de dólares aparte de su jugo
azucarado? El arte está muy sobrevaluado. Miguel Angel, Mozart,
Rembrandt: todos trabajaban por encargo. Lo cierto es que a esta
altura de las cosas ninguna de las declaraciones de Simmons se presta
para la polémica. Otra cosa hubiera sido si el cronista neoyorquino
se hubiera atrevido a preguntarle a su osado entrevistado acerca del único
tópico verdaderamente álgido en la historia de la banda:
estos melenudos pinturrajeados ¿pisaban o no pisaban pollitos?
ET sí, ET no
De los años 70 a esta parte, Steven Spielberg pasó de hacer
films verdaderamente terroríficos como Tiburón, capaz de
alejar al público durante un año de las playas, a invitar
a los niños a tomar la leche con dinosaurios. Y lo que tenía
que pasar, finalmente ocurrió: en lugar de volver atrás
a revisar aquella época en que ponía garra en sus films,
ha decidido reestrenar sus grandes éxitos en versiones pasteurizadas.
El primer golpe de gracia le ha tocado a su opus de 1982, ET, el extraterrestre.
Como ya ha circulado por medios de todo el mundo, el director no tuvo
mejor idea que modernizar al muñeco deforme del espacio reemplazándolo
en algunas escenas por una versión digital. Pero la decisión
que ha llevado a los fanáticos de la película a poner el
grito en el cielo (el cielo virtual; hoy los cinéfilos se quejan
por Internet) fueron los cambios estipulados tras los atentados del 11
de setiembre. Spielberg le dice no a la violencia, reemplazando (digitalmente)
las armas de los agentes que persiguen a ET y Eliot en su bicicleta
voladora por inofensivos walkie-talkies y regrabando algunos diálogos
(por ejemplo, uno en que la madre de Eliot, el protagonista humano, prohíbe
a su hijo mayor disfrazarse de terrorista la noche de Halloween).
Según la revista española Imágenes, el concienzudo
de Steven ya había dicho, en ocasión del lanzamiento del
film en laserdisc es decir, hace años, que siempre
me he arrepentido de la imagen de las armas como amenaza para detener
a unos chicos en bicicleta. Si un día me decido a reponer la película,
vaticinó entonces, utilizaré el milagro de los efectos
digitales para borrar las pistolas. Creo que fue una irresponsabilidad
por mi parte. La productora Kathleen Kennedy, por su parte, salió
a defenderse: De verdad no entiendo por qué tantas quejas,
si es maravilloso disponer de medios para mejorar lo que hiciste años
atrás. Está en la naturaleza humana tomar esta clase de
decisiones. Lo peor del caso es que, puestos a jugar con la computadora,
se entusiasmaron y empezaron a retocar algún que otro detalle poco
familiero de la banda sonora, como cuando Eliot insultaba a su hermano
llamándolo aliento de pene. Y, más extrañamente
aún, agregando una escena en la que Elliot se pega un baño
con su mascota espacial. Lo cual no suena tan familiero que digamos.
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