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ESCOCIA
La ciudad de Edimburgo
Una
joya de la corona
Con un estilo
arquitectónico de los siglos XVIII y XIX, entre los que se cuela la
Edad Media por estrechos callejones, la capital de Escocia parece haber
podido sortear las modernas estructuras de acero, vidrio y hormigón.
Palacios victorianos, tenebrosas iglesias de piedra negra, museos de
arte y el legendario Castillo de Edimburgo donde se atesoran las antiguas
joyas de la corona escocesa.
Por Julian
Varsavsky
Edimburgo tiene
algo de lúgubre y de señorial. Se la considera una de
las ciudades más hermosas de Europa, y debido a su singular aspecto
no se la puede comparar con ninguna otra. Al avanzar por la calle Royal
Mile se descubren elegantes edificios de cinco o seis pisos algunos
doblemente centenarios construidos con enormes bloques de piedra
al desnudo. La mayoría de las iglesias exhibe ese rugoso reborde
de la piedra sin pintar, que se oscurece con los siglos y la humedad.
El color negro de sus paredes otorga un toque tenebroso al ambiente,
donde priman las iglesias negras de cúpulas puntiagudas, y el
color ocre de la piedra rústica. Y sin embargo, Edimburgo mantiene
inalterada su aura señorial, e incluso romántica.
A la vuelta de cualquier esquina del Old Town nos topamos con estrechos
callejones medievales. En cambio, el New Town mantiene casi intacta
su arquitectura del siglo XVIII, conformando el mayor barrio europeo
de estilo georgiano (siglos XVIII hasta comienzos de XIX), que se impuso
cuando la ciudad era una de las capitales intelectuales del mundo occidental.
Sin embargo, la arquitectura que impera en Edimburgo es de estilo victoriano:
grandes palacios de cúpulas cónicas color verde, adornados
con estandartes reales y elevadas torres reloj.
La ciudad particularmente pequeña tiene 16.000 edificios
catalogados oficialmente como de importancia histórica,
y en el extenso casco céntrico no hay una sola construcción
moderna que rompa la armonía estética. Edimburgo es, básicamente,
una ciudad del siglo XIX.

La Royal
Mile Ubicada en el centro del Old Town, esta calle histórica
señala el corazón de la ciudad. Nace en el deslumbrante
Palacio de Holyroodhouse, que aun funciona como residencia oficial de
la reina en Escocia, y conserva una abadía del siglo XII rodeada
de hermosos jardines. A medida que se asciende por la Royal Mile, en
dirección a la colina del Castillo de Edimburgo, se descubre
que a los lados se ramifican estrechos callejones medievales. El primer
gran edificio que aparece es la misteriosa catedral de High Kirk of
Saint Giles, que en su interior alberga una capilla decorada con estatuas
de madera donde sobresale un ángel muy nacionalista,
tocando la gaita.
Más adelante, a mano izquierda, nace un callejón llamado
Brodies Close en honor al ignoto Francis Brodie, cuyo hijo William era
un respetable comerciante y carpintero que se dedicaba a la buena vida
y durante la noche oficiaba de ladrón. En 1788 el cambiante Will
terminó ahorcado públicamente en el patíbulo para
ajusticiar criminales que había construido él mismo, y
su mala fortuna inspiró a otro célebre habitante de la
ciudad Robert Louis Stevenson para escribir El extraño
caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde.
Poco antes de llegar al castillo está el Scotch Whisky Heritage
Centre, donde el visitante es transportado sobre un barril en un recorrido
a través de los 300 años de historia de la famosa bebida
escocesa, durante el cual se puede ver una pequeña destilería
y un holograma con la imagen de un maestro mezclador que
explica la fórmula del whisky. Por supuesto, al final espera
la degustación de rigor. Pero quien desee beber whisky en un
verdadero bar histórico sólo tiene que bajar unos metros
por la calle hasta llegar al Ensign Ewart, uno de los pubs más
antiguos de la ciudad, que existe desde 1690 y también ofrece
comida y música tradicional.

El Castillo
de Edimburgo Algunas iglesias tienen al frente un cementerio, donde
sobresalen del pasto ilegibles epitafios tallados en piedra, bajo las
ramificaciones de los árboles sin hojas. Las gaviotas y unos
pájaros negros sobrevuelan los oscuros edificios, y el panorama
incluye un contexto de colinas circundantes que determinan la irregularidad
de las calles. Hacia el sur se divisa una extraña meseta rocosa
con una pronunciada inclinación, y al oeste, donde termina la
Royal Mile, se levanta en lo alto de una colina de roca volcánica,
el legendario Castillo de Edimburgo, que atesora los testimonios de
deslumbrantes coronaciones, y cuyos muros resistieron sangrientos asedios
y encubrieron las traiciones más viles.
