Se votan autoridades provinciales en Formosa, San Luis, Santa Fe y Tierra del Fuego. Hay posibilidades de que por primera vez pierda algún oficialismo local.  Posibilidades, ni más ni menos. No en Formosa, donde el gobernador Gildo Insfrán está habituado a arrasar y batir sus propios récords. Las otras tres competencias se predicen muy reñidas.

Puede ocurrir, en Tierra del Fuego, que el resultado final quede supeditado al primer ballotage del año. Puede ocurrir, ni más ni menos.  Será el último domingo con varias votaciones distritales (más información en páginas ocho y diez).

Sería osado decir que el panorama nacional se va aclarando porque sigue siendo enmarañado. Sí se cerró la inscripción de las alianzas o Frentes. Se definieron, unos días antes de la fecha límite, dos fórmulas presidenciales: Mauricio Macri-Miguel Pichetto y Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey. Quedan en carrera siete coaliciones, todo indica que solo tres aspiran a llegar a la Casa Rosada: las encabezadas por Alberto Fernández, Lavagna y el presidente Macri. Lavagna con menos chances.

Una mirada desaprensiva podría concluir que el escenario, fijado en la efímera foto de hoy, no es tan distinto al del año 2015. La polarización entre Macri o Cristina y una opción “por el medio” (se subrayan las comillas) encabezada por un dirigente peronista. Sergio Massa por entonces, Lavagna hoy en día.

Pero los cambios superan a las continuidades. El macrismo es Gobierno ahora, se impuso en dos elecciones seguidas, una como oposición y otra como oficialismo. Concretó en ambos casos excelentes campañas. La capacidad de “hacer campaña” de Cambiemos es chocantemente superior a la gobernar. 

En espejo, el kirchnerismo hizo dos malas campañas. En 2015, la que más importa aquí, demoró demasiado en designar candidato al ex gobernador Daniel Scioli. El núcleo más cristinista dio la impresión de no comprometerse a fondo con éste. El slogan “el candidato es el proyecto” pareció subrayar distancia, más allá de cuáles pudieron ser sus intenciones iniciales. Las PASO de la provincia de Buenos Aires marcaron gol en contra... y siguen los etcéteras.

El Frente Renovador (FR) de Massa se plantó como alternativa y obtuvo un importante caudal en la primera vuelta: 21,39 por ciento de los votos. Los dos aspirantes que pasaron a ballottage juntaron entrambos poco más del 71 por ciento: 37,08 para Scioli, 34,15 para Macri. Onda 8 por ciento de los votos restantes se distribuyó entre el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) que obtuvo un 3,23 por ciento y otras fuerzas que se llevaron puñados de sufragios, entre ellas el GEN de Margarita Stolbizer. 

Los guarismos electorales sirven de referencia más sólida que las encuestas, en general. Una de las claves de los comicios de octubre es si habrá tantos sufragios (cerca del 30 por ciento) “afuera” de la antinomia entre el oficialismo y el Frente Todos. 

A título de hipótesis, muy supeditada a las tácticas previas al cierre de listas del sábado que viene 22 y a los desempeños de campaña, uno cree difícil que la sumatoria de las terceras fuerzas congregue tantas adhesiones como cuatro años atrás. Dicho de otro modo, con cautela, es factible que las dos fórmulas más taquilleras acumulen tres cuartas partes de las preferencias en primera vuelta o algo más.

Si se plasmara ese cuadro podrían elevarse las chances de una definición en primera vuelta, esquema que se descartaba hasta hace un par de meses.

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Alternativa herida: Lo esencial está por venir, vale. Esto aceptado, en la línea de partida el Frente que lidera Lavagna aparenta tener un techo bajo. Arrancó tarde, sin aliados peronistas con peso territorial y con gobernadores poco dispuestos a realinearse, una vez que enfilaron hacia la fórmula Fernández-Cristina Fernández de Kirchner.  

Massa 2015 aventajaba a Lavagna 2019 en representación social. Expresaba a personas de clase media que gozaron movilidad ascendente desde 2003 hasta 2011. Luego se frustró por el amesetamiento de la economía agravado por los malestares de la vida conurbana, los rencores contra “planeros” o sindicalistas supuestamente privilegiados. Un perfil opositor situado social y geográficamente: no cheto, en su amplia mayoría. Hoy, cabe inferir, debe estar embravecido contra Macri: tarifazos, despidos, inflación, promesas incumplidas. Tal vez puedan seguir a Massa para confluir con el kirchnerismo.

Lavagna, hasta hoy, expresa una postura política: “anti grieta”... “ni ni” si usted prefiere. La definición es insuficiente para aglutinar colectivos sociales o atraer adhesiones. Lavagna es un dirigente sin acumulación electoral previa: tendrá que darle contenido a su candidatura, convencer, “instalarse”.

Alternativa Federal, presentada durante años como un conglomerado lleno de virtualidades, terminó como agencia de colocaciones en otros espacios: Massa, Pichetto, Urtubey. Lavagna, que se dio el gusto de ser candidato sin PASO, expresa parcialmente al sector.  

