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SEMANA SANTA III:
En Córdoba, Capilla del Monte y el Cerro Uritorco

Magia serrana

Los cerros verdes, azulados y ocres que dominan la zona de Capilla del Monte.

La calma de un pueblo chico custodiado por el cerro Uritorco donde algunos turistas combinan los paseos y excursiones con las expectativas de �encuentros cercanos del tercer tipo�, es decir, con seres de otra dimensión cósmica. Mística, paseos y todo tipo de deportes.

Por Laura Diaz Olmos

Este es un lugar sin semáforos, ruido de celulares, ni memoria alguna sobre ladrones o rateros. Una calle principal protegida por un cielo raso de zinc, con parrillas y bares sobre la vereda, es lo más ruidoso de la zona. Cuatro cuadras que desembocan, por un lado, en la plaza verde repleta de artesanos y por el otro, en la vieja estación de ferrocarril a la que llegan tres veces por semana los trenes desde Córdoba capital, montados en la trocha angosta, siempre que no llueva mucho.
“La techada” es peatonal. Los mozos ofrecen sus bondades a los transeúntes “¡Mire qué súper milanesas!”, y se puede optar por ricas carnes autóctonas o meterse en el silencioso restaurant El Uritorco, con comidas naturales y suave música country. Si se recorre varias veces la calle céntrica, el único run-run que quedará en los oídos del turista será el ritmo de cuarteto y las dulces notas celtas junto a campanilleo de un sinnúmero de llamadores, más el olor de las delicias lugareñas, mezclado con el de los sahumerios.
Rodeando el centro, el terreno se va levantando de a poco, salpicado de casas y hoteles, hasta erguirse conformando los cerros verdes, azulados y ocres, que dominan la zona cordobesa de Capilla del Monte.

Vuelo en parapentes por los límpidos cielos serranos.

Paz serrana y paz cosmica A 120 kilómetros al norte de Córdoba capital, Capilla del Monte fue convertida en ciudad desde que acuñó 10.000 habitantes, una cifra que para la Oficina de Turismo local fue de incremento paulatino y conformada por gente que cuando llegó al tope del stress o desaliento en las ciudades, emigró con la idea de seguir ejerciendo su profesión de manera mucho más tranquila. La información no oficial dice que el alud de población fue de golpe, apenas producida la gran marca de pasto quemado, de cien metros de diámetro, que un “ovni” habría dejado en enero de 1986 en el paraje El Pajarillo. Hecho que desató fervores y rechazos, una movilización nacional de los medios y hasta la visita de expertos de la NASA para dar su opinión.
Es que Capilla del Monte, enclavada en la falda del cerro Uritorco, es tributaria de dos tipos de adhesiones, tanto de parte de sus pobladores como de sus visitantes. Están los que se atienen a la vida común de cualquier ciudad chica, los que llegan para disfrutar de los variados deportes que ofrece, desde trekking, lanzamiento en parapentes, natación, escalamiento, cabalgatas, etc. Y están los otros (y no son los menos), los que otorgan a la belleza física y tranquilidad del lugar propiedades metafísicas. Entre estas personas no hay uniformidad. Existe una amplia gama que va desde los que creen en la medicina oriental así como en el poder de las piedras para todo tipo de curaciones del cuerpo y el alma, hasta los convencidos de que bajo el cerro Uritorco se encuentra la ciudad mítica Erks (de encuentros remanentes cósmicos siderales), cuyas puertas están bloqueadas para los humanos comunes, pero no para los especiales. Una dimensión distinta habitada por seres cósmicos de gran luminosidad que salen por las noches a sobrevolar el cerro.
Ambas concepciones no son antagónicas. No chocan. O se vive el lugar como cualquier otro sitio de descanso, o se le atribuye una fuerza superior que perfila el quehacer de veraneante o poblador. Aunque mucha gente goza de una cosa y de la otra. Por ejemplo, en este enero ocurrió la primera luna llena del tercer milenio. Hubo quienes durante el día se dedicaron a nadar y tomar sol y por la noche acudieron a la convocatoria de una meditación en el paredón del dique El Cajón, a dos kilómetros de la ciudad, junto a la llamada Pirámide de oración, como tributo a los antiguos egipcios.

