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REEXAMEN DE LA VIGENCIA DE UN CONCEPTO DISCUTIDO EN PSICOANALISIS
Perversión sexual y discurso globalizado

Según el autor del polémico ensayo que hoy da a conocer Página/12, el concepto de perversión sexual sigue siendo válido, pero es actualmente desestimado por corrientes de pensamiento que podrían conjugarse con el predominio del discurso capitalista. Próximamente en esta sección, un artículo de la psicoanalista Irene Meler ofrecerá otra perspectiva sobre el tema.

Por Roberto Harari *

¿Existe la perversión sexual? Si esta pregunta tiene lugar entre los psicoanalistas de este siglo apenas iniciado, ello quiere decir, cuanto menos, que pueden abrigarse sospechas acerca de la pertinencia del sostén del respectivo juicio afirmativo. O mejor dicho: algo ha debido ocurrir a partir del momento, no muy lejano, en el cual no se daban las condiciones para animarse siquiera a formular un interrogante de tales características, dado que la respuesta resultaba obvia. Entonces, cabe preguntarse si la modificación mencionada, esto es, la que habilita el cuestionamiento, se debería primordialmente a factores inherentes al decurso del psicoanálisis en tanto praxis –y ello, en sus múltiples vertientes–, o a que, en su defecto, el peso determinante recaería en la incidencia, en nuestra disciplina, de las mudanzas del lazo social (cifrado éste en la hegemonía indiscutida del discurso capitalista). A tal problemática, por ende, intentaremos responder en las líneas siguientes, las cuales no escatimarán la –¿inevitable?– toma de partido.
La antinomia aludida, por otro lado, se emparienta de modo muy estrecho con la pregunta originante de esta Jornada: ¿Elección sexual? En efecto: si acordamos con la convalidación efectiva de esta última, estipulamos a la par, sabiéndolo o no, un liberalismo –à la page: “neo”– electivo de la conducta sexual, la cual ingresaría, por derecho propio, en el campo de las “preferencias”, de los “gustos” y/o de las “orientaciones”, de los cuales cada quien podría dar cuenta en sí mismo, de acuerdo con su –diría Freud– “síntoma-’ser consciente’” (“Symptoms ‘Bewusstheit’”). Más aún: se sabe del ascendiente más o menos actual cobrado por los autodenominados “estudios de género”, según los cuales las definiciones de sexo obedecen a construcciones culturales, obviamente mudables, transitorias y, por qué no, hasta arbitrarias y facultativas. De acuerdo con esta concepción, pues, los hablantes deberíamos poder liberarnos del yugo conformado por los estereotipos estancados respecto de los “géneros”, por cuanto su sustento, claro está, limita y restringe las innúmeras posibilidades de elección, de mudanza, de hipotéticas opciones referentes al desempeño sexual y al goce concomitante.
Además, tales estudios –aunados con el rubro literario paralelo bautizado “gay/lesbian”– denuncian y cuestionan los mecanismos del poder –o de la “microfísica” del mismo (Foucault)– por cuyo intermedio los sujetos de una formación social permanecen sojuzgados y constreñidos en cuanto al goce del ejercicio de sus pretendidas posibilidades de desenvolvimiento sexual proteico, multiforme e impredecible. Véase, entonces, el encadenamiento: si cabe la libre opción, si todo lo sexual es universal y homogéneamente elegible –por cuanto el rasero iguala, quebrando así cualquier tendencialidad–, si lo real del cuerpo no influye; en fin, si no hay otro determinismo que el socio-cultural, pues bien, por todo ello ¿cómo cabría hablar de perversión sexual? He aquí cifrado, a nuestro juicio, el corazón mismo de este nuevo rostro de la resistencia al psicoanálisis, el cual, como suele acontecer, no deja de fructificar en el propio seno de las postulaciones de muchos psicoanalistas.