En parte, estima uno, se sobreestimó a la “Liga de Gobernadores” cuya propia existencia tiene bastante de mito urbano. El conjunto de los mandatarios provinciales es variopinto, carece de liderazgo o “conducción”, está formado por figuras potentes en rodeo propio que se desvanecen o debilitan políticamente cuando atraviesan sus fronteras. 

Conservadores populares astutos, van logrando su meta primordial: revalidarse en sus distritos. Acertaron, hasta ahora, con el escalonamiento de elecciones. Una vez amurallado el bastión, les queda ver cuántos diputados o senadores nacionales consiguen.

Al peso específico sobrevaluado se añadieron carencias tácticas. Tardaron en imaginar cómo coaligarse, la falta de espíritu de cuerpo se hizo sentir. Eran muy contados los dispuestos a jugarse para buscar la presidencia, regía la consigna “animémonos y vayan”. O la sustituta “animémonos y que vaya Massa o Lavagna”, Entre los refractarios a jugar en la Liga nacional estaban el tucumano Juan Manzur y el cordobés Juan Schiaretti, gobernantes de las provincias peronistas más grandes.

Lavagna los destrató un poco. Dialogó antes y más con los medios, con el socialismo santafesino o con Stolbizer. Ahora le costará convocarlos desde el tercer puesto en el podio. 

En los próximos seis días deben armarse las listas, una labor ansiógena y colectiva. Lavagna afronta un desafío inverso al de Alberto Fernández o Macri. Estos tienen múltiples aliados, partidos sindicatos, organizaciones sociales. Amén de legisladores o intendentes “del palo” que terminan mandato. Hay muchas más pretensiones a contemplar que espacios en la lista para repartir.

Lavagna en cambio, debe correr contra reloj para inscribir la mayor cantidad de listas en todos o casi todos los territorios. Se debate, en la Academia y en quinchos políticos, si los candidatos “de abajo” de las boletas empujan hacia arriba a presidentes y gobernadores o si son estos los que traccionan a los aliados. La polémica es interminable, quizás con respuestas variadas. Eso sí, es seguro que no tener candidatos “por abajo” en cualquier distrito disminuye las perspectivas. Tampoco sirve mucho presentar gente ignota, sin arraigo o legitimidad local. La diputada Graciela Camaño candidata a gobernadora bonaerense hubiera sido una buena iniciativa, dentro de la carencia. Parece que se negó aunque nada queda clausurado hasta el instante final del cierre de listas.

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Nacional, provincial, comunal: Quedan seis días frenéticos para llenar centenares de boletas con millares de aspirantes. 

La fórmula presidencial es lo único que eligen todos los votantes del padrón nacional. Las bancas para el Congreso se deciden en cada una de las 24 provincias lo que multiplica las instancias de negociación. Algo similar a lo que pasa con senadurías o diputaciones provinciales, intendencias o concejalías que se disputan en Buenos Aires simultáneamente con la compulsa nacional. 

En cada pago se tenderán mesas para las tratativas. Contener y sumar pasa a ser la consigna de la hora que debe compatibilizarse con protagonistas legitimados en sus comarcas. Repartir con amplitud mejora la imagen ante amplios fragmentos de la sociedad civil, críticos del sectarismo. Además, estimula lealtades activas de dirigentes, punteros, militantes o adherentes que reman más en la campaña si se ven representados en las boletas. 

Los votos se procuran de cien modos: por la tele, en redes sociales, también (por suerte) en el cuerpo a cuerpo que exige mucha gente participando.

La dinámica democrática limita el poder “de la lapicera” o los principales referentes. Achicar el propio redil, destratar a potenciales compañeros de ruta puede ser costoso. La trayectoria autocentrada y a veces expulsiva del kirchnerismo a partir de 2011 suma una explicación a la derrota del 2015. El modo convocante de Alberto Fernández rumbea en otro sentido, abre puertas. Como todo lo que se repasa en esta columna, se habla de estilos, potencialidades, gestos, intenciones: los resultados están por verse.  

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Clases de alianzas: Las clases sociales existen pero no se dejan describir con viejos relatos. “Viejo”, a estos fines, puede significar 25 años atrás. Se va internalizando que son trabajadores los desempleados, los informales, los integrantes de cooperativas de humildes. En ese mapa incipiente, mutante, aquellos que trabajan en relación de dependencia con sueldos pasables o hasta dignos integran una minoría. La relación entre los sindicatos y las organizaciones sociales mejoraron en los últimos años pero son divergentes sus demandas y hasta su modelo deseado de sociedad.

