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“LOS HIJOS DE LA FERTILIZACION ASISTIDA”
“Soñé que teníamos un bebé japonés”

Ante la fertilización asistida, los terapeutas, como sus pacientes, enfrentan una �doble trampa�: la de �asociarnos a las propuestas sin preguntarnos de qué deseo se trata, o bien, como inquisidores, rehusarnos a los aportes de la ciencia�.

Por Gloria Barros y Carlos Pachuk *

Como analistas trabajamos con las fantasías de parejas estériles cuya problemática, hasta hace un tiempo, se planteaba en términos de, o bien modificar el cuerpo para hacerlo fértil, o bien la adopción. Hoy, la fertilización asistida abre otra posibilidad: sustituir, desde la técnica, una función fallida. Con lo cual se plantea un cambio de paradigma: el hijo se hace de a tres.
El terapeuta se enfrenta, como sujeto social, con el fenómeno de mundos superpuestos con sus pacientes; puede conservar el paradigma clásico con sus consecuencias teórico-clínicas (rechazo, negación) o adherir rápidamente a las nuevas técnicas, reemplazando la reflexión, que su lugar supone, por la acción. Nos vemos ante una doble trampa: por un lado, la tendencia a asociarnos rápidamente a las propuestas que abren la vía y la posibilidad a un deseo, sin preguntarnos de qué deseo se trata; por el otro, colocarnos como nuevos inquisidores en un rehusamiento apriorístico a los aportes de la ciencia, considerándolos malignos per se.
Es frecuente que los planteos de pacientes que manifiestan fantasías o proyectos de fertilización asistida se desestimen en la mente del analista con la pregunta ¿por qué no adoptan?
Ocurre algunas veces que estos deseos son expresados por pacientes-parejas que ya tienen hijos adoptivos y que, ante los nuevos métodos, se replantean la cuestión. Lo cual se verbaliza como “quiero/queremos tener una panza” o “quiero/queremos pasar por la experiencia de un embarazo”.
Es importante señalar qué representaciones transubjetivas se imponen a estos sujetos, pues, ligados a una impronta social, algunos reflejan una necesidad de pertenencia más que un auténtico deseo de procreación, y este forzamiento está a veces al servicio de motivos económico-institucionales que no desarrollaremos.

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Las técnicas de fertilización asistida, al abrir nuevos caminos posibles a la maternidad/paternidad biológica, reactualizan la deuda con la cadena transgeneracional y la culpa por la esterilidad. Salir de esta encrucijada requiere plantearse el estudio de sistemas de fertilización asistida y sus consecuencias en los individuos en los que se aplica, en la pareja y en el/los niños a nacer.
Existe una serie de métodos que dividimos en cuatro grupos: 1) se trata de la implantación en el cuerpo de la mujer de un embrión obtenido a partir de un óvulo y un espermatozoide de la pareja; 2) uno de los elementos es ajeno a la pareja y sustituido por el de un/una donante; 3) los dos elementos son ajenos a la pareja, es decir, se implanta en el cuerpo de la mujer un embrión con el que genéticamente no tiene “parentesco”; 4) un embrión de la pareja se implanta en un vientre alquilado.
Todas las técnicas de fertilización asistida tienden a llevar el hijo al cuerpo de una madre, es decir, a mantener el origen del sujeto psíquico a partir de conservar lo originario. Sin embargo, está latente la idea de fábrica de personas: sacarlo del vientre de la madre o bien sustituir la matriz, lo cual nos lleva a fenómenos de lo impensable con nuestras teorías actuales.
Cada uno de los métodos citados genera una especificidad fantasmática, en sí mismo y en el devenir de cada pareja, pero también da lugar a algunas reflexiones comunes en referencia a sus efectos:
* El cambio en la idea del paso del tiempo y del límite de la procreación: la menopausia no implica ya la terminación de la posibilidad de embarazarse y la conservación del esperma garantiza la posibilidad de procrear después del envejecimiento masculino y aun después de la muerte (¿triunfo sobre la vejez y la muerte?).
* La ruptura de la cadena generacional: al no mediar la relación sexual, cualquier combinación es posible: la madre alberga y pare un hijo de suhija y yerno, por ejemplo. Se pasa del tiempo sucesivo de las generaciones a una temporalidad circular sobre el origen del sujeto que puede provenir simultáneamente de dos o tres progenies, lo que denominamos circularidad de generaciones y nos lleva a la pregunta: ¿cómo se constituyen las leyes de parentesco y las diferencias entre la función materna y paterna y los cuerpos reales que la ejercen?
Como estas líneas no son claras, las fantasías endogámicas se multiplican y adquieren una inquietante sensación de realidad. También nos preguntamos si esa “ayuda” de la abuela tendrá un sentido incestuoso o será resignificada como un servicio más.
* Establece modificaciones respecto de la relación entre los géneros masculino y femenino, y la cuestión del poder. En un trabajo anterior señalábamos que “el poder originario está ligado a la constitución del psiquismo y encarnado en una mujer: la madre. Personaje dotado con el bagaje biológico que la constituye el factor fundamental de la crianza en el primer año de vida del infans. Y el poder de los orígenes centrado en el hombre, que controla los resortes económicos, políticos e ideológicos del mundo social”.
Estas experiencias tenderían, en ambos géneros, a imaginar la omnipotencia de la suma de poderes con la perspectiva de un género único (bisexualidad, denegación de la castración.)
En el género masculino –ya que el médico suele ser un hombre– cabalgaría la fantasía schreberiana de la procreación, con este desplazamiento: fabricar su propio hijo de probeta y luego alquilar un cuerpo para albergarlo. (Esta fantasía se hizo presente en la realidad con el caso del médico que inseminó con su esperma a setenta y cinco pacientes.)

