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 Ojos bien abiertos

Cine Alejandro Amenábar llegó a Hollywood: después de ver Tesis y Abre los ojos, Tom Cruise lo encaró para producirle una película protagonizada por su futura ex mujer. Aunque su matrimonio con Nicole Kidman voló por los aires, la película se hizo y el resultado es soberbio. La semana que viene se estrena en Buenos Aires Los otros, una de fantasmas más cerca de Henry James que de Sexto sentido. Por suerte.

Por Mariana Enriquez

Alejandro Amenábar, el niño prodigio del thriller español (aunque nació en Chile, emigró a España meses antes del golpe de Pinochet), fracasó en la Facultad porque no aprobó la materia Realización. Es probable que hoy más de uno de sus profesores se esté preguntando cómo es posible que ese estudiante mediocre se haya convertido en uno de los pocos realizadores españoles en llegar a Hollywood en inmejorables condiciones: rodando una película anticuada y personal en inglés, sin concesiones a la industria y con una diva como Nicole Kidman que accedió a rebajar su cachet sólo para estar en manos de Amenábar. No se trata de un transplante forzado como el de Antonio Banderas o el que probablemente hará Penélope Cruz: se trata de un reconocimiento como autor que es casi excepcional.
Amenábar está haciendo un recorrido extraño en su filmografía. Tesis era pura paranoia urbana: una estudiante de cine, Angela, está investigando sobre la violencia audiovisual, y descubre que en su facultad funciona una red que produce y distribuye películas snuff, protagonizadas por ex alumnas desaparecidas. O muertas, mejor dicho, porque ésa es la única manera de protagonizar un film del género: las películas snuff consisten en un asesinato real, precedido de torturas y preferiblemente múltiples mutilaciones, en una mezcla de violencia y sexo. Después del descubrimiento, el film recurre al relato clásico de quién lo hizo, como en una novela policial clásica. Tesis era una película sencilla a pesar del tema, y sirvió para mostrar un cine en castellano producido por una generación influenciada por los mitos de la cultura norteamericana, porque eso son los películas snuff: pertenecen al mismo imaginario que Freddy Krueger, Ed Gein y los adolescentes criminales de las secundarias del Medio Oeste. Los mitos no eran la única influencia norteamericana de Amenábar: el homenaje a Hitchcock no es sólo evidente, sino constante: el voyeurismo de Tesis remite a La ventana indiscreta, aunque claro, con la omnipresencia de los medios de comunicación, ya no es el vecino quien es observado.
El siguiente paso, Abre los ojos, no se parecía a Tesis, y eso era bueno y malo. Para Amenábar significó un gran éxito comercial y demostró coraje al no repetirse a sí mismo, pero la película tenía varios vicios de joven maravilla: ambiciosa, demasiado larga, le sobraban algunos minutos. Era la historia de César, un joven millonario y atractivo que va de mujer en mujer (Eduardo Noriega, repitiendo con Amenábar después de ser también el seductor en Tesis) que se enamora de Sofía (Penélope Cruz), la novia de su mejor amigo. Pero el romance se malogra cuando una ex vengativa decide suicidarse estrellando su auto, con César en el asiento de adelante. Ella muere, tal como desea, pero César queda espantosamente desfigurado. A partir de allí, la película homenajea al Fantasma de la Ópera pero pronto se convierte en un thriller de ciencia ficción psicológico, demasiado explicativo y enredado. De todos modos, es una película interesante y cuidada, al punto que Tom Cruise le echó el ojo y hoy ya está rodada la remake norteamericana, que dirige Cameron Crowe, se llama Vanilla Sky, con Tom Cruise como el seductor castigado, Penélope Cruz repitiendo personaje y Cameron Díaz como la vengativa.
Fue en esa misma época, mientras compraba los derechos de Abre los ojos, cuando Tom Cruise se acercó a Amenábar y se ofreció a producir su próximo proyecto, Los otros. Todavía estaba casado con Nicole Kidman, y ella fue la elegida para protagonizar el film. Se estrena la semana que viene en Buenos Aires y, dentro de la filmografía de Amenábar, vuelve a ser un paso arriesgado y distinto: se trata de un film gótico clásico, una re-lectura de Otra vuelta de tuerca de Henry James, sin concesiones de efectos especiales ni citas al cine de horror contemporáneo. Es un anacronismo y, paradójicamente, funciona mucho mejor que cualquier film de terror que se haya hecho en mucho tiempo, Sexto sentido incluido. Como en sus anteriores films, hay signos recurrentes: en Tesis eran las cámaras. En Abre los ojos, las máscaras, las falsas realidades, los sueños. En Los Otros, las puertas cerradas y la oscuridad. Pero en todas las películas Amenábar recurre siempre al encierro, a la claustrofobia: ya sea en una facultad poblada de morbosos asesinos o en una mansión victoriana, sus personajes están atrapados en una pesadilla, que puede empeorar al despertar.