Entre la bruma, caballos y jinetes trepan las laderas de los cerros.

En la cima del Uritorco Los balnearios son gratuitos (con límpidas aguas) y el ascenso al gran cerro (sagrado para muchos), no. Cuesta dos pesos porque hace unos años se descubrió que esas tierras no eran fiscales, sino de propiedad privada. En realidad, el Uritorco (que en la lengua quichuade los indios comechingones significa “cerro de los loros”, o “roncador”), está acompañado por Las Gemelas, dos sierras más pequeñas e iguales entre sí. El Uritorco tiene 1950 metros de altura y puede ascenderse por su falda este (la tradicional), que parte desde el balneario La Toma.
Los que saben dicen que no hay que abordar el cerro de golpe. Aconsejan por lo menos uno o dos días de asentamiento en el pueblo, mirarlo, admirarlo, gozar de todos sus verdes y ocres, y observarlo de noche, cuando sus perfiles escarpados lo circundan oscurísimo contra el cielo y las estrellas. Si uno permanece un buen tiempo frente a él y a pesar de que su altura no es enorme, percibe su majestuosidad y, paralelamente, una suerte de vínculo protector.
Si la meta es la cima, se aconseja iniciar la subida a las siete de la mañana, ya que el trayecto lleva aproximadamente cuatro horas y el descenso entre dos y tres. Llevar zapatillas acordonadas con medias, pantalones largos (hay plantas espinosas y otras cortantes, como las cortaderas, con las que se hacen los cestos), ropa clara (para ahuyentar tábanos) y una mochila para tener los brazos libres. Dentro de la mochila se debe tener agua fresca. Atención, luego de beberla, guardar la botella y llenarla en la parte más alta del río que se va recorriendo (“algunos traviesos pueden estar ensuciándola a mitad del recorrido”, advierte el guía). Imprescindibles son el repelente y la pantalla solar, aunque esté nublado. No hay que olvidarse del sombrero. Es bueno cargar un termo, yerba y mate para los descansos. Los caminos están demarcados, pero el cuerpo realiza ciertos movimientos, tanto a la subida como en la bajada, que no hace habitualmente. Se esfuerzan ciertos músculos demasiado. Un consejo joya: tanto al llegar a la cumbre, como al volver a la falda, elongar bien brazos y piernas durante varios minutos. Es común ver gente que luego de esta arremetida se queda tres días sin poder dar un paso.
Si se quiere ir más seguro a donde sea, trepar, recorrer a pie o en combis, cabalgar de noche y día, hay una cantidad de guías y baqueanos autorizados por la Secretaría de Turismo local que arman el tour a gusto del cliente. Desde caminatas y safaris fotográficos hasta escalada en roca, safaris fotográficos, windsurf y canotaje, pesca de lago y montaña, parapente, mountain bike, arquería, pesca y caza.
Como se ve, las opciones abundan. Pero nadie, absolutamente nadie, vuelve de Capilla del Monte sin sus paquetes de peperina, menta, zen y piedras, como la turmalina negra (para alejar el mal), malaquita (para aliviar los dolores) o un cuarzo transparente y puntiagudo que energice al volver la rutina ciudadana.

Después de una tranquila mañana de pesca, una escalada al Uritorco.

Datos útiles
Cómo llegar: En avión: Aerolíneas Argentinas, Austral, Lapa y Dinar. Hasta Córdoba Capital. De allí en colectivos que salen de la Terminal o en auto, por ruta 20.
Dónde alojarse: Hoteles: Kuntur, el más nuevo, con aire acondicionado, vista al Uritorco y pileta. 30 pesos la habitación single, 50 la doble y 75 la triple, con desayuno incluido. La gran aldea, 20 pesos la single, 30 la doble y 45 la triple, también con desayuno. Hay alojamientos mucho más baratos, como la Petit hostería El Caserón, que cobra ocho pesos la single. Otra opción es el campamento en La Toma, a 10 pesos por carpa, o El Vergel, a tres pesos. Este año se inauguró el alquiler de carpas y bolsas de dormir en varios lugares.