Recordemos algunos puntos ya consolidados por los más de cien años de psicoanálisis: 1) ninguna perversión sexual implica una hipotética continuidad invariada, y “a cielo abierto” de una o más mociones pulsionales parciales, puesto que éstas también son efecto del lenguaje, vale decir, del desvío respecto de cualquier postulada “instintualidad”; 2) por encontrarnos en el borde de las neurosis, conocemos sobradamente los fantasmas perversos (de los neuróticos). Claro: esos fantasmas no son la perversión (punto donde se equivoca gravosamente el kleinismo); 3) los neuróticos soñamos con ser perversos sexuales; en efecto, al estar deLacan, éstos trasuntan “una subversión de la conducta apoyada, si puedo decirlo así, en un savoir-faire, ligado completamente a un saber, y al saber, ¡Dios mío! de la naturaleza de las cosas. Un acoplamiento directo [...] de la conducta sexual con –es preciso decirlo bien– lo que es su verdad, o sea, su amoralidad. Introduzcan el alma (âme) si quieren, âmoralité (‘almoralidad’). En todo lo que se dice del Bien, lo tácito es la moralidad de la consecuencia, una moralidad de la conducta sexual” (J. Lacan, Séminaire 20, “Encore”, clase del 13-3-73). Lo cual, obviamente, conduce desde el universalismo kantiano a su desembocadura sadiana; 4) el perverso procura “el goce para el Otro [...]” (J. Lacan, Séminaire 16, “D’un Autre à l’autre”, clase del 26-3-69), ofertándose, sin saberlo, como “instrumento” de éste; (J. Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el [lo] inconsciente freudiano”, en Escritos 2, México, Siglo XXI); 5) la anonimia de los partícipes del acto sexual perverso, cuando no la seudonimia, dan cuenta de un eclipse, de un parpadeo sincopado en lo tocante al –endeble– sostén del nombre propio; 6) last but not least: perversión sexual no implica de modo necesario a, ni debe confundirse con, la perversidad social, rótulo este último por cuyo intermedio se configura un bizarro pastiche discursivo donde se “integran” juicios de valor conforme al Derecho, a los mecanismos del control social, a la consiguiente condena y, en fin, a una difusa psicopatología que, incluso, dio en hablar de prejuiciosas “sociopatías” (las cuales se definirían, de modo redundante, por la contravención conductual a la mudable normativa vigente). En fin, hasta puede extremarse con fecundidad el relieve de esta diferencia, marcando que la perversidad social comporta una puesta en acto de lo que podríamos nominar sadismo moral, a tono con el respectivo masoquismo moral postulado por Freud (S. Freud, “El problema económico del masoquismo”). O sea: en vez de instrumento del goce del Otro se trata, en el sadismo moral, de gozar del Otro como instrumento. Lo cual, desde ya, no deja de ilustrar un fantasma (de) neurótico.
Volvamos, con diferencia, a los interrogantes previos: ¿por qué surge ahora esta dubitación? Subráyese el ahora, pues Lacan, en 1960, podía sostener sin ambages, y contra cualquier punto de vista al que tildaba de culturalista, que la homosexualidad, en la Grecia antigua “[...] sigue siendo lo que era: una perversión” (J. Lacan, Séminaire 8, “Le transfert dans sa disparité subjective, sa prétendue situation, ses excursions techniques”, clase del 23-11-60). En el mismo orden llegó a afirmar, en 1973, lo siguiente: “[...] los neuróticos no tienen ninguno de los caracteres del perverso: eso es cierto”. (J. Lacan, Séminaire “Encore”). ¿Se podría aseverar lo propio hoy y aquí, sin ser tildado de dinosaurio, de cavernícola, de troglodita, de fascista, de homofóbico, cuando no de homosexual latente? Lo dudo muchísimo. Entonces ¿qué puede haber ocurrido para que el discurso “políticamente correcto” –que, cabe suponer, el psicoanálisis no suscribe– condicionase a tal grado la posibilidad de sustentar ciertas “verdades primeras” (J. Lacan , Séminaire 4, “La relation d’objet et les structures freudiennes”, clase del 27-3-57) como las traídas a colación líneas arriba?
Conjeturemos, al modo cabal del ensayo, algunos de los eventuales tópicos cuya incidencia en el lazo social ha ido tornando frágil y cuestionable la postulación de la existencia de la perversión sexual.En primer término, tenemos sobradas pruebas del modo por el cual la ciencia se ha tornado omnipresente en el orbe globalizado. O mejor: hablamos de los productos de la tecno-ciencia, los cuales homogeneizan, con su presencia uniforme, con sus marcas invariables, con sus envases emblemáticos, con sus mensajes causantes de deseos, los más variados paisajes de la Tierra. ¿De quiénes son las empresas que los producen? ¿Dónde se localizan? ¿Cómo se integran sus paquetes accionarios? Pues se trata, de inicio, de los volátiles e inlocalizables capitales sin rostro,sin nombre y sin nación. Siendo de extremada movilidad, usufructúan el beneficio del secreto bancario, invirtiendo su dinero, como es lógico –y de acuerdo con la “almoral” capitalista–, “donde les conviene”. Los tan mentados, temidos e inasibles “mercados”, por ejemplo, responden nítidamente a dicha semblanza. Pues bien, ¿no resulta todo ello altamente homólogo de la “libre elección”, a la que se presume placentera y pragmática y mediante la cual se procura desvirtuar la existencia de la perversión sexual?
Luego, cabe considerar que el discurso de la ciencia, siguiendo un legítimo designio, se afana, para obtener resultados, en anonimizar a sus productores, aboliendo la subjetividad de éstos a los efectos de que no influyan distorsivamente en la obtención objetiva de tales resultados. Y si, por ejemplo, algún investigador logra unir de modo indeleble su nombre a un descubrimiento nuevo, éste valdrá si muchos otros colegas, a quienes debe transmitírselo, pueden llegar, por sí mismos, a recrearlo, para así otorgarle su validación. Ahora bien, si esto es factible, ello se debe a que el descubridor, él también, puso en suspenso su singularidad en aras de la comunicación, trabajando, a tal fin, desde una posición subjetiva compartida e intercambiable.
Resumamos los trazos deducibles de este proceder: anonimia, cenáculo y, por ende, segregación. Se argumentará que esto sólo indica la tesitura del científico. Empero, el efecto producido por la idealización de éste en el orbe globalizado conduce a una mímesis generalizada de su posición, centrada en la “almoralidad” que se le atribuye: seriedad, templanza, amor a la verdad y a la humanidad, juicio crítico ponderado, etcétera. De tal forma ¿no encarna el científico, en tanto perfil modelo de semblante social, un prestigiado Nombre-del-Padre, cuya indiscutibilidad y creencialidad lo colocan al frente de una insospechada religión secular? De ahí, la consigna donde podría resumirse la posición mentada, de inequívocas resonancias en lo tocante al lazo perverso: ¡Bórrese, para así entronizar la comunicación!
¿Podríamos articular también la fecunda reivindicación del científico consistente en el no atenerse a lo ya sabido, a los fines de circunscribir así otro paralelo homológico de la posición subjetiva propia de la perversión sexual? En efecto, se conoce que ésta vuelca su vertiente hacia lo cuestionador, cuando no hacia lo contestatario y, a veces, hacia lo decididamente querulante.
Por último: es de público conocimiento cómo y cuánto la ciencia ha confrontado, cuando no desafiado, los límites de lo real del cuerpo –ya que este último no es tan sólo simbólico-imaginario, a pesar de lo creído por los estudiosos del género...–, los límites de lo real del cuerpo, decíamos, a través de las cirugías, de los implantes, de la ingeniería genética, de la muy factible –y quizá ya inevitable– clonación humana, tan cercana a la eugenesia postulada y practicada por el régimen nazi, y cuyo complemento obvio es el genocidio, sea éste por acción, sea por omisión. Entonces, ¿cómo no imaginar que el espectro de lo elegible ostenta una vastedad creciente, si no ilimitada? ¿Qué no puede hacerse con el cuerpo, si se promete performativamente la obtención de un goce inédito con ello? Sí, mas a tanta “almoral” del Bien sexual cabría formularle la pregunta siguiente: ¿cómo retorna la castración así recusada? Y esta otra: el límite al goce –que existe efectivamente, y tanto más, cuanto más se pretende renegarlo– ¿se marcará de modo prevalente a través de un pasaje al acto –de consecuencias imprevisibles– como caída hacia y como choque violento con, alguna punta de lo Real?