Existe evidencia de que hace ya 2000 años los altos de esta colina
funcionaban como una posición de fuerza. En la actualidad, un
foso rodea los elevados muros del castillo, al que se ingresa cruzando
un arco almenado y un gran portal de madera donde montan guardia dos
estatuas de hierro de caballeros medievales. Inmediatamente se transita
por las empinadas calles empedradas que suben y bajan surcando este
microcosmos amurallado, un laberinto de escaleras y recovecos que conducen
a patios internos y largas balconadas con cañones apuntando hacia
el mar. En el castillo hay museos de armas antiguas, un cementerio de
perros de los caballeros medievales, un gran cañón con
balas más grandes que una pelota de básquet, húmedas
mazmorras y las famosas joyas de la corona. En una sala bien custodiada
se exhiben la Piedra del Destino sobre la cual fueron coronados
los reyes escoceses desde el año 842, la Corona de Escocia
hecha de oro y decorada con perlas, diamantes y amatistas,
un cetro de plata rematado con una esfera de cristal de roca, y la gran
Espada del Estado, decorada con bellotas y hojas de roble de la simbología
cristiana. La Piedra del Destino fue robada a Escocia por el rey inglés
Eduardo I en 1296, y permaneció en la Abadía de Westminster
en Londres hasta 1996.
A lo largo de la historia, Edimburgo fue codiciada por diversos reyes
enemigos que siempre quisieron tenerla bajo su dominio. Millares de
hombres dieron la vida por ella, de un lado y del otro de los muros
del castillo, defendiendo milenarias lealtades y las sagradas joyas
que resguardaba. Seducidos por el esplendor y la importancia política
de la ciudad, casi todos los grandes monarcas ingleses tuvieron a Edimburgo
entre sus manos alguna vez, y se la disputaron como el mayor tesoro
de la isla de Inglaterra.
Eduardo I ocupó el castillo en 1276, y la armada escocesa lo
recapturó en 1313, cuando el Conde Moray escaló las escarpadas
rocas y muros con apenas 30 hombres. Durante las guerras anglo-escocesas,
el castillo cambió de signo muchas veces, y durante la Guerra
Civil, Cromwell lo capturó luego de atacarlo a cañonazos
durante tres meses. En 1745 fue por última vez el escenario de
una batalla, cuando Bonnie Prince Charlie fracasó en su intento
de conquistarlo. El cetro, la corona, la espada y el castillo mismo
fueron siempre la excusa y el medio. La razón de tanto vaivén
era la ciudad, deseada, buscada y añorada como la joya más
fina de la corona británica.
Festivales
y galerias de arte
Los museos
de arte son uno de los atractivos clave de Edimburgo. La National
Gallery of Scotland posee en su edificio
neoclásico una colección de pintura que está
entre las más completas de Europa. Abarca desde el renacimiento
hasta el post-impresionismo, incluyendo pintores de la talla de
Tiziano, Rafael, Velázquez, El Greco, Goya, Rembrandt,
Vermeer, Turner, Monet, Van Gogh, Cézanne y Gauguin.
La pintura moderna brilla en la Scotish National Gallery of Modern
Art donde sobresalen obras de Bacon, Léger, Matisse,
Moore y Picasso y en la Dean Gallery, inaugurada en 1999
dentro de un edificio victoriano que alberga una fabulosa colección
del escultor contemporáneo Eduardo Paolozzi y piezas de
arte dadaísta y surrealista. Pero no todo es arte plástico
en Edimburgo. Cada año desde 1947 se realiza durante tres
semanas (entre agosto y setiembre) el Festival Internacional de
Edimburgo, una celebración que incluye ciclos internacionales
de cine, jazz, música clásica y celta, teatro, danza
y ópera. Al mismo tiempo, en el Castillo de Edimburgo se
lleva a cabo el Military Tatoo, donde desfilan unos 800 participantes
vestidos con las polleras kilts, tocando gaitas y tambores durante
varios días. Más información en los sitios
web: www.eif.co.uk y
www.edintatto.co.uk
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DATOS
UTILES
Cómo
llegar: British Airways vuela a Londres todos los días
a las 13.05, salvo los miércoles. El pasaje cuesta U$S
1.000. Reservas al 4320-6600 Sitio web: www.britishairways.com
Dónde Alojarse: Brodies Backpacker Hostel
es un albergue juvenil donde se comparte habitación con
viajeros de todo el mundo, muy limpio y bien ubicado. Cuesta alrededor
de $25 por noche. Dirección: 12 High Street, en la Royal
Mile. Tel.: 0131-5566770 www. brodieshostels.co.uk Para reservar
alojamiento de una a cinco estrellas visitar sitio web www. edinburgh.org/shortbreaks
o llamar al teléfono 0131-4733800. Además es posible
alojarse en alguno de los castillos de toda Escocia que ofrecen
servicio de hotelería. Los precios van desde $40 en adelante
(visitar www. visitscotland.com).
Cómo moverse: Edimburgo es una ciudad compacta,
ideal para ser explorada a pie. Tres días completos alcanzan
para recorrer todo en detalle, y conviene destinar al menos un
día más para visitar las Highlands.
Dónde Informarse: Oficina de Turismo Británico
en Buenos Aires: Córdoba 645 - Piso 2. Horario: lunes a
jueves de 10 a 17. Viernes de 10 a 13. Teléfono: 4314-8955
/ 6735 e-mail: [email protected] Sitio web: www. visitbritain.com.ar
Hay excelente folletería y se entrega gratuitamente una
revista sobre alojamiento económico en Londres llamada
Where to Stay on Budget. En Londres, el Britain Visitor Centre
(Regent Street 1, cerca de Picadilly Circus) ofrece el servicio
de reserva hotelera y de pasajes a Escocia.
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