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REGION DE PUGLIA
Sorpresas de un destino para descubrir

En el talón de Italia

La blanca Ostuni, en lo alto de una colina rodeada de antiquísimos olivares y a pocos kilómetros del Adriático.

Colinas y acantilados, playas y grutas, castillos medievales, ciudades sofisticadas y pueblitos encantados sorprenden a los viajeros que recorren el talón de la bota italiana, una región donde no hay smog ni turistas, el mar es del color del cielo y siempre brilla el sol.

Por Ana von Rebeur

En qué lugar del mundo se puede hacer un viaje durante quince días sin que una sola nube manche un cielo azul profundo? La estabilidad climática y la falta de lluvias que siempre espera un viajero ya sería un buen motivo para visitar la Puglia, si no fuera porque hay mil motivos más para conocer esta región del sur de Italia, hasta ahora casi virgen de turistas internacionales. Cuando uno creía que en Italia no es posible caminar sin tropezarse con grupos de viajeros agitando mapas al viento, llegar a esta zona en el talón de la bota de Italia equivale a la feliz confirmación de que existe un sitio ciento por ciento italiano, sin contaminaciones de ningún tipo, listo para ser descubierto.
De aquí vuelve feliz quien busca la Italia legendaria, la de nuestros ancestros. Vuelve feliz quien busca los sabores más puros y genuinos de la cocina mediterránea. Vuelve feliz quien quiere conocer la cultura y la historia de una tierra por donde cabalgaron cruzados, caballeros andantes y príncipes alquimistas, y que fue escenario de guerras, intrigas y emboscadas desde siglos antes de Cristo hasta la llegada del Renacimiento. Vuelve feliz quien quiera sacar buenas fotos de paisajes alucinantes, panoramas llenos de contrastes y rinconcitos encantadores. Y vuelve feliz el que simplemente quiera descansar al sol, tomando un buen vino en un “giardino” lleno de flores con vista al mar, donde aún la siesta se cumple como un rito imperecedero.
Ya antes de que el avión aterrice en Bari –capital de la Puglia–, se vislumbran desde el aire las colinas y playas junto a un mar color azul intenso, un paisaje matizado por las fortificaciones, los castillos medievales y los antiguos y abigarrados pueblos, cuyas casas se fueron casi encimando unas con otras para dar lugar a los cultivos del oro verde de la zona: los viñedos, origen de vinos de prestigio internacional, y el aceite de oliva que se exporta al mundo entero.
Además de contar con un clima privilegiado, seco y templado, esta región de larga historia encierra tesoros escondidos debajo de su bello suelo. Se trata de una zona kárstica donde el agua que falta en la superficie sobra en los ríos subterráneos que fueron tallando grutas gigantescas llenas de colosales estalactitas y estalagmitas que asombran al visitante.
¿Por qué no se desarrolló más el turismo en una zona tan preciosa? En parte, por falta de promoción. Históricamente, el norte de Italia es desarrollo industrial y el sur es explotación agraria. Por eso, en el norte está el dinero, que sirve para hacer folletos y propaganda para que los viajeros vayan... al norte. El sur quedó así: limpio, puro, pero casi sin promoción. A esto hay que sumarle el hecho de que desde el tiempo de los romanos ésta era zona de paso de los que transitaban la Via Appia Trajana, construida bordeando el mar como alternativa de la Via Appia Antica –la famosa Regina Viarum romana– más peligrosa porque cruzaba los bosques donde acechaban manadas de lobos. Pero ya no vale la pena seguir de largo en el recorrido sino todo lo contrario: conviene detenerse a cada paso para dejar que nuestros cinco sentidos absorban plenamente las bellezas de esta región tan cálida como auténtica.

En el casco histórico de Lecce, la Plaza de la Catedral rodeada de edificios construidos entre los siglos XII y XVIII.

Sorprendente Puglia La región conoció su “edad del oro” durante el medioevo. La basílica de San Nicola de Bari, con su construcción románica, ofrece una prueba majestuosa de este período. Pero tantas cosas han pasado en Puglia en cada época de su historia, que en toda la zona se descubren pueblos absolutamente distintos unos de otros, de arquitectura insólita y un origen tan diverso que da la sensación de estar visitando varios países en un mismo día.
La elegante y sobria Bari medieval con su castillo de imponentes muros frente al mar no tiene nada en común con Ostuni, una ciudad blanca de callecitas retorcidas sobre una colina con vista al Adriático, que parece un calco de cualquier isla griega. La pequeña y señorial Ruvo, perfumada de tilos, no puede ser más distinta de Alberobello, con su paisaje mágico de casas redondas y techos cónicos de piedra gris. La impresionante vistaal mar desde la costanera de Trani –ciudad natal del padre de Astor Piazzolla, y lugar de descanso de Giorgio Armani, quien me confesó ser amante de esta costa– contrasta con el paisaje de montaña de Martina Franca, que se enciende de noche para parecerse al escenario de una ópera de Verdi. Edificios diseñados por príncipes y nobles que hicieron ostentación de su poder y su riqueza se mezclan con antiguas casitas de piedra encaramadas en caminos de cornisa con puertas pintadas de colores vivos, donde la ropa se cuelga a secar sobre la misma vereda y la siesta es de rigor para todos, excepto para los gatos, únicos transeúntes de calles que suben y bajan por escalinatas del ancho de un corredor para una sola persona. Se hace muy difícil sintetizar en palabras la enorme diversidad de una región tan rica como poco conocida, con atractivos para todos los gustos, bañada por un mar de color “blu, dipinto di blu”, como cantaba Domenico Modugno, nacido en el pueblo de Polignano, encantador balcón al mar cercano a Bari.