* Trabajo presentado el 25 de agosto de 2001 en la jornada “Elección sexual” de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el PsicoanálisisFreudiano. Formará parte de El fetichismo de la torpeza y otros ensayos psicoanalíticos, de próxima publicación (ed. Homo Sapiens).

 

enpsiclopedia

Por Rudy

Iatrogenia: Enfermedad debida a un mal accionar médico. Si el médico en cuestión fuera un psicoanalista, no se habla de iatrogenia sino de resistencia.
Identrificación: Mecanismo por el cual un sujeto se lava los dientes imitando el estilo de otro y, sobre todo, usando la misma marca de pasta dental.
Idishemame: Uno de los pilares del psicoanálisis, como fuente de trabajo. Participa en forma activa de los primeros años de vida de los futuros pacientes. La gran diferencia entre una idishemame y un psicoanalista es que si un día uno falta a lo del analista le paga igual y se terminó el problema.
Ignorar: Desconocer. La contracara del “supuesto saber” del analista es indudablemente el “suipuesto ignorra” de los pacientes, tema del que mucho no se habla porque, obviamente, se ignora.
Incesticida: Producto que, si se aplicara masivamente, sobre todo en el inconsciente, no habría neuróticos, ni psicóticos, ni nada.
Incondiente: Pieza dentaria de la que no se tiene conciencia. Puede tratarse de una pieza que realmente existe, pero está por ejemplo anestesiada, o tal vez el individuo cree que se la extrajeron y en realidad eso no ocurrió. Pero también puede tratarse de una fantasía, como aquella de la vagina dentada, el libro dentado (“agarrá los libros que no muerden”) o hasta de falsas teorías como esa que dice que “perro que ladra no muerde”, teoría que ha sido muy difundida, por los perros. Finalmente recordemos aquel nunca bien ponderado ejemplo del Refranero Freudiano: “Freud no le da pan al que no tiene pacientes”.
Incquilino: Persona, objeto o imagen que ocupa el inconsciente de otro, pagándole a tal efecto. El que permite que su inconsciente sea ocupado de esta manera es porque obviamente se volvió locador.
Isteria: Cuadro clínico psicopatológico que, debido a ciertos supuestos traumas sexuales acaecidos durante la infancia y luego reprimidos, impide escribir la letra “h” a quien lo sufre.
Ivaginativo: Sujeto que tiene el poder de imaginar muchas cosas, pero todas remiten a la misma idea fija.

Fragmento del libro Freud más o menos explícito, de próxima aparición (Ed. Planeta).

 

 

POSDATA

Derechos. Mesa redonda “Derechos humanos y salud”, el 10 a las 10 en el Hospital de Niños Elizalde, Montes de Oca 40.
Anfitrión. Función teatral de Anfitrión de Molière (que J. Lacan tomó para mostrar vicisitudes del yo), con debate, el 7 a las 23. Triempo, Institución Psicoanalítica, 4383-9908.
Tangos. Presentación del CD Tangos para cantar en el diván. Hoy a las 20.45 en Un Gallo para Esculapio, Uriarte y Costa Rica con Hernán Bonadeo, César Hazaki, Carlos Hilzerman, Haydée Iglesias, Alejandra Maula y Carlos D. Pérez.
Joyce. “James Joyce: el escritor del enigma”, con M. Cristina S. de Pérez, Néstor Erlejman, Nancy Hagenbuch, Norma Cattáneo, Carlos Gomerro, Olga de Santesteban, el 8 de 15.30 a 20. Discurso Freudiano, 4772-8997.
Locura. “La locura en los tiempos del ántrax”: jornada de reflexión, el 7 a las 9.30 en el Borda (AP1), con Eduardo Grüner, Sergio Rodríguez, Julio Sevares, Raúl Zaffaroni y Abel Langer. 4854-1180.
Adolescente. “Maternidad adolescente: aspectos ligados a la escolarización”, ateneo de supervisión en educación sexual en APBA, con Paula Fainsod. El 8 de 9 a 11. Gratuito. 4345-7422/7359.
Hijo. “La difícil coconstrucción de un sistema terapéutico: un hijo en lugar de un padre”: con María Rosa Glasserman, hoy de 11.30 a 13 en Cefyp. 4801-3485, 4804-6394.
Comunicaciones. Encuentro “Las comunicaciones en el siglo XXI. Medios de comunicación y salud mental”, 14 y 15 en Colonia, Uruguay. Sección Medios Masivos de Comunicación y Salud Mental de la Asociación Mundial de Psiquiatras. www.finteco.8k.com.

Mail de estas páginas: [email protected] . Fax: 4334-2330.

 

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