![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
SEMANA SANTA II Volver al pasado Suizos en Uruguay, franceses en el sur de Buenos Aires y alemanes en Chile. Son tres lugares distintos, tres colonias de diferente origen, tres alternativas diversas para combinar el turismo del fin de semana largo con la memoria de aquellos tiempos en los que se empezaron a colonizar las grandes extensiones del Cono Sur de América. Por Graciela Cutuli Quién no tiene en su familia la historia de un antepasado llegado de algún país europeo o de Medio Oriente, y cuya travesía al nuevo mundo se recuerda todavía en los museos familiares con alguna valija de cartón y un par de fotos color sepia de hombres y mujeres en trajes típicos? La historia se repite hasta el infinito en todo el país y, aunque en menor medida, el fenómeno tocó también a Chile y Uruguay. Muchas veces, los hijos y nietos de inmigrantes vuelven durante el tiempo breve de un viaje turístico al lugar donde nacieron sus antepasados: paseos que van de un cementerio en algún pueblito gallego hasta una calle angosta en un paese italiano o un archivo municipal perdido en el sur de Francia. Es una suerte de viaje iniciático, una forma de turismo que mezcla el atuendo del turista con el del detective, las guías con los árboles genealógicos. Pero como parte del folklore del mundo se mudó de la Pampa a los Andes, esta forma de turismo tiene variantes cercanas que no se remontan hasta el lugar de procedencia de los inmigrantes, sino a sus destinos en Sudamérica. Son legión los pueblos de la Argentina, Brasil, Chile o Uruguay que recuerdan haber sido fundados por colonias homogéneas de inmigrantes. Visitarlos es no sólo recordar los tiempos de epopeyas y destierros, sino también descubrir lugares donde la memoria quedó intacta y las tradiciones perduran. Elegimos tres opciones diferentes y tres comunidades distintas que llevan desde las colonias suizas de Uruguay a los asentamientos franceses y alemanes en la Argentina y Chile. De
sierras a sierras Hasta mediados del siglo pasado, en las tierras
del sur de la provincia de Buenos Aires reinaban los asentamientos indígenas.
Después de la Campaña del Desierto, unas 300.000 hectáreas
fueron entregadas en concesión para ser repobladas: en primer
lugar fueron vendidas a la Sociedad de Tierras la Curamalán,
de capitales ingleses, que luego ya establecido el paso del ferrocarril
vendió los terrenos de la región de Pi-Hué (lugar
de parlamento, en la lengua de los araucanos) a Clément
Cabanettes, un francés agente de la compañía Pantelefónica,
que introdujo el teléfono en la Argentina. Cabanettes y Francisco
Issaly viajaron a Francia para organizar desde el pueblo de Saint-Côme
dOlt, en el Aveyron, la partida de 40 familias que el 4 de diciembre
de 1884 fundarían Pigüé. Para hacer honor a la verdad
histórica, ya había un grupo de italianos consagrados
a la agricultura, pero Pigüé está muy orgullosa de
sus orígenes franceses, y no pierde ocasión de recordar
la visita a sus parajes de personajes ilustres como el ex presidente
François Mitterrand. Alpes uruguayos Las cuchillas uruguayas están lejos de parecerse a los Alpes, pero a los suizos que se instalaron en la costas orientales del Río de la Plata la diferencia de altura no les impidió sentirse a sus anchas. A unos 120 kilómetros de Montevideo, en el sudeste del departamento de Colonia, un grupo de inmigrantes sobre todo suizos, pero también franceses y piamonteses fundó en 1862 Colonia Suiza, la primera colonia agrícola del interior uruguayo, que producía trigo para los molinos de la capital. Un siglo y medio después, Colonia Suiza sigue conservando cierto aire europeo y un fuerte carácter rural, ya que es uno de los principales productores de productos lácteos del país. Lo que quedó atrás es una historia dura, que los descendientes de aquellos suizos recuerdan hoy con una sonrisa y, muchas veces, hablando todavía con un fuerte acento el alemán de Suiza. Calles sembradas de verde y jardines floridos distinguen las calles tranquilas de una ciudad famosa por la industria alimenticia, sobre todo los quesos y dulces, que son elaborados siguiendo técnicas artesanales y tradicionales. Incluso un queso famoso de la región, el queso Colonia, fue bautizado en honor a este pueblo. También a modo de homenaje, un monumento en la Plaza de los Fundadores de la vecina Nueva Helvecia, llamado El Surco, recuerda el trabajo agrícola de los pioneros. Los colonos suizos también fundaron el primer hotel turístico uruguayo, el Granja Hotel Suizo, inaugurado en 1872: en aquellos tiempos, el edificio tenía un sector exclusivo para habitaciones, otro para el comedor y un salón de baile cuyos tiempos de esplendor se recuerdan en fotografías aún hoy expuestas en el hotel. Los visitantes de hoy se regocijan con los platos típicos, como los cappelletti a la ticinese (con champignones y tomate) y el conejo con hierbas. Otros clásicos son el Gran Hotel Central, inaugurado en 1904 y restaurado para su 90º aniversario, y el Hotel Nirvana, cuyo restaurante también ofrece platos típicos suizos. Un toque de exotismo en un paisaje que, sin duda, tiene muchos lazos con los campos del otro lado del Río de la Plata: desde los horneros hasta los eucaliptus, los ombúes y, por supuesto, los gauchos. Alemanes pacificos Osorno es uno de los destinos más comunes para pasar un día en Chile partiendo de Bariloche. En el camino se advierte de inmediato el verdor del otro lado de la Cordillera los vientos del Pacífico dejan su humedad contra la muralla de montañas y la inconfundible silueta del volcán Osorno, con la cumbre siempre nevada. En esta región, como en el sur argentino, se mezclan las tradiciones indígenas con las aportadas por los conquistadores españoles y, más tarde, los pueblos del norte de Europa, alemanes sobre todo. San Mateo de Osorno fue fundada en 1558 por García Hurtado de Mendoza, y se mantuvo durante las primeras décadas gracias al sistema de encomiendas que abarcaba a unos 80.000 indios. Una rebelión mapuche puso fin al dominio español hasta fines del siglo XVIII, cuando los antiguos conquistadores volvieron a instalarse en la zona. A partir de 1850 comenzó la llegada de los alemanes, que aportaron un buen impulso al progreso local: establecieron pequeñas fábricas y granjas lecheras, comenzaron a publicar periódicos y se beneficiaron con la llegada del ferrocarril desde Santiago, que convirtió a la región en la primera productora de ganado en Chile. Hoy día Osorno es una localidad tranquila con librerías que siguen vendiendo libros sólo en alemán, un centro tranquilo que conserva casas de madera y crece gracias al turismo y a su posición en una encrucijada de rutas y vías férreas que dan acceso al extremo sur chileno. Todos los años, a fines de marzo la ciudad se prepara para el Festival Osornino, que celebra las danzas locales, artesanías y los productos alimenticios típicos, portadores de una larga tradición tanto americana como europea. Finalmente, Osorno también es punto de partida para una visita a las Termas de Puyehue, uno de los centros termales más famosos de Chile, cuyo hotel parece haberse mudado de los Alpes a los Andes para brindar estilo y cuidada atención en el extremo sur del mundo.
|