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Los sueños de completud tienen su contracara (la de hombre estéril) en los sentimientos de extrañeza frente al embarazo y al hijo, con la consiguiente dificultad para asumir la paternidad. Un ejemplo de esta problemática es la siguiente viñeta:
Una pareja habla de la propuesta de inseminación artificial con semen de donante.
Raquel: No sé si me animo. Tengo miedo a que él se borre, a que no me apoye en el embarazo y el parto.
Terapeuta: Tal vez quiere saber si él va a estar a su lado como marido para poner límite a sus fantasías de tener un hijo sola.
Víctor: Claro, yo voy a ser el mejor amigo.
Lo que aparece más manifiesto en los hombres, “adoptar” un hijo de su mujer, o la negación de la esterilidad a través de un embarazo de ella, enmascara el hecho de que la duda siempre presente acerca de la paternidad se hace aquí certeza y tiene su representación en un fantasma de características persecutorias.
En una sesión de otra pareja que juega con la idea de una inseminación con semen de donante, el hombre refiere el siguiente sueño: “Teníamos un bebé japonés”. La mujer asocia con unos amigos que tuvieron un hijo y, cuando fueron a visitarlos al sanatorio, todos los hombres estaban frente a la nursery preguntándose cuál sería su bebé, menos un japonés del grupo.
Para la pareja en sí, sería volver a una etapa anterior a la monogamia: un macho potente (figura erotizada del dador) que engendra hijos con variedad de mujeres. Para el género femenino satisfaría la aspiración máxima del poder originario: tener un hijo por sí sola, sin participación del hombre.
Citamos aquí a una paciente abandonada por su marido, con quien había adoptado años antes a una hija. Esta pareja había hecho previamente varios intentos infructuosos de fertilización asistida. La mujer consulta ahora por depresión, sentimiento de no poder manejarse sola. En una sesión, sin previo aviso, informa que planea, con la asistencia de su ginecólogo, unaimplantación de embriones donados. Ante el señalamiento “...algo más de lo que tendría que hacerse cargo usted sola”, responde triunfalmente: “Usted no sabe de lo que yo soy capaz”. Frase que remite al deseo de venganza hacia su ex marido, que quedaría señalado como “el estéril” de la pareja. Y también el deseo de prescindir de él (y de todos los hombres) en este embarazo “de ella sola”.
A su vez el futuro infans, ¿resolverá su doble origen biológico, mitad adoptivo, con la búsqueda del padre? Pues en este caso, el desaparecido y el secreto se juega del lado paterno.

* Extractado del libro Los hijos de la fertilización asistida, de Eva Giberti, Gloria Barros y Carlos Pachuk, próximo a aparecer (Editorial Sudamericana).

 

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