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FRANCIA
La Rochelle, La Venecia Verde y Blaye

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Viaje por el interior de Francia. Un recorrido por la Venecia Verde, cerca de Niort; una visita a la Rochelle en la costa atlántica y un encuentro con la Citadelle de Blaye, al norte de Bordeaux. Un pasaje al pasado francés, entre sus viñedos, sus vinos y su historia milenaria, junto a las mejores playas del verano.

Texto y fotos:
Mariano Blejman

Desde hace mil años, La Rochelle es conocida como la ciudad rebelde de Francia, pero no por tener un pasado verdaderamente revolucionario sino porque, según dicen sus historiadores, le ha gustado diferenciarse del resto. O en todo caso, fue siempre inoportuna. Cuando toda Francia era católica, La Rochelle fue protestante y cuando estalló la Revolución Francesa, la ciudad era una protegida de los reyes. En la actualidad parece haber resuelto su rebeldía. Es la tercera ciudad turística del país y recibe 3 millones de visitantes por año. Su pasado prestigioso ha sido preservado a través de los años: sus castillos se mezclan con rutilantes hoteles y una superpoblación de restaurantes donde la gastronomía se chupa los dedos, a dos pasos de Cognac y Bordeaux. Sobre todo, recorrer La Rochelle es un viaje hacia los placeres de la carne, del vino y los quesos franceses.
La ciudad es un viejo puerto, viejísimo y coqueto, que da hacia una bahía y que encierra, entre sus murallas, la grandiosidad del pasado francés. La Rochelle fue fundada en el siglo X y siempre fue un puerto importante. Pueblo de pescadores, tuvo el primer alcalde de Francia, de nombre Guillaume de Montmirail. Los rocheleses se volvieron un Estado protestante el 9 de enero de 1568, cuando toda Francia clamaba por un reinado católico. Fue un pueblo con ciertas libertades y se desarrolló cultural y económicamente. Sin embargo, esta calma y libertad se alteraron en 1628, cuando el Cardenal Richelieu unificó los reinados de la zona y La Rochelle fue privada de sus prístinos privilegios liberales. A fines del siglo XIX, la ciudad se levantó, curiosamente, gracias a la creación de un puerto de aguas profundas. Sus cualidades náuticas incitaron a los alemanes a establecer allí una base submarina durante la Segunda Guerra Mundial.
La arquitectura de La Rochelle es el vestigio de un pasado glorioso, pero su presente es aún más floreciente, gracias a su vida gastronómica. Tan acostumbrada a guerras y cañonazos, la ciudad tuvo en los últimos años otra una fuerte explosión, esta vez demográfica. Entre 1990 y 1999, pasó de tener 73 mil a 80 mil habitantes. Con 2400 horas de sol por año, casi tanto como la Côte d’Azur, y la proximidad de las îles de Ré, Oléron y Aix, La Rochelle es un lugar privilegiado para turismo del bote, del buen comer y del muy bien beber.

Venecia Verde: una maraña de canales en el sudoeste de Francia.

LA VENECIA VERDE Un poco más al norte, a unos kilómetros de la ciudad de Niort, se encuentra el Marais (pantano) de Poitevin, más conocido como la Venecia Verde. Una maraña de canales en el sudoeste de Francia, un paisaje de tierra sobre el agua. Tiene una vida moderna en sus alrededores y puede mostrarse todo el año bien verde, con una vegetación espesa y frondosa. Esta red misteriosa de kilómetros de canales ha producido ramificaciones que se extienden por más de 15 mil hectáreas, donde se puede pescar, cazar y realizar trabajos de campo en el rico y tecnologizado suelo francés. De un campo a otro, se puede visitar en un barco tradicional o en una canoa para admirar el mundo verde. También se pueden visitar las plantaciones de vides y viveros, en las cercanías del pueblito de Vix, difícil de encontrar en el mapa, pero que bien vale la pena recorrer.
La Venecia Verde fue una inmensa bahía marítima, lugar de pesca desde la época neolítica. La historia del Marais de Poitevin no es más que una larga aventura entre el hombre y el agua. En 1199, los religiosos de l’Abbaye de Notre-Dame de Moreille realizaron un canal llamado de Bot Neuf, desde el extremo norte hasta el extremo sur de la bahía. Los monjes eran conscientes de las ventajas que tenía ganarle terreno al agua y echaron manos a la obra. Realizaron trabajos de drenaje y le ganaron terreno al mar. Fueron uniendo sus monasterios de a poco, hasta que, en 1217, produjeron, la más grande coalición: Saint Michel en L’Herm Lábsie, Saint Maixent de Maillezais y Nieul sous l’Autise, recibieron de los señores de Maillé y de Challans la autorización para establecer en susterrenos un canal central. Desde entonces se le llamó el “Canal des cinq abbés”.
El Marais Poitevin tiene distintos tipos de paisajes: al oeste, se encuentra el estuario de la Sevre Niortaise, que desemboca en la Bahía de l’Aiguillon. Esta reliquia del golfo de Poitou es una zona donde miles de pájaros migran, y van a reposarse en los esteros. Una tierra de caminos de agua y de silencio verde, el Marais Mouilles, es un paisaje cortado por el agua.

La fortaleza de Blaye, muy cerca de la ciudad de Bordeaux... y del buen vino.

BLAYE, EL FUERTE Es sabido que en la época medieval las grandes murallas protegían los bienes y las personas que vivían dentro de ellas. Fue la centralización del poder –basado en el dominio territorial– lo que motivó la construcción por todo el país de inmensas fortificaciones destinadas a defender los territorios de invasiones y asedios extranjeros. Una de ellas se levantó en Blaye, un pueblo pequeño pero estratégico que estaba ubicado en el ingreso del río que iba hacia Bordeaux, conocido tanto por sus vinos, como por el color que le dio su nombre. Blaye es, en la actualidad, una fortaleza en miniatura que los cineastas desprevenidos todavía no han descubierto para sus películas. Ya no es un fuerte que defienda nada, ni tampoco una cárcel que haya que cuidar. En su centro neurálgico hay unos cuantos restaurantes, además de un camping, y un hotel con un excelente restaurante con vista al río, que en las noches solitarias se puede visitar, en busca de un buen vino Bordeaux, que –allí cerca– no es difícil encontrar.
La fortificación de Blaye quedó abandonada durante años, hasta que en 1685 el rey Luis XIV confió al famoso arquitecto Vauban la remodelación de la Citadella. Su reconstrucción fue capaz de oponer una larga resistencia al enemigo gracias a sus defensas y a sus capacidad de generar víveres en un mundo cerrado, con hospital y molino propio incluido. Hoy se mantiene prácticamente intacta. Es que, contrariamente a lo que proponían los ingenieros italianos amantes de la perfección en los planos de Leonardo Da Vinci, Vauban adaptó la fortificación al terreno existente aprovechando los relieves y prominencias de Blaye. Así, ya siendo Comisionado General de Fortificaciones de Luis XIV, construyó una media estrella invencible. En sus memorias aseguró que de todas las fortalezas que construyó (más de 300), la de Blaye fue la que más lo satisfizo. Había logrado detener el ingreso de tropas holandesas e inglesas a Bordeaux. Había salvado el vino delicioso de las frías manos extranjeras.

Puerto de la antigua ciudad de La Rochelle, fundada en el siglo X.