Hay en el anuncio de este espectáculo una invitación a “sumergirse” en el mundo de los insectos. Más correcto sería decir que el espectador es llevado hacia abajo, hacia lo subterráneo, lo minúsculo, lo que está oculto allí donde no se suele detener la mirada. Todo eso se vuelve gigante en Ovo, la propuesta del Cirque du Soleil que esta vez toca suelo argentino. Cincuenta acróbatas en escena (entre una troupe que suma unos cien de 25 nacionalidades, contando el equipo artístico y técnico completo) desplegarán las artes de esta marca global, con visos de impecable, desde hoy y hasta el 30 de junio, en el estadio del Bicentenario de Tecnópolis (ver aparte).

Todo en esta mega propuesta que lleva las artes circenses a la condición de gran show itinerante es a lo grande. La del super despliegue, por cierto, es una de las marcas de esta empresa: la escenografía, los vestuarios, las luces, el modo en que se adaptan los estadios, responden a lo que puede catalogarse como “sorprendente”. El punto de partida, sin embargo, sigue siendo el de siempre: el de las artes circenses tradicionales, las destrezas milenarias, las contorsiones, los saltos, las destrezas acrobáticas: lo que puede hacerse con el cuerpo. Todo, llevado al punto de la excelencia, con artistas y acróbatas reclutados entre los mejores del mundo.

Es el caso del italiano Devin De Bianchi, más conocido en escena como la Libélula. Es uno de los que llegan a la charla con PáginaI12, en un extravagante encuentro de prensa con bichos planeado en el Jardín Botánico, sin dudas la locación ideal para la producción. “Todo el sudor que he dejado en mi trabajo, ha valido la pena al convertirme en un artista del Cirque Du Soleil. Sin dudas es la realización de un sueño”, dice en un castellano bastante fluido este equilibrista que prácticamente nació en un circo y que cumplió su sueño en octubre del año pasado, cuando se sumó a la troupe.  

De Bianchi trabaja como equilibrista desde los quince años, y empezó a estudiar a los 8. No nació en el circo, pero casi: su papá y su mamá eran trapecistas que viajaban con un circo italiano y que tenían entre sus destrezas “la Rueda de la Muerte” o el número con caballos. En el Cirque Du Soleil este joven se luce en el segundo acto con destrezas muy clásicas, pero igualmente impactantes. “Para mí el circo es mi vida. Es también mi casa: Yo viví con mis hermanos en un circo, desde que nací. Y desde que tengo uso de razón, empecé a decirles a mis padres que yo también quería formar parte del circo”, cuenta. “En este sueño que es el Cirque du Soleil todo es muy diferente a aquel circo, pero hay algo que no se perdió: la magia del equilibrio, de la acrobacia. Cuando me dijeron que iba a ser una libélula, me encantó. Era algo verdaderamente nuevo, muy diferente. Tuve que aprender sus movimientos, sus costumbres, ¡me volví libélula! Fue una aventura. Si hay algo que nunca en mi vida imaginé, es terminar siendo una libélula del Cirque du Soleil”. 

Otra de las entrevistadas para la ocasión es la Araña Roja, también conocida (cuando se saca toda este colorido traje con el que posa con entusiasmo para las fotos) como Delous Svetlana. La canadiense es una acróbata aérea, y por eso se la puede ver subirse a una altísima pared, o meterse en una cueva de una manera muy arácnida (y muy poco humana, por cierto). 

“Desde pequeña empecé a ver el Cirque Du Soleil en películas, y mi papá me llevaba cada año para ver los espectáculos. Siempre quise ser acróbata. Pero estaba en la escuela de ballet, entonces primero fui bailarina. Un día logré entrar a una escuela de circo, solo para probar, sin pensar en absoluto que podría terminar trabajando de esto. Una de mis profesoras era integrante del Cirque du Soleil, y desde el primer día me dijo que tenía que aprender con ella. Fue mucho trabajo, y a partir de la audición, fue todo muy rápido”, repasa el modo en que entró a Ovo. Eso pasó hace tres años. Se le pregunta cuántos países recorrió, entonces recorre mentalmente: “Sudamérica, Europa, Africa... Realmente, perdí la cuenta”, sonríe. 

Ovo es uno de los 19 espectáculos de Cirque du Soleil que están girando por el mundo actualmente. “Somos unas cien personas que vamos para todos lados juntas, provenientes de lugares y culturas muy diferentes, con experiencias de trabajo previas también muy diferentes”, evalúa Nicolas Thabot, publicista del Cirque. ¿Se sienten una gran familia? “Puede ser... ¡pero una familia disfuncional!”. 

Si tiene que señalar el mayor acierto del show, o lo que más subraya el público en sus devoluciones, Thabot no duda en señalar el nivel acrobático. “Puedes venir y sorprenderte con los vestuarios, escuchar la música, te puede gustar la historia. Pero lo que todo el mundo admira, sin dudas, es el nivel acrobático”, marca. “El nivel acrobático es muy impresionante, y hay actos que solamente se ven en Ovo”, destaca. 

Ovo –huevo en portugués– se presenta como “un ecosistema rebosante de vida”. Allí hay toda clase de bichos, de muchos colores, de formas diversas, comportamientos y movimientos también diversos. Los bichos saltan, se arrastran, vuelan, van, vienen… Lo que hacen los bichos. Una de las búsquedas del espectáculo –y de las virtudes de los acróbatas– es la de poner en escena esos movimientos y esas “formas de ser” de cada bicho, a través de distintas disciplinas. 

Todo es armonía en Ovo: Los insectos trabajan, procuran su alimento, juegan, se esconden, buscan aparearse... Lo que hacen los bichos. Hay momentos de acción bulliciosa y otros de tranquila emoción. La paz del ecosistema se rompe cuando de pronto aparece entre ellos un huevo misterioso, símbolo del enigma y los ciclos de sus vidas. ¿Qué es lo que viene a traer este Gran Huevo?

Resulta que, por más diversos que tolerasen ser hasta entonces los bichos, de pronto se encuentran con que llega otro que es muy diferente. La desgarbada mosca azul llega para romper la armonía de la comunidad. Por una simple razón: es nueva, y diferente. “Es una historia de respeto y tolerancia a la diferencia, es una historia de aceptación. Pero también es una hermosa historia de amor”, repasa Thabot, aludiendo al modo en que la mosca azul se enamora de la mariquita. Y así entre moscas, arañas, libélulas, mariquitas y bichos varios, transcurre lo que, finalmente, es otra historia de amor.