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MINITURISMO
Granja Loma Verde

El mundo de una granja

A 65 kilómetros al sur de la Capital, en las afueras de Coronel Brandsen, la Granja Loma Verde organiza agradables días de campo donde el visitante conoce aspectos de la cultura gauchesca, mientras los chicos se entretienen en la huerta educativa y alimentando a los animales. El alojamiento es en cómodas casas de campo dentro del bosque, y hay actividades especiales para grupos de colegio.

Antes de llegar a Brandsen, el ancho frente de la Granja Loma Verde, con un bosque de fondo, invita a detener la marcha. Se ingresa por un elegante almacén de embutidos donde cuelgan infinidad de salamines y quesos artesanales. Un sulky ya está listo para transportarnos hasta las arboledas, donde un rectángulo demarcado sobre la tierra sirve para jugar a la taba. Cada sábado y domingo a las 12 del mediodía, comienzan en este rincón del bosque las actividades del día de campo de la Granja Loma Verde, que los días de sol atrae a decenas de turistas.
El señor Mario Yornet, propietario y creador de la granja educativa en 1982, recibe a los visitantes bajo unas acacias explicando que la taba es un juego de origen español. El hueso es un astrágalo de vaca, que los gauchos recogían de las osamentas que encontraban en las soledades de la pampa. Don Mario le entrega al visitante unos billetes con su cara y comienzan las apuestas. Al instante nombra un banquero –como se hacía en el pasado–, clava su facón en la tierra “para que no estorbe” (teatralizando esa suerte de advertencia que hacían los gauchos a los tramposos), y hace un lanzamiento de muestra. “Si la parte hueca queda hacia arriba, se llama culo”, explica el anfitrión con tono académico. “Si la parte más plana queda hacia arriba, se llama suerte; y si algún contrincante logra que eso ocurra mientras que el otro no, habrá ganado la contienda.” Finalmente agrega que si alguien tira y sale “culo”, y luego el contrincante lanza pero la taba cae de costado, de todas formas habrá ganado este último, no por mérito propio sino por la falta del otro: “ganó de culo”, decían los gauchos utilizando un expresión muy usual en nuestros días.
Los desafíos a la taba proliferan entre los visitantes hasta que se sirve el vermut con salamín y queso acompañado de pan casero. Es el preludio de un suculento asado criollo con ese particular sabor que tiene la carne cocinada en el campo.
A media tarde comienza la recorrida por la granja. En primer lugar nos dirigimos a la reconstrucción de un rancho igual a los que habitaban los hombres de campo en medio de la pampa durante el siglo XIX. Corremos un cuero de vaca colgado frente a la entrada, e ingresamos a una estrecha casa de adobe con techo de paja. En el interior se enciende un candil con grasa de vaca que ilumina una manta tirada en el piso (era la cama del gaucho). A un costado está el fogón, donde se calienta un mate amargo que pasa de mano en mano. Valeria, quien guía la recorrida con amabilidad, nos invita a sentarnos sobre unos cráneos de vaca dispuestos en el suelo de forma circular, alrededor del fogón, como lo hacían los gauchos.

La granja es una actividad autocontenida para los más chicos, que disfrutan de los animales con guías o con sus padres.

Para chicos Los chicos en general forman un grupo aparte y se van con un guía especial. La mayoría da una vuelta a caballo, y luego se dirigen al interior de los corrales para arrojarle puñados de maíz a los cerdos, ovejas, gallinas, gansos y conejos. Luego se van turnando para ordeñar a Marilú, una vaca preñada que no se cansa nunca de brindar su generosa leche. De allí se va directo al taller de los quesos, con el balde metálico lleno de leche en la mano, donde se le agrega cuajo a la leche y se la calienta hasta que cobra una consistencia similar al yogur. Cuando se endurece la caseína, se le agrega ajo y perejil, y va directo a una prensa que termina de escurrir todo el líquido. En no más de 20 minutos, los niños han hecho un delicioso queso a la provenzal que se desesperan por probar como si fuese la última vez en la vida que van a comer queso.

La naturaleza como herramienta La consigna del lugar es “utilizar la naturaleza como material didáctico para estimular la curiosidad”. Se busca que los chicos vean plasmado su trabajo en un producto útil, lo cual adquiere un gran valor educativo. Al igual que con el queso, otra actividad consiste en moler el trigo de forma manual con una pequeña molienda metálica. El grano molido se tamiza con un colador mientras laharina va cayendo en un recipiente. Luego se agrega agua y levadura, y cada niño o persona le da forma a la masa diseñando panes a su gusto. Más tarde, al final del recorrido, nos traerán el pan humeante que habíamos preparado con nuestras propias manos (cada uno reconoce el suyo por la forma).
El paso siguiente es visitar la sala de los tejidos, donde Valeria toma lana cruda de una cesta y la coloca en un rueca que hace girar con el pie. Mientras tanto va hilando un ovillo de lana. Luego explica como hacer una pulsera artesanal, que todos trenzan de lo más entretenidos.

Vamos a la huerta En la granja hay una huerta orgánica (sin fertilizantes químicos ni insecticidas) de 600 metros cuadrados. Allí los chicos experimentan los distintos procesos que implica el trabajo de la tierra. A cada uno se le asigna una pequeña parcela, donde revuelven la tierra, la riegan, colocan las semillas, cosechan remolacha o lechuga y abonan. También recogen frutas entre el más de un centenar de manzanos, ciruelos, almendros, perales y cítricos.
Al final del día, hemos visto el trigo transformarse en pan, la leche en queso, y el estrés urbano en una agradable sensación de sosiego. Todo en un contexto verde con un aroma fresco a caudal de agua.

La casa de Loma Verde: sencilla, rural y ornada por las flores y por sus campos.
Sulky, el vehículo para los paseos que recibe a los visitantes.

Datos útiles

Cómo llegar: Por la autopista Buenos Aires-La Plata, en el kilómetro 58 (distribuidor Etcheverry) doblar a la derecha por la ruta 215 hasta el kilómetro 44,5 (son 15,5 kilómetros desde el distribuidor). El acceso es asfaltado. Desde Capital son 65 kilómetros.
Precios: Un fin de semana con alojamiento en la granja (dos días una noche) con pensión completa cuesta $ 99 por persona. Incluye dos almuerzos, una cena, un desayuno y dos aperitivos (bebidas a parte). Los niños pagan $ 59. El día de campo, sin alojamiento, cuesta $ 20 (incluye aperitivo, empanadas, asado completo, postre, paseo en sulky, actividades guiadas y uso de la pileta en verano). Los niños pagan $ 12. Reservas: Tel.: 02223-442209/442937 E-mail: [email protected] Sitio web: www. granjalomaverde.com.ar
Visitas para colegios: La parte educativa de la granja fue pensada para que niños urbanos convivan durante períodos breves en un contexto ecológico. Las visitas guiadas para grupos de colegio cuestan $ 4 por niño (medio día) o $ 6 (todo el día). El precio incluye una merienda compuesta por hamburguesa, un huevo duro, papas fritas, ensalada, gaseosa y helado.