A través de una grieta, la luz del sol ilumina una de las grutas de Castellana.

Una huerta mediterranea Puglia es, ante todo, el enorme huerto de Italia. Su situación meridional, su clima cálido, y su sol omnipresente hace que mientras en el norte aún arrecian los fríos de fin de invierno, en esta región ya sea época de cosechas. El calor intenso obliga a cubrir los viñedos con telones para retrasar la maduración de la uva, pero permite exportar tomates y cítricos al resto de Europa septentrional durante todo el año. En cada centímetro cuadrado de su tierra, tan roja como nuestra tierra misionera, crecen olivares centenarios de troncos gruesos y retorcidos como el de un ombú, que ofrecen aceitunas grandes como ciruelas y un aceite denso y perfumado, de color verde intenso, famoso en todo el mundo. Entre las pircas de piedra que separan los sembrados asombra ver grandes plantas de nopales, un cactus mexicano que llegó sin que nadie se lo propusiera entre el cargamento de los antiguos navíos que venían de América, y que aquí llaman “higo de Indias”, en alusión a las Indias que soñaba encontrar Colón.

Lugares insolitos La región tiene tantos lugares únicos y dignos de preservarse tal cual son, que cuenta con varios sitios que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Uno de estos lugares mágicos es el Castel del Monte, hecho construir por el rey Federico II. El castillo octogonal domina la ondulada zona de la Murgia desde una colina altísima. Tan misterioso por dentro como por fuera, su construcción encierra mil secretos de los templarios, ya que está construido con medidas cabalísticas correlacionadas con el movimiento de estrellas y planetas. En su patio central, todas las noches de verano se pueden escuchar conciertos de música medieval bajo las estrellas.
También los “trulli” de Alberobello son Patrimonio de la Humanidad. Es un sitio rarísimo de casas blancas, redondas y bajas, como de cuento de gnomos, que nació de la picardía de pobladores para evitar el impuesto que se aplicaba a las viviendas de cuatro paredes con argamasa. Otro lugar impresionante son las Grutas de Castellana: varios laberínticos kilómetros de cavernas a una profundidad de 70 metros bajo la tierra, con cámaras de 100 metros de ancho y 50 de altura, entre las que se destacan una gruta de estalagmitas rojas que recuerda al Infierno del Dante, y otra blanca, cristalina como un palacio de cristal y hielo, junto a formaciones únicas en el mundo de estalactitas en cortina, o de estalactitas con rayos curvos que crecen en forma horizontal y se doblan sobre sí mismas apuntando al techo.
Las llanuras que bordean sus playas calmas están festoneadas por colinas que son las últimas estribaciones de los Apeninos. Al norte, el promotonio del Gargano, en la provincia de Foggia, ofrece 15 mil hectáreas de Foresta Umbra, tupidos bosques ideales para el trekking, donde se puede caminar por senderos entre paisajes magníficos.
Plazas y mesas medievales Historia y arte se entrelazan en plazas abiertas como anfiteatros a la admiración del paseante. Las mismas plazas que se sumen en el mayor silencio a mediodía se llenan de vida al anochecer, cuando los vecinos salen a pasear sus perros y sus bebés, que tratan con idéntica devoción. Es más: siempre habrá un perro amigo que nos acompañe en las caminatas por cada ciudad, confiado en recibir la ración de ternura que cotidianamente reciben de los locales.
Hay un orgullo innato en los habitantes de la Puglia. Al atardecer todos salen a la calle vestidos con sus mejores galas. Se abren las puertas de elegantes restaurantes instalados en bodegas bizantinas de castillos barrocos, donde el perfume de la albahaca y las salsas medievales invaden el aire iluminado por el brillo de los candelabros encendidos. El único ruido que se escucha viene de afuera: son los pasos de la gente que camina por las calles peatonales de baldosones de piedra lustrados por el roce de los siglos. La mesa se va llenando de mil variedades de antipastos basados en verduras que son el sueño del vegetariano: tomates secos en aceite, ajíes de todos los colores, puré de habas, achicoria saltada, ensalada de rúcula, garbanzos con alcaparras y olivas, seguidas por la pasta local –orechie-tte, generalmente acompañada de zuchini o brócoli– y algún pescado, para cerrar el almuerzo con cremas delicadas o increíbles cerezas frescas. Esa profusión de platitos habla de remotas influencias griegas en la gastronomía –y hasta árabes– que los mismos puglieses reconocen con el orgullo de quien se sabe hijo de una tierra tan antigua como la historia del mundo.
La Puglia es una región que se entrega con las manos abiertas mostrando lo mejor de sí misma a quien la visita. Después de todo, en Bari yacen los huesos del obispo turco San Nicola de Bari, santo de los regalos, famoso por su generosidad y reconocido en todo el mundo como el San Niklaas o Santa Claus que nos alegra cada Navidad.

En la costa del mar Adriático, la reserva natural de Torre Guaceto, al norte de la ciudad de Brindisi.

DATOS UTILES

Cómo llegar: En 13 horas de vuelo, Alitalia nos lleva de Buenos Aires a Milán y de Milán a Bari por un precio que ronda los $ 900 - $ 1200 según la temporada, con un servicio de a bordo verdaderamente bueno, tanto en la clase Magnífica (los asientos son como camas) como en la clase turista: películas de estreno, asientos amplios, y buena comida que no parece de avión. (¡Sirven salmón ahumado en clase turista!)
Alitalia: Suipacha 1111. Piso 28.
Buenos Aires. Tel: 4310-9999
Internet: www.alitalia.com.ar
E-mail: [email protected]
Traslados: Los trenes nos llevan a cualquiera de los lugares mencionados en la nota. La agencia mayorista Emotion cuenta con pases libres de trenes que recorren toda Italia. El alquiler de un auto, para la máxima libertad, ronda el valor de $ 70 por día.
Hoteles: Los mejores hoteles rondan los $ 150 la habitación doble, con desayuno buffet. La mayoría cuenta con servicio, a elección, de almuerzo o cena.
Comida: Hay menúes turísticos completos (antipasto, pastas, carne, postre y vino de la casa) por unos $ 17 por persona. Algunos buenos restaurantes ofrecen un completísimo antipasto a $ 9, después del cual no queda rastro de hambre. Un almuerzo en un rinconcito romántico y elegante puede costar unos $ 25 por persona.
Recomendaciones: Llevar buen calzado: la región de la Puglia invita a caminar, trepar y recorrer sus rincones. Conviene comprar allí la película fotográfica: hay de todo tipo y cuesta la mitad.
Más información: ENIT: Ente Nacional Italiano de Turismo . Av. Córdoba 345 - Buenos Aires. Tel: 4311-9264. Fax: 4312-7795. Internet: www.enit.it. E-mail: [email protected]

 

MANOS DE LA PUGLIA

Las manos de los habitantes de esta zona de Italia nunca están quietas. El famoso Tonino fabrica en la blanca Ostuni, con sus propias manos, instrumentos musicales típicos, únicos en el mundo, para bailar danzas tradicionales como el “pizzico–pizzico”: un baile que desde tiempos medievales se suponía que curaba a las mujeres “enloquecidas” por la mordedura de las tarántulas en las cosechas. La superstición popular también hizo crecer en Ostuni la industria de los fischietti, jocosos silbatos de cerámica de todas las formas imaginables que sirven para ahuyentar la mala suerte.
Los mosaicos de la catedral de Otranto se repiten en los dulces de almendras y en los diseños de los tejidos. Las estatuas barrocas de los santos de Lecce se reproducen en imaginería de cartapesta de singular belleza. Por todas partes se ve la bella cerámica de Grottaglie. Los viñedos del Valle d’Itria ofrecen vinos premiados en ferias internacionales, como el famoso blanco de Locorotondo, único D.O.C. de la región (Denominación de Origen Controlado), sigla que certifica su calidad. En Alberobello se produce un licor llamado risoglio, que se vende en botellas artesanales de aguardiente perfumado con todas las frutas, hierbas y flores de la zona.
La más preciada artesanía local se encuentra en el Museo Jatta de la localidad de Ruvo, que alberga una de las más valiosas colecciones del mundo de cerámica griega antigua, en admirable estado de conservación, ya que fue hallada en excavaciones relativamente recientes. Y la máxima creatividad se encuentra en la increíble variedad de panes y pastas, con cientos de nombres diversos de acuerdo al tipo de harina con que se han confeccionado o la técnica con que han sido amasados. El colmo de la creatividad se hace evidente en el uso de un instrumento para hacer tagliatelle, que consiste en un soporte de madera con cuerdas de guitarra bien tensadas, sobre el que se amasa la pasta para que salga cortada en tiras. ¿Cómo negarse a probar una pasta de origen casi musical?