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Voluntariado

 

Había reserva

 

Las ONG y las organizaciones de voluntariado estallaron en la emergencia. Salieron de la sociedad civil a tapar huecos que había dejado al descubierto el Estado, e inauguraron nuevas formas de solidaridad y nuevos hábitos sociales: ante el vacío, la dignidad.

Por Eduardo Aliverti

Algunas cocinan en comedores populares. Otros cuidan a los chicos en las villas mientras los padres están afuera. Otras recolectan comida. Otros dan cursos y talleres gratuitos en barriadas populares (de pintura, de radio, de tejido, de electricidad, de reparaciones rápidas, de manualidades varias; de tantas cosas que sólo describirlas quizá llevaría todo el espacio de esta columna). Otras y otros alfabetizan, o brindan educación sexual, o trabajan con chicos de la calle, o ayudan a levantar viviendas, o asisten a mujeres golpeadas, o protegen legalmente a víctimas del gatillo fácil y de las torturas de seccional, o instruyen sobre reciclado de materiales, o concientizan sobre los daños ecológicos.
Según los últimos relevamientos periodísticos dotados de información oficial, oficiosa y privada, hay algo así como 3 millones de argentinos cumpliendo actividades que se relacionan con la solidaridad. Una cifra un tanto abrumadora, y seguramente demasiado imperfecta. Habría que discriminar, porque no se supone que sea una ensalada con pocos ingredientes. Más bien al contrario: gente honesta, gente que lo hace gratis o por dos pesos o poniendo plata encima, gente con la única guía de su vocación de servicio, gente que no se banca no hacer nada por un “otro” que sufre; y esa otra gente a la que la inocencia le queda muy lejos y que hasta vive de la so-lidaridad en sus formas de especulación personal o de grupo. Habrá “fundaciones” que lavan y “organizaciones no gubernamentales” que establecen primero una relación de costo-beneficio donde lo solidario cuenta ocho cuartos, y entidades que (se) aprovechan para la elusión de impuestos. Pero como quiera que sea y por mucho que se pueda y deba restar, es indesmentible que hay un formidable número de personas de-dicadas a colaborar con otras. Aun cuando el “filtrado” implique tachar a cientos de miles.
Quizá siempre haya sido así y quizá lo sea en todas las sociedades de este mundo. Sin embargo, no por nada el hecho despierta atención. En los últimos años, la prensa oral y escrita se vio plagada de todo tipo de notas en las que –partiendo incluso de lo afirmado por los propios activistas solidarios– se habla de “las nuevas formas de militancia”. Y en efecto, no parece hacer falta alguna investigación profunda para determinar los cambios registrados en la percepción de cómo se puede hacer para no pasar la vida mirándose el ombligo.
En los 70, era cuestión de militar, ayudar o simpatizar con algún partido u organización política claramente definidos como tales y con la meta más vociferada que oculta de querer cambiar el mundo. Vino luego, para expresarlo en términos de aquellos años, la derrota aplastante del “campo popular”. Y más tarde la “primavera democrática”, que desde el alfonsinismo contra “la rabia de Perón”, rejuntados de izquierda e inclusive derecha partidizada –Ucedé– recuperó algo de la mística participativa. En ese sentido de organicidad militante dirigida a horizontes mayores, los 90 menemistas acabaron con todo. Es justamente elperíodo en que se desarrolla el crecimiento al parecer explosivo de las llamadas estructuras solidarias, donde las excepciones habidas y por haber confirman la regla de que no se trata de cambiar sustancialmente nada sino de mitigar mínimamente algo. En la misma dirección crítica, se podría afirmar que al fin y al cabo no hay más que un lavado de conciencia culposa por parte de sectores de la burguesía que, como de costumbre, termina siendo funcional al sistema (puede ser cierto, pero sólo en parte, como toda observación lineal, y además hay mucho apoyo activo de sectores populares entre sí).
El punto es que semejante “ejército de reserva(s)” demuestra, para el autor de estas líneas, que hay una nada despreciable base –no las bases, es cierto– en potenciales condiciones de sumarse, algún día que hoy no se ve, a la conquista de objetivos que superen a la mera solidaridad. Siendo que ésta tiene también su propio valor. Es una buena noticia, pero sobre todo una noticia a desarrollar.

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