ARUBA
Tierra del Sol
En
la isla paraíso
Holandesa,
española, caribeña, Aruba tiene un clima perfecto donde nunca llueve,
playas de ensueño y gentes de cordialidad perfecta. Es una pequeña nación
especializada en pasarla bien.
Por qué
los peces son amarillo-neón? ¿Por qué las arenas
son tan blancas?
¿Por
qué el mar es de un azul cambiante, aquí transparente,
allá profundo, casi añil? ¿Por qué esos
estallidos de color, de loros rojísimos como no hay otro rojo,
de flores de blanco de nieve que por milagros caribeños no se
derrite bajo el sol perfecto? Que hay una combinación de la Creación,
de los vientos y las mareas, es una explicación. La otra es que
Aruba es así, siempre fue así y seguirá igual a
sí misma, definida en dos palabras de su curiosa lengua local:
Bon vini, bienvenidos.
A la isla la encontró un español en 1499, pegadita a la
costa de Venezuela y habitada por arawaks pacíficos que pintaban
sus manos en las cuevas. El explorador se asombró de la belleza
de este paraíso en la tierra, y preguntó cómo
se llamaba el lugar. Aruba, le dijeron o entendió.
Y ahí quedó el nombre. En 1636, en el último aliento
de su imperio de islas repartidas por todos los mares, llegaron los
holandeses. En los siglos que siguieron continuó la mezcla, la
agregación.
El lugar que resultó es increíble. Tiene su idioma propio,
el papiamento, que mezcla español con holandés si
tal cosa es imaginable y lo salpimenta con portugués, francés,
inglés, arawak y vaya a saberse cuántas lenguas del Africa
occidental. Por las calles y en las playas se lo escucha, un idioma
de tal música que uno lo bebe aunque no lo entienda, de lindo
nomás.
Aruba es hoy un lugar especializado en pasarla bien. La isla es chiquita,
manejable, cálida, sin lluvias, con un clima veraniego todo el
año, una variedad de compras irresistible, casinos, hoteles de
ensueño y playas que no parecen de este mundo. El agua se puede
tomar, las calles son seguras, todo el mundo acepta dólares y
los locales parecen que hablaran todos los idiomas del mundo, incluyendo
el castellano.
Al llegar, uno se encuentra con Oranjestad, la peculiar capital, un
testimonio en ladrillo y revoque de las culturas que pasaron por la
isla. En Wilheminastraat la calle de Guillermina están
esas casas altas y de fuertes colores ya famosas, en estilo puro holandés
con el agregado de anchas galerías, para esconderse del sol.
Cerquita, en la zona del Fuerte Zout, cada semana se realiza un festival
para los turistas, con tragos, platos locales y danzas que tienen todo
que ver con el célebre carnaval local.
Toda la zona está empedrada de locales de artesanía, de
pintura, de joyas y artículos electrónicos y de lujo a
buenos precios. La gastronomía local, esparcida por pueblos,
villas, hoteles y resorts, es una gran afición al fruto de mar,
al pescado, al marisco. Aruba tiene una comida nacional, un estilo de
cocina que sacude y seduce.
Y las playas... para verlas todas basta subirse a la cumbre del Hoolberg,
el cerro más alto, a apenas 150 metros y al que se recorre por
un camino pintoresco. Desde esa altura modesta se entiende que la isla
es seca por dentro y verde en la orla: una constante de palmeras junto
a la arena blanca. Esparcidos, aquí y allá, se ven el
Aruba Golf Club, el Tierra del Sol Golf Club, el Adventure Golf. También
se verán a los muchos jinetes recorriendo senderos, cruzando
el mar de dunas, yendo de rancho en rancho.
Y, por supuesto, se verán los hoteles. Por ejemplo, el ahora
flamante Radisson, que acaba de tener una reforma-restauración
impecable de 55 millones de dólares. El hotel tiene 6 hectáreas
y hasta una pequeña cascada propia, todo volcado sobre una de
las mejores playas de Aruba. Los espacios públicos del Radisson
son impactantes, sus jardines una delicia, y las 358 habitaciones, suites
y departamentos están decorados en un peculiar estilo local,
mucha teca, mimbres y colores cálidos, que inscriben la modernidad
de los servicios.
Entre el hotel y el mar están las piletas de natación,
a las que se llega caminando sobre la arena y entre las palmeras. Como
todo resort que se aprecie, el Radisson es como una pequeña ciudad
que ofrece gimnasio, servicios de belleza, deportes y muy buena comida.
Y también para los quetienen que sufrir en una convención,
modernísimas facilidades para las reuniones de negocios.
