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FRANCIA Interiores galos Viaje por el interior de Francia. Un recorrido por la Venecia Verde, cerca de Niort; una visita a la Rochelle en la costa atlántica y un encuentro con la Citadelle de Blaye, al norte de Bordeaux. Un pasaje al pasado francés, entre sus viñedos, sus vinos y su historia milenaria, junto a las mejores playas del verano. Texto
y fotos: Desde hace mil
años, La Rochelle es conocida como la ciudad rebelde de Francia,
pero no por tener un pasado verdaderamente revolucionario sino porque,
según dicen sus historiadores, le ha gustado diferenciarse del
resto. O en todo caso, fue siempre inoportuna. Cuando toda Francia era
católica, La Rochelle fue protestante y cuando estalló
la Revolución Francesa, la ciudad era una protegida de los reyes.
En la actualidad parece haber resuelto su rebeldía. Es la tercera
ciudad turística del país y recibe 3 millones de visitantes
por año. Su pasado prestigioso ha sido preservado a través
de los años: sus castillos se mezclan con rutilantes hoteles
y una superpoblación de restaurantes donde la gastronomía
se chupa los dedos, a dos pasos de Cognac y Bordeaux. Sobre todo, recorrer
La Rochelle es un viaje hacia los placeres de la carne, del vino y los
quesos franceses. LA VENECIA
VERDE Un poco más al norte, a unos kilómetros de la
ciudad de Niort, se encuentra el Marais (pantano) de Poitevin, más
conocido como la Venecia Verde. Una maraña de canales en el sudoeste
de Francia, un paisaje de tierra sobre el agua. Tiene una vida moderna
en sus alrededores y puede mostrarse todo el año bien verde,
con una vegetación espesa y frondosa. Esta red misteriosa de
kilómetros de canales ha producido ramificaciones que se extienden
por más de 15 mil hectáreas, donde se puede pescar, cazar
y realizar trabajos de campo en el rico y tecnologizado suelo francés.
De un campo a otro, se puede visitar en un barco tradicional o en una
canoa para admirar el mundo verde. También se pueden visitar
las plantaciones de vides y viveros, en las cercanías del pueblito
de Vix, difícil de encontrar en el mapa, pero que bien vale la
pena recorrer. BLAYE, EL
FUERTE Es sabido que en la época medieval las grandes murallas
protegían los bienes y las personas que vivían dentro
de ellas. Fue la centralización del poder basado en el
dominio territorial lo que motivó la construcción
por todo el país de inmensas fortificaciones destinadas a defender
los territorios de invasiones y asedios extranjeros. Una de ellas se
levantó en Blaye, un pueblo pequeño pero estratégico
que estaba ubicado en el ingreso del río que iba hacia Bordeaux,
conocido tanto por sus vinos, como por el color que le dio su nombre.
Blaye es, en la actualidad, una fortaleza en miniatura que los cineastas
desprevenidos todavía no han descubierto para sus películas.
Ya no es un fuerte que defienda nada, ni tampoco una cárcel que
haya que cuidar. En su centro neurálgico hay unos cuantos restaurantes,
además de un camping, y un hotel con un excelente restaurante
con vista al río, que en las noches solitarias se puede visitar,
en busca de un buen vino Bordeaux, que allí cerca
no es difícil encontrar. |