Se complica entonces, imaginar partidos políticos que representen al conjunto de los trabajadores y las clases medias golpeadas por el ajuste macrista. Padecen problemas comunes (hasta se movilizan juntos a menudo) pero son distintos los puntos de partida, los “colchones” que amortiguan sus padeceres, las redes familiares, los modos de interpretar y tramitar la crisis. El kirchnerismo representó bien a ese colectivo, mejoró sus derechos y condiciones de vida. En el tramo final fue perdiendo el favor de ciudadanos de clase media a quienes criticó o denostó verbalmente sin perjudicarlos en igual proporción. Le toca reconciliarse, lo que no es sencillo porque sobreviven heridas y recelos. Las elecciones en provincias habilitan ilusionarse sin delirar si se las mira bien, más allá de las constantes victorias de los gobernadores. El peronismo avanza en capitales o ciudades importantes que le dieron la espalda con frecuencia, incluso en la zona sojera. En una de esas es un síntoma de realineamiento.

El macrismo coaliga a los ganadores del modelo, para empezar. La ideología de derecha es otro nexo. Sería absurdo, reduccionista, decir que un Frente con tantos votantes (30 por ciento, pongalé) no es policlasista. O que todos los votantes oficialistas son fachos. Sin embargo, vale la inversa: todas las gentes de las clases dominantes apoyan a Cambiemos y todos los fachos se reportan ahí. Los primeros brulotes de Pichetto (macartistas, xenófobos, lamebotas de los yanquis) refuerzan la identidad. 

Una duda que se dilucidará en la cancha es si Cambiemos retiene (tras el azote del ajuste) los votos obtenidos en la primera vuelta de 2015. Este cronista interpreta que no pero las lecturas, ay, valen menos que los escrutinios definitivos.

A la derecha del macrismo, la pared electoral. A la izquierda del peronismo kirchnerista queda espacio para propuestas más radicalizadas o críticas. El FIT dispone de una oportunidad para ampliar adhesiones no solo mostrándose antisistema sino como el más opositor dentro del esquema democrático. Haber acordado con el MST mejora su oferta. Claro que si se crece es desde el pie, el piso logrado en 2015.

Cuesta suponer que los otros frentes muevan el amperímetro. Incluso alguno o un par tal vez no puedan superar el umbral del 1,5 por ciento del padrón en las PASO, exigido para poder participar en octubre.

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Llegada, estrés y costos: El decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo llegó a Buenos Aires para ver la Copa América y el proceso electoral. Se atraca de bifes, que no le parecen tan baratos. Compra en el super y lo asombra el precio de la leche, por no hablar de la deplorable calidad de sus segundas marcas. Está medio embroncado con su discípulo, el politólogo sueco que hace su tesis de postgrado sobre la Argentina. Este aduce estrés y surmenage. Y trastabilla cuando trata de explicarle las alquimias electorales.

Para colmo, le pasa poca bola. Ocurre que su novia, la pelirroja cristinista que ahora pugna por la unidad, se la pasa recorriendo el Conurbano. Muchos actos, euforia, choripanes con vino, trasnochadas, euforia, adrenalina. Nuestro científico la marca bien de cerca como los añorables stoppers. Le queda escaso margen para reunirse con el Decano. Este, chinchudo, le manda memes burlones sobre Boca: se hizo de River, en parte por exitismo, en parte para chucear a su discípulo otrora favorito.

Otro hecho que le sorprende es la cantidad de locales vacíos en bonitos barrios porteños. “¿Y la reactivación? –inquiere al tesista–. “¿no funciona el estímulo keynesiano de las propinas que inventó Lilita? Es una receta heterodoxa, ajena a nuestra cultura pero imaginé que aquí calaría bien.”

 El politólogo lee el WhatsApp mientras gasta nafta a lo pavote   sobre el pavimento bonaerense. Ríe, invita al decano a ver juntos   el segundo partido de Argentina en Brasil.

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La hora de la verdad: Las elecciones, entiende este escriba, las ganan o pierden los gobiernos. Si la regla fuera absoluta, Macri estaría de salida. Pero la realidad es endiablada, tal vez el recurso de ser “oposición de la oposición”, el rechazo al kirchnerismo, alcancen para que sobreviva un Gobierno arrasador. 

Sin lanzar vaticinios falibles se pueden subrayar señales preocupantes para la Casa Rosada. De nuevo: las elecciones provinciales, con toda su especificidad dejan mensajes alarmantes, 

Contra lo que dicen apologistas de todo (y frondoso) pelaje, Pichetto no es un partido de masas ni un gobernador ni un imán de votantes. La euforia de Wall Street, que engolosina a opineitors afamados, no se contagia a los ciudadanos argentinos.  Sus lobos no votan en Argentina, los lacayos locales son pocos...

La inflación se niega en la tapa de los diarios y en títulos que son un prodigio en el (tr)avieso arte de macanear pero la ciudadanía conoce su existencia, día tras día.

Las patas mediática y judicial de Cambiemos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Casa Blanca juegan desembozadamente para Macri. El apego a las reglas democráticas no es lo suyo.

El final sigue abierto, hasta enigmático... el pueblo soberano resolverá. El domingo que viene, con listas completas, el panorama será más preciso dentro de un contexto extraño, sin precedentes que deparará aún muchas novedades.

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