“Hotel Neurotik” es la nueva pieza musical de Christian Siméon que se estrena en Buenos Aires luego de la celebrada –y multipremiada– “El cabaret de los hombres perdidos”. Omar Calicchio –en un capolavoro que confirma sus dotes de comediante– encarna a un personaje prismático y con encendida neura: una señorona entrada en años que se niega a envejecer y a borrar una página negra de su pasado. Como si fuera un policial –sin serlo–, “Hotel Neurotik” es más bien una pieza de cámara híbrida: mitad thriller mitad vaudeville. Una mujerona, con impacto transformer y aires de diva, vuelve –más sobre sus taconeos que sobre sus pasos– a un hotel de juventud para revivir –como sólo los sádicos saben hacerlo– un pasado feliz y funesto: un paraíso perdido que pretende exorcizar a través de un nuevo y obligatorio amor. En este caprichoso “viaje”, sus autoritarismos de ricachona y sus delirios de clase se empeñan en maltratar: primero, a la recepcionista del lujoso hotel (a través del tubo de un teléfono como si de un texto de Cocteau se tratase), y, luego, a un botones, con cuerpo de mancebo sometido y explotado, del que se termina enamorando bajo reglamento o síndrome de Estocolmo mediante. 

Cargada de códigos que sobrevuelan los clisés del melodrama y del teatro francés de boulevard que el público debe desentrañar, “Hotel Neurotik” es una pieza para dos con textos y canciones traducidas directamente del francés en un español altamente cantábile, acompañadas al piano por los prodigiosos dedos del ascendente Juan Pablo Schapira cuyas intervenciones rompen felizmente “la ilusión teatral”. Transformando una bipolar estancia de hotel en un loca y neurótica folie à deux, esta señorona y su apetecible botones –ambos en un riguroso registro camp y en un rosa chicle que la escenografía y el vestuario de René Diviú resaltan– sellan, tanteándose primero y enredándose después, un pacto mediado por el dinero y una violencia a mitad de camino entre la verdad y la parodia. 

Para amenizar los momentos de crucial tensión entre estas desbalanceadas criaturas, “Hotel Neurotik” se puebla de temas franceses de amor y varieté (alternando de un registro a otro) escritas por letristas que han firmado éxitos para figuras tales como Edith Piaf o Juliette Gréco. 

El humor mordaz (en modo travesti) tiene en Calicchio a un intérprete que pasa por los estados más disímiles: del romanticismo larvado a la desesperación paroxística bajo la forma insana del delirio. Por su parte, el personaje de Boