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FRANCIA
La fortaleza de Carcassonne

De pura cepa

Al pie de los Pirineos, una ciudad fortificada lanza sus torres al cielo entre los viñedos, como surgida directamente del Medioevo. Se trata de Carcassonne, la fortaleza medieval más grande y mejor conservada de Europa.

Texto y fotos:
Graciela Cutuli

Todo el mundo ya la vio alguna vez en su vida, porque sirvió de decorado a un sinfín de películas; y sin embargo, nunca impacta tanto como cuando uno está frente a sus paredes por primera vez. El imponente conjunto de torres, murallas, edificios defensivos y religiosos sobrevivió a los tiempos desde la Edad Media. Algunos actores muy en forma en su papel de jinetes de torneos, que a veces se pueden cruzar por las calles angostas y sinuosas, refuerzan esta ilusión de viajar por el túnel del tiempo al pasar la puerta principal de la Cité. Se llama así a la vieja y fortificada ciudadela para diferenciarla de la Ville Basse, la ciudad baja, el nuevo centro de Carcassonne fundado en el siglo XVIII para servir de capital al departamento de Aude, al norte de la Cataluña francesa.
Hoy día esta diferencia se marca tanto en la arquitectura y la edad de cada una de las partes de Carcassonne como en sus actividades. La Cité vive esencialmente del importante flujo turístico que recibe a lo largo de todo el año. La Villa Basse, mientras tanto, tiene como principal recurso el negocio de los vinos de las Corbières, las colinas de la región, y la administración que adquirió con su rango de capital departamental.
Como ocurre en muchas otras ciudades europeas que quedaron divididas entre una parte alta (heredada de sistemas defensivos del Medioevo) y partes bajas (barrios modernos que crecieron demográfica y económicamente fuera de las murallas antiguas), hay una gran rivalidad y competencia entre sus habitantes. Los vecinos de la Cité están orgullosos de su pasado y su patrimonio, mientras los de “abajo” están orgullosos de su economía... “Rivalités de clocher”... o rivalidades de campanario, como se dice en la región.

Cinturón de murallas de Carcassonne.

Torres privatizadas Carcassonne debe su nombre al asentamiento que los romanos fundaron en los primeros tiempos de nuestra era, la Colonia Julia Carcasso, un centro administrativo encargado de vigilar el paso oriental de los Pirineos. Las sucesivas invasiones bárbaras obligaron a la ciudad a fortificarse, y aún se pueden ver hoy algunos de los vestigios de esta etapa en las bases de las construcciones medievales, como en el Castillo Condal. Tal como el resto de la región, Carcassonne pasó a manos visigodas y sarracenas antes de caer bajo la influencia franca en el siglo VIII.
La Catedral Saint Nazaire se terminó de construir en 1096, cuando comienza la dinastía de los Trencavel, los príncipes de Carcassonne, quienes agrandaron y mejoraron el sistema defensivo de la ciudad, en un curioso y precursor concepto de privatización de la seguridad: cada torre fue entregada a un caballero encargado de su mantenimiento y defensa.
Con la conquista de la región y el aplastamiento de la herejía cátara por parte de los reyes de Francia, se construyó en 1229 la segunda muralla exterior, y San Luis le otorgó en 1245 el título de Fortaleza Real.
A pesar de haber sido el terreno de algunas batallas menores, más que nada rivalidades entre bandas armadas por señores adversarios, nunca tuvo que cumplir el papel para el cual fue construida. También es por esta razón que se conservó intacta desde el siglo XIII. Nunca sirvió y fue olvidada con los siglos, hasta que sus habitantes la abandonaron poco a poco.

Merimee y Viollet-le-Duc Recién en el siglo XIX, con el interés de los científicos e historiadores por el legado del Medioevo, la Cité de Carcassonne fue “redescubierta”. Para esa época, la ciudad nueva ya se había desarrollada más abajo, de ambos lados del río Aude, en lo que es la actual Ville Basse. El interés por Carcassonne, en el lejano sur de Francia, fue despertado por Prosper Mérimée, hombre de letras y político del Segundo Imperio. Gracias a su papel de consejero artístico de la Emperatriz Eugenia, la esposa de Napoleón II, pudo hacer incluir la Catedral Saint Nazaire como Monumento Histórico de Francia. El gran restaurador de catedrales Viollet-le-Duc, entusiasmado por los relatos de Mérimée, descubre a su vez Carcassonne y empieza la restauración de la catedral y las murallas. Este trabajo colosal terminará sólo en 1930,mucho tiempo después de su muerte, ocurrida en 1879. La fortaleza que nunca sirvió entraba a ocupar entonces el verdadero lugar que tiene hasta hoy: ser uno de los monumentos más visitados de Europa.

Un viaje al pasado Carcassonne tiene todo para deslumbrar a los visitantes. Sus dos murallas concéntricas suman más de tres kilómetros y cada una está reforzada por veintiséis torres. Se entra por un puente levadizo, con una puerta del siglo XIII. La casas que flanquean las callecitas sinuosas y bordean las plazas pavimentadas también fueron restauradas, de modo que dan un aspecto aún más original a este viaje en el tiempo. Si bien el paseo entre las dos filas de paredes es un recuerdo imborrable, también la visita al castillo es muy interesante. Su edificio, emplazado sobre una construcción romana, está incorporado íntegramente a la muralla interna. Es como una fortaleza dentro de la fortaleza, porque está protegido por sus propias murallas y su propio foso dentro de la ciudad misma. La construcción se prolongó a lo largo de varios siglos, y guarda por lo tanto la impronta de cada una de esta etapas. Sin embargo, lo más emocionante son las pinturas murales del siglo XII, en sus salas bajas, que representan escenas de combate. También hay que recorrer el museo, armado con una importante colección de objetos y vestigios de toda la región, que ayuda a reconstituir la historia de Carcassonne.
La visita a la ciudadela depara muchas sorpresas. En este museo al aire libre, lo más sorprendente es ver que sus habitantes (unas 200 personas viven dentro de los muros todo el año) llevan una vida cotidiana muy común, algo que parece surrealista en semejante decorado. Hay una escuela primaria, una oficina de correo y bares donde los vecinos se juntan para reconstruir el mundo, como en todas partes, aunque aquí el mundo fue construido y olvidado. Hay muchos negocios de artesanos cuyo trabajo tiene alguna relación con la Edad Media, o –tendencia más moderna– el new-age: son escultores, pintores, vendedores de objetos más o menos tradicionales, y hasta cuadrantes solares. En las plazas, los aljibes forman interesantes ángulos para tomar algunas fotos de recuerdo.
Saint Nazaire, la iglesia de la Cité, fue catedral del siglo X hasta 1801. La inauguración de sus obras fue bendecida por el papa Urbain II en 1096. En su interior se puede ver la lápida de Simon de Montfort, el jefe del ejército franco al mando del rey de Francia, que terminó con los cátaros y aprovechó para integrar las regiones de Toulouse y Carcassonne al reino de Francia. Son épocas que se reviven cada año en julio, cuando se organiza el festival de las “Mediévales” en el teatro que flanquea la iglesia. Durante varios días y varias noches, se combinan las recreaciones de las batallas y la vida en tiempos medievales con pirotecnia, y juegos de láser y luces ultramodernas. Todo un símbolo de la ciudad que nació para librar batallas pero que se enfrentó nada más que con turistas del mundo entero.

Iluminación nocturna de las imponentes murallas.

MADAME CARCASS

Si bien se sabe que el nombre de la ciudad se remonta a su período romano, hay una leyenda que asocia su nombre al de una figura legendaria: Dame Carcass. Según se cuenta en canciones de trovadores, compuestas algunos siglos después del acontecimiento, la ciudad estaba bajo el mando de una mujer, Doña Carcass, cuando las tropas de Carlomagno la asediaron en el siglo IX. Ante la probabilidad de morirse de hambre entre los muros de su ciudad, Doña Carcass tuvo la idea de llenar los últimos cerdos que quedaban con los últimos granos de los almacenes, y de tirarlos por encima de las murallas. Los sitiadores, al ver que se utilizaba alimentos en tales cantidades como proyectiles, creyeron que las reservas de la ciudad eran gigantescas, y levantaron el campamento. Con esta victoria in extremis, Doña Carcass mandó sonar los clarines de la victoria, por lo que se gritó “¡Carcass sona!”.

 

DATOS UTILES

Cómo llegar: Por autopista desde Toulouse o Marsella (A 61) o Barcelona (A9). Se puede llegar en tren. Carcassonne es una de las estaciones de la línea París-Toulouse-Port Bou-Barcelona. El aeropuerto más cercano es el de Toulouse (92 kilómetros), con vuelos desde y hacia París y las principales ciudades de Europa meridional y occidental.
Visitas: Se entra libremente en la Cité, sin restricciones de horarios ni pago de entradas. Se organizan visitas guiadas de las murallas y las principales torres. Además de las visitas guiadas se paga la entrada al Castillo Condal, abierto todos los días.
Festejos: El Festival de la Cité, con atracciones y actores, dura todo el mes de julio. El 14 de Julio, “l’embrasement” es uno de los mejores fuegos artificiales de Francia. Además de verlo desde la ciudad misma, se lo puede contemplar desde la autopista, con una visión de conjunto inigualable. Las Médiévales se organizan cada año durante la segunda quincena de agosto.
Advertencia: Durante el verano europeo la Cité recibe a varios miles de turistas al día, por lo que es difícil transitar por sus estrechas calles y encontrar lugar para dormir y almorzar.
Más información: Oficina de Turismo de Carcassonne. Tel. (33) 4 68 25 07 04. Más información en Internet: http://www.tourisme.fr/carcassonne/