NUEVA ORLEANS
Un viaje a los orígenes del jazz
Jazz,
vudú y aroma francés
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Hace
un siglo, a orillas del Mississippi, la música negra se aventuró
por nuevos caminos que derivaron en un género universal. Al mismo
tiempo, la religión negra se metamorfoseaba hacia el vudú, un
sincretismo en el que aún late la impronta africana de los esclavos
del estado sureño de Louisiana.
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Por Julián
Varsavsky
Domingo a las
siete de la mañana y el gigantesco hall de la estación
de trenes de Nueva Orleans está desierto. De un bar también
vacío brota el fraseo lustroso del saxo de Charlie Parker improvisando
sobre Autumn Leaves, y el espacio se llena de fusas y corcheas frenéticas
que se incorporan a la densidad del aire. Es la bienvenida a una ciudad
donde se vive escuchando jazz de la mañana a la noche, ya sea
en bares, en la calle y hasta en los funerales negros que, cuando se
trata de alguna figura popular, se convierten en verdaderos desfiles
callejeros con multitudes encolumnadas detrás de los músicos.
En la mañana, al abrir las ventanas de la habitación de
algún hotel en el French Quarter, se cuelan el aroma de las croissants
que brota de las panaderías francesas y las primeras notas musicales.
Puede ser un solitario trompetista negro tocando Summertime sentado
en una silla en medio de una calle cercana, o acaso un cuarteto de contrabajo,
armónica, banjo y un rallador de pan. O también podría
ser la voz de una mujer la que se desliza dentro de la habitación,
como la de esa señora de unos 60 años, parecida a Ella
Fitzgerald, que acostumbra a sentarse sobre un banquito en la vereda
a cantar a viva voz clásicos del blues, que acompaña con
un teclado a pilas.
Por muy temprano que uno se levante, la música ya está
sonando, y va en aumento con el correr de las horas. En el anfiteatro
público de la Plaza Jackson, las bandas de jazz hacen cola para
tocar frente al río Misisipí, donde surcan las aguas los
mismos barcos a vapor con una gran rueda trasera que alguna vez desperdigaron
el jazz por todo Louisiana.
Al atardecer, la legendaria peatonal Bourbon Street se convierte en
un alboroto absoluto, con la música brotando a decibeles exorbitantes
desde los bares, para conformar una caótica sinfonía callejera
donde se superponen el blues, el jazz, el rythmn and blues, el tradicional
zydeco y el rock n roll. La música siempre suena en vivo
en locales abiertos a la calle, adornados con centelleantes luces que
también señalan la entrada a los famosos cabarets de la
Bourbon Street, donde provocativas mujeres tientan a los clientes desde
la puerta. Y por muy tarde que uno se vaya a la cama, la música
seguirá sonando.
Todo empezó cerca del 1900, cuando los exesclavos se juntaban
en la Congo Square (hoy parque Louis Armstrong). Allí adoraban
a sus dioses negros con rituales de percusión y baile que se
fueron mezclando con las armonías e instrumentos europeos para
conformar el blues y el jazz. El concierto comenzó hace más
de cien años, exactamente en este barrio, y se extendió
por el mundo entero. Hasta ahora, nadie sabe cuándo se detiene.

El French
Quarter Las pintorescas calles del Barrio Francés tienen
el nombre indicado en carteles de cerámica en la pared, escritos
con letras heráldicas en tres idiomas, junto con una aclaración:
Entre 1762 y 1803, Nueva Orleans fue la capital de la provincia
española de Louisiana. Esta calle se ha llamado Rue Royal, Calle
Real y ahora Royal Street.
Los primeros en conquistar el sur de Norteamérica fueron los
franceses, quienes se afincaron aquí a principios del siglo XVIII
sin lograr los éxitos comerciales esperados. En medio de la bancarrota,
Luis XV le cedió Louisiana a su primo Carlos III de España,
mediante el tratado secreto de 1762. Pero en noviembre de 1803 Napoleón
indujo a la corona española a devolverle la colonia, y veinte
días más tarde le vendió el territorio completo
al nuevo estado independiente norteamericano, por 15 millones de dólares.
Aún hoy, el French Quarter mantiene intacta su arquitectura inspirada
en el estilo que los franceses impusieron en el siglo XVIII. Solamente
se ven casas de dos o tres pisos con paredes color pastel recubiertas
con madera, y finos balcones techados. Todo el frente luce una intrincada
decoración de hierro forjado, y las construcciones más
lujosas tienen una columnata con arcadas de medio punto. Por las angostas
calles, alumbradas con faroles negros, desfilan antiguos carruajes que
transportan turistas. Yaen el 1800, el French Market ubicado a la derecha
de la Plaza Jackson era uno de los lugares más animados. En la
actualidad numerosos cafés con mesas a la calle ofrecen veladas
de jazz en vivo durante todo el día, como el Café du Monde,
uno de los más antiguos de la ciudad.
El siglo XVIII fue la época de oro de Nueva Orleans, cuando proliferaron
las grandes plantaciones que empleaban mano de obra esclava para producir
algodón, azúcar y café. Surgió entonces
una nueva clase de comerciantes y terratenientes que se establecieron
en el barrio District Garden. Allí quedan numerosas mansiones
con columnas dóricas, jónicas y corintias, rodeadas de
cipreses y rosales, que conservan una decadente belleza y, en muchos
casos, un deslumbrante esplendor. La manera más cómoda
de llegar es con el tranvía, que lleva 150 años recorriendo
las calles de la ciudad.

