Muy cada tanto, y por eso es acontecimiento, la maquinaria teatral produce milagros. Todas las Rayuelas, pieza que acaba de subir a escena en el Multiteatro, es uno de ellos. Escrita por Carlos La Casa, la obra resultó ganadora del concurso Contar, certamen que tiene el propósito de estimular la presencia de obras de autores nacionales en la Calle Corrientes. Pero aunque ésta sea la segunda propuesta premiada, es sin embargo la primera de las que sube a escena que refleja ese objetivo y esa bandera. Y también la primera obra de texto en bastante tiempo que aporta verdadera idiosincrasia nacional al circuito de teatro comercial. 

Cuando la exitosa Bajo Terapia, ganadora de la primera edición del Contar, subió a escena, esta cronista cuestionó la notable similitud entre esa propuesta y TocToc, el fenómeno teatral más convocante de los últimos diez años, preguntándose hasta qué punto se considera “teatro nacional” a una obra con dramaturgia local pero con argumentos foráneos ya probados. La obra funcionó muy bien, pero relativizó las expectativas que un sector de la comunidad teatral tenía en torno al concurso, y reforzó la convicción  de que el circuito comercial a veces sólo “arriesga” siempre y cuando no haya, justamente, riesgo. 

Muy distinta a esa, en cambio, Todas las Rayuelas es una obra que tiene ingredientes de un teatro más bien comercial (un cuento bien contado, un humor efectivo, personajes empáticos y una estructura más o menos ordenada), pero también condimentos poco explorados en las obras de Calle Corrientes: la explicitación de una postura ideológica, una alta carga de emotividad, el tratamiento de la muerte como tema y un fuerte anclaje en la historia nacional. Y como si fuera poco, a todo eso que viene del texto los productores aportaron decisiones que se celebran y agradecen, como la de convocar a un gran director con un intenso recorrido en el off, como es Andrés Bazzalo. Con respecto al elenco también se corrieron riesgos. Para acompañar a la convocante primera figura, un maravilloso Hugo Arana que interpreta a un hombre que vuelve del exilio a buscar a su hija, los empresarios sumaron a un grupo de actores provenientes de diversas formaciones y experiencias, todos con mucha historia en el circuito independiente. Así, se pueden ver en escena al premiado y reconocido Esteban Meloni, a la exquisita Paula Ransenberg, al prestigioso actor y director Daniel Dibiase y a la joven Heidi Fauth, discípula ejemplar de Bazzalo. Todos ellos hacen un trabajo sensible y comprometido, sin vicios ni convenciones demasiado comerciales desde lo actoral. 

Claro que habrá cosas por decir y cuestiones para señalar. La obra de La Casa cuenta con una desventaja: es una más de la larga lista que abordó uno de los temas más representados del teatro independiente de post dictadura, justamente, el del golpe cívico-militar y sus profundas heridas en la sociedad actual. En conversación con aquellos otros materiales sobre el tema, se podría evaluar el nivel de profundidad con el que se lo trata, por ejemplo, teniendo en cuenta el lugar de privilegio, en términos numéricos de acceso, que ocupa dentro de los espacios de discusión sobre lo teatral. 

Pero quedarse en eso sin reconocer el profundo peso político e ideológico que tiene el hecho de que esta obra esté en la Calle Corrientes sería ser funcional a aquella lógica que se rechaza. Los productores saben que es posible que esta pieza no consiga el éxito de Bajo Terapia, porque va a contramano de la abundancia de comedias livianas en una temporada que viene remando contra sí misma. Y sin embargo ahí está, en cartel en uno de los teatros más importantes, cinco de los siete días de la semana. Por eso Todas las Rayuelas es una apuesta, una milagrosa declaración de principios. Y frente a eso no hay nada; porque todo lo demás viene después.