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VACACIONES DE INVIERNO I
Entre el Pacífico, el Atlántico y el Caribe

Lejos del frío

Cuatro propuestas de playa para escaparle al frío en estas vacaciones de invierno. Porto Seguro y su alegría brasilera; Varadero, con sabor a salsa cubana; Puerto Vallarta y sus lujos a la mexicana; y las Islas Cayman, un íntimo paraíso pensado para el confort. Las opciones más económicas.

Por Julián Varsavsky

Como bien se sabe, cuando hace frío se busca el calor. Y hay quienes en vez de abrigarse, prefieren sentirlo directamente sobre la piel bajo un cálido sol. Una opción para las vacaciones de julio que sólo se puede encontrar en aquellas latitudes que están más allá de nuestro rigor invernal, lo cual supone planear un viaje al exterior. Entre las diversas alternativas que existen, las playas de Brasil, México y el Caribe siempre aseguran el calor del verano en cualquier estación del año.

Al ritmo de lambada Debido a la coyuntura económica, los precios más bajos del mercado son los paquetes a Brasil, y una de las playas más visitadas en los últimos años es Porto Seguro, en el estado de Bahía. Sin embargo, aún mantiene cierto aroma pueblerino, con sus coloridas casas bajas de estilo colonial y centenarias iglesias.
Axé Moi es el prototipo de –disco-playa– de Porto Seguro. Justo detrás de la arena hay dos enormes escenarios y una gran pista de baile donde un centenar de personas se mueven al rayo del sol desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde. Unas columnas en los extremos de la pista lanzan refrescantes chorros de agua sobre la gente, mientras desfilan por el escenario grupos de baile Axé (música también conocida como lambada aeróbica), marcando coreografías que todos repiten individualmente.
La noche de Porto Seguro vibra en los paradores de las playas, donde Axé Moi y Luao Barramares marcan el rumbo. Un argentino distraído saldrá de noche elegantemente vestido y descubrirá que aquí muchos van a bailar en malla y ojotas, o directamente descalzos. El turista puede sumarse a la ruidosa fiesta, o por el contrario ir a cualquiera de las decenas de playas semidesiertas que hay en la zona. En Porto Seguro alcanza con alejarse un poco de las playas del centro (incluso caminando) y todo será tranquilidad y placer a la sombra de los –coqueiros–. Pero las playas más paradisíacas están en el pueblo de Trancoso y en los alrededores del poblado de Arraial D’Ayuda –ubicado en lo alto de un acantilado–, al otro lado del río Buranhem. Arraial es un destino con aires bohemios, elegido por jóvenes europeos que vienen a pasar largas temporadas en alguna posada. Una balsa cruza el río cada media hora y constantemente salen colectivos a la zona de las playas. Una de las mejores –junto conPitinga, a un kilómetro del centro de Arraial– es Taípe, a la que se llega en micro y luego a pie por un camino de tierra entre una densa vegetación tropical que evoca las imágenes de la isla de Bali. La costa de arenas de oro es kilométrica, y alejándonos apenas 200 metros disponemos de una playa desierta exclusivamente para nosotros. Y ahora sí... el silencio es absoluto y la paz inconmensurable.

Calor cubano Varadero es una angosta lengua de tierra que avanza sobre el mar azulísimo y ofrece al visitante 20 kilómetros ininterrumpidos de playa. Además de extensas, las playas son muy anchas: hasta el agua hay 50 metros de arena, y en el horizonte marino se despliega toda la gama de azules imaginable. La concentración de turistas es escasa, y reina una discreta intimidad para disfrutar del sol entre daikiris y batidos de coco bajo las sombrillas de hoja de palma.
En un viaje a “la mayor de las Antillas”, la música marca una diferencia, no porque en otros lugares no la haya, sino por la diversidad y la calidad de sus músicos. Todos son de conservatorio, y conjugan una rigurosa formación académica con la refrescante espontaneidad de la música tradicional. Los mejores son seleccionados para actuar en los hoteles, y su versatilidad les permite pasear su talento por ritmos como la rumba, el mambo, el son, la guajira, el merengue, el bolero, el cha cha cha, e incluso el jazz. En cada hotel de Varadero hay varios espectáculos por noche, que incluyen ballet clásico, shows al estilo Cabaret Tropicana, bailes rituales afrocubanos y la cubanísima salsa, que empapan de vida las noches tropicales.
La variedad de entretenimientos en Varadero es asombrosa: una espectacular cancha de golf con 18 hoyos frente al mar; la posibilidad de hacer excursiones a toda Cuba; senderos ecoturísticos en una jungla de manglares con flamencos y papagayos; una misteriosa cueva con estalactitas gigantes, y hasta es posible tirarse en paracaídas. Pero como no todos alimentan su deseo de la misma manera, el turista tiene la opción de elegir todo lo contrario. Se puede no hacer absolutamente nada y pasarse el día: un rato en la playa, otro en la piscina y, para variar un poco, sumergirse en un jacuzzi a la sombra de una palmera, con el agua tibia y burbujeante hasta el cuello; preferentemente con una buena compañía y una piña colada entre los dedos.

Confort mexicano En la costa del Pacífico mexicano, Puerto Vallarta alberga 40 kilómetros de playas custodiadas por una selva tropical que baja desde la Sierra Madre para morir en la arena. En el medio, una serie de veintiséis deslumbrantes hoteles cinco estrellas se despliega a lo largo de la bahía.
A pesar de la modernidad, los vallartenses han sido cuidadosos de su estilo, y el centro de la ciudad perdura como una aldea de casas con tejas rojas que suben desde el mar a la montaña por calles empedradas. Las fachadas de adobe encalado brillan bajo el sol de Jalisco, y los balcones con rejas de hierro forjado configuran un estilo colonial costero poco común en México.
Aquí también la gama de actividades para el turista es muy variada: navegar a una isla en una réplica de la Santa María de Colón; viajar en submarino observando el universo bajo el océano; volar en globo aerostático o en parapente sobre el mar; nadar tomado de las aletas de un delfín, y hacer una escala en el Distrito Federal para conocer las ruinas de Teotihuacán.
Sin embargo, muchos prefieren la calma absoluta. En Puerto Vallarta es posible comer una copa de camarones gigantes al tequila con sazón de cilantro sobre la arena de la playa. Si de grandes esfuerzos se trata, en el bar dentro de la piscina nos espera un daikiri de fresa para saborearlo con el agua hasta la cintura en los banquitos sumergidos de la barra “acuática”. En los hoteles de Vallarta hasta el más mínimo detalle estácalculado para comodidad del turista. Por ejemplo, algunas piscinas tienen reposeras en la parte baja para que el huésped se recueste dentro del agua y se entregue a la lectura. Para quienes busquen la exclusividad total, hay habitaciones con jacuzzi en el balcón con vista al mar (a precios relativamente accesibles). Los monumentales hoteles son pequeños universos con gimnasio, discoteca, restaurantes, playa, campos deportivos y hasta transportes internos –carritos al estilo cancha de golf–, para que el turista no se agite caminando los escasos metros que separan la piscina de la playa.

Se va el caimán A una hora de vuelo desde Miami, las Islas Caimán ofrecen una alternativa de turismo orientado hacia grupos familiares y parejas que buscan disfrutar de selectos balnearios con muy poca gente.
Las Islas Caimán no son solamente un paraíso fiscal, sino también natural; un tesoro escondido en aguas caribeñas con kilométricas playas casi vírgenes. Por ley, ninguna construcción de la isla Gran Caimán supera la altura de la palmera más alta. Como consecuencia, dos pisos es la altura máxima de estas casas de estilo antillano pintadas con colores claros. Sólo en el centro de George Town, capital de las islas, puede observarse un tránsito sostenido en horas pico. Durante el resto del día se ven muy pocos autos, y después de las nueve de la noche, ya casi no se ve a nadie en la calle.
La perla mas preciada que encierra este viaje es la excursión a Stingray. Un pequeño barco navega varios kilómetros mar adentro, donde de todas formas se puede ver el fondo teñido de turquesa radiante. Allí se realiza una práctica de snork entre decenas de mantarrayas que habitan en un banco de arena. Con el agua hasta la cintura, en medio del mar abierto, el turista juguetea con las mantarrayas (que son totalmente inofensivas) las cuales se dejan agarrar como si se tratara de mimosos gatitos.
Cada hotel dispone de abundante playa para disfrutar “a gusto y piacere”. En la playa Rum Point, con sus agradables barcitos junto a la arena, el mar forma una especie de piscina natural de traslúcidas aguas inmóviles, donde se puede caminar 500 metros hacia adentro, con el agua hasta la cadera.
Las Islas Caimán son el lugar ideal para una luna de miel. A salvo del más mínimo bullicio y de toda aglomeración, aquí se viene exclusivamente a descansar, o también a bucear, ya que ésta es una de las mecas mundiales de este deporte. En Caimán se puede cenar sobre un muellecito que se interna en el mar, bajo un techo de paja y a la luz de un candelabro. En esta isla antillana la vida consiste en pasarse el día entero recostado en una hamaca atada entre dos palmeras, escuchando calipso. Nada podría parecerse más a la felicidad, aunque sea por una semana.