LA LOCA
Grace (Nicole Kidman) está sola. Vive en una mansión victoriana en la isla de Jersey, en el Canal de la Mancha. Es 1945, así que tanto geográfica como simbólicamente está en un limbo de entreguerra, y su marido Charles (Christopher Eccleston) fue dado por muerto en acción, aunque no le devolvieron su cuerpo. Los nazis cortaron la electricidad del pueblo, pero a ella no le interesa. Mejor aún: le conviene. Sus dos hijos Anne (Alakina Mann) y Nicholas (James Bentley) sufren de fotofobia: si los alumbra un resplandor más fuerte que el de una vela, dice, pueden morir. Ella los defiende y protege con la misma furia que evitó la ocupación nazi. Por eso en la casa hay reglas, que Grace les explicará a los nuevos sirvientes, que llegan al principio de la película, antes de que ella ponga un anuncio en el diario buscando servidumbre (se trata de tiempos de guerra: la gente necesita trabajo, y va de pueblo en pueblo ofreciéndose). La regla principal es la oscuridad. La regla que se desprende de ésa es que todas las puertas de la casa, sin excepción, deben permanecer cerradas con llave una vez que se las ha traspuesto. En una mansión con innumerables habitaciones, esto es más difícil de lo que parece.
Los sirvientes nuevos aceptan la regla. Además, ya sirvieron en esa casa, así que la conocen bien, y no se pierden en la oscuridad. Pero pronto Grace, devota y cristiana, tendrá que admitir que, además de los sirvientes, hay otras presencias en la casa. Víctor, un niño que llora. Una anciana ciega. Una pareja. Otros que mueven muebles. Anne, la niña que no cree en Dios a pesar de todo lo que trata de enseñarle su madre, es la primera en verlos. Después todos tendrán que enfrentarse a los intrusos, y al porqué de su presencia.
Hasta aquí, sin revelar el final, son evidentes los numerosos homenajes de Amenábar. El primero es clásico: Los otros es un film gótico, en clima, concepción y espíritu. El escenario es el gótico tradicional desde que Horace Walpole “inventó” el género con El Castillo de Otranto: una casa encantada con fantasmas que se mueven en las sombras. Grace es una personalidad gótica: el escenario es igual a su personalidad, de la misma manera que la casa de Roderick Usher en “La caída de la casa Usher” de Poe era reflejo de su frágil psique, que se derrumbaba: la mansión de Jersey donde viven Grace y sus hijos es Grace: es ella la que mantiene las ventanas cerradas para no ver lo que está pasando, es ella la que protege a sus hijos de la luz cuando es evidente que no es necesario. Y además, hay una tercera tradición gótica que Amenábar rescata: la de la mujer loca. La mujer insatisfecha, oprimida, sola, que crea monstruos. La reclusión es lo que caracteriza al gótico protagonizado por mujeres, quizá como una metáfora de su confinamiento social durante siglos. Así es la institutriz de Otra vuelta de tuerca de Henry James, novela que sin duda Amenábar cita por lo menos en la primera mitad del film. Como Grace, está sola en una mansión en el campo, tratando de proteger a dos niños, Miles y Flora, que reciben la visita de sus antiguos preceptores, muertos. La institutriz trata de salvarlos del mal, pero en definitiva no es posible discernir si los fantasmas realmente existen o son sólo imaginaciones de su perturbada mente, que debe inventarse una misión para resolver su neurosis y su soledad. De la misma manera, cuando en Los otros el esposo-soldado de Grace se materializa entre la niebla, en una vuelta a casa por demás irreal, es fácil darse cuenta que el esposo es sólo un fantasma del deseo de una mujer sola, conjurado por su soledad. En 1961, Jack Clayton llevó al cine la novela de James con el título de Los inocentes. El clima es muy similar al de Los otros sobre todo en la histeria contenida y la rigidez aterrorizada de Deborah Kerr/Nicole Kidman. Aunque la ex señora de Cruise recuerda mucho más a otra diva: Grace Kelly. Es probable que la elección del nombre del personaje sea un homenaje más.

VEO GENTE MUERTA
Es inevitable que, si hay chicos que ven fantasmas, la primera referencia sea Sexto sentido. Amenábar insiste en que Los otros estaba en producción cuando se estrenó el film de M. Night Shaymalan, pero concede las similitudes aunque “es otra historia, tiene otro tipo de influencias”. Y también insiste en que nunca vio a una película acerca de una mujer encerrada con sus hijos como un film comercial. “Los elementos que se buscan hoy para alcanzar un éxito con una película de terror es tener adolescentes”, explica, refiriéndose a Scream probablemente, “así que desarrollé el proyecto por diversión. Pero cuando entraron Kidman y Cruise, que la produce, el destino del proyecto cambió”. Ahora sabe que será un éxito: ya lo es en Estados Unidos y se habla de nominaciones al Oscar por la intensa interpretación de Kidman. Pero en la nueva ola de terror psicológico que inició Sexto sentido, para Amenábar es fundamental jugar con los clichés, pero intentando darles otra vuelta de tuerca, al mismo tiempo que se mantiene fiel al cine que intentó homenajear: “Tenía homenajes concretos, como uno a Suspense de Jack Clayton, que me llevé en el montaje. Lo que me ha dominado es un intento de no salirme del clasicismo, llevar ese toque clásico y la elegancia de muchas películas de los 40 y los 50, que afecta el decorado, la escenografía, los decorados. No es una copia de esos films, pero tiene el mismo espíritu”.
Amenábar también renunció definitivamente a los efectos especiales, que en Los otros prácticamente no existen. No tiene nada que ver, por suerte, con la espantosa remake de The Haunting que protagonizaron Liam Neeson y Catherine Zeta-Jones hace algunos años. “Hoy se habla mucho de sugerir”, explica, “pero no lo ves en la práctica muchas veces. He tratado de recuperar ese escalofrío de los films de terror, de los miedos básicos que se esconden en rincones oscuros. Yo creo que da más miedo lo que está detrás de la puerta que el monstruo. He hecho lo me gustaría ver y lo que echo de menos en el cine de hoy. Además, el mejor efecto especial son los ojos de Nicole”.

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