Cementerios
y vudú Como Nueva Orleans está a cuatro pies bajo
el nivel del mar, cualquier tumba excavada a un metro de profundidad
antes de los trabajos de drenaje hechos en el siglo XX se
llenaba de agua rápidamente. Los ataúdes debían
ser agujereados y se les colocaba una suerte de lastre para que se hundieran
con mayor celeridad. Pero una solución más práctica
fue sepultar a los muertos sobre tierra. Esto potenció
el ya de por sí marcado culto a los muertos que había
en Nueva Orleans, y dio lugar a que los 42 cementerios de la ciudad
se convirtieran en predios amurallados con sofisticadas tumbas y fina
rejería artesanal.
El cementerio Metairie es el más opulento de la ciudad, famoso
por un obelisco de 20 metros coronado por una cruz blanca. El cementerio
más antiguo es el Saint Luis Nº 1, que data de 1789 y es
muy visitado debido a la tumba de una reina vudú del siglo XIX,
llamada Marie Laveau.
La religión vudú surgió del sincretismo entre ancestrales
religiones del Congo y Dahomey, y el catolicismo, y aún tiene
numerosos adeptos en Nueva Orleans. Justo frente al arco blanco que
da entrada al parque Armstrong está el templo de la sacerdotisa
Miriam, donde se realizan rituales y lecturas vedados a
los turistas. Sin embargo, en algún momento de la tarde se permite
el ingreso de visitantes, quienes por razones organizativas sólo
pueden hacerlo en grupo mediante un tour.
Al templo vudú se ingresa por el patio interno de la casa de
la
sacerdotisa
Miriam, donde hay un corral con chivos y gallos junto a un altar con
ofrendas alimenticias. La sacerdotisa, una mujer negra de cejas prominentes
y labios carnosos, recibe a los visitantes con una gran sonrisa y una
túnica multicolor. Como la posibilidad de ver algún ritual
es nula, lo más interesante es observar el templo, con una decoración
extremadamente sobrecargada de velas aromáticas, centenares de
amuletos, tallas africanas en madera, imágenes de vírgenes
católicas y toda clase de pañoletas de vivos colores.
Cuando en los siglos XVII y XVIII la tripulación de un barco
negrero irrumpía con violencia en una aldea africana, los futuros
esclavos no tenían posibilidad de traer consigo otra cosa que
sus tradiciones y creencias religiosas. La religión Yoruba, influenciada
a la fuerza por el catolicismo, derivó en el vudú. La
música, otra de las pertenencias que los negros pudieron
traer desde Africa, se mezcló con la armonía de Occidente
y recurrió también a sus instrumentos para crear el blues
y el jazz. Es este caso, el casamiento no fue a la fuerza;
incluso, el blues, del cual derivó el jazz, expresaba originalmente
la resistencia a la esclavitud.
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Para
escuchar jazz
Preservation Hall:
St. Peter Street 726. Una casa antigua con un pequeño escenario
donde de martes a domingo se presentan varios grupos de estilo
dixieland y algunas big bands. La entrada cuesta $
5 y se puede permanecer el tiempo que se desee.
Snug Harbor: Frenchmen Street 626. Una de las Mecas mundiales
del jazz moderno. Aquí suelen aparecer músicos de
la talla de Mose Allison, pero es más probable que el visitante
se tope con el pianista local Ellis Marsalis (el padre y guía
musical de los hermanos Wynton y Brandford) o con el grupo experimental
Astral Project.
Palm Court Jazz Café: Decatur Street 1204. Para una cena
con jazz. Abierto cinco días a la semana. La entrada generalmente
es gratuita, pero las mesas están disponibles sólo
para quienes deseen cenar.
House of the Blues: Decatur Street 225. Los mejores espectáculos
de blues, rhythm and blues y rock alternativo. Aquí suelen
presentarse los Neville Brothers y Dr. John. Se cobra una entrada
de alrededor de $ 15 por cada show.
Jimmy Buffetts Margaritaville Café: Decatur Street
1104. Grupos de blues y rhythm and blues desde la tarde temprano
hasta la noche. Entrada gratis.
Mid-City Lanes Rock in Bowl: Carrollton Ave. 4133. El mejor
lugar para escuchar música zydeco (rhythm and blues con
el agregado de un acordeón y una tabla de lavar).
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Datos
útiles
Cómo
llegar: LanChile vuela a Nueva Orleans en temporada de vacaciones
de invierno por $ 905 más impuestos, de lunes a jueves
($ 955 los fines de semana). La ruta incluye escalas en Santiago
y Miami, donde se puede optar por quedarse a la ida o la vuelta
(se cobra un cargo de $ 60). Reservas al teléfono 4378-2222.
www.lanchile.com
Dónde alojarse: Longpré House es un albergue
juvenil con habitación compartida. Cuesta $ 12 los días
de semana, y $ 17 los fines de semana. Prytania St. 1726 tel.:
504-581-4540.
El Hotel St. Pierre, ubicado en pleno French Quarter, ofrece habitaciones
dobles por $ 119. Burgundy St. 911 Tel.:800-225-4040.
www. historicinnsneworleans.com
Internet: www.neworleanscvb.com
www. gnofn.org/voodoo
Tours: Historic New Orleans Walking Tours ofrece una visita
guiada al cementerio Saint Louis Nº 1 y al templo vudú
de la sacerdotisa Miriam por $ 15. Tel.: 947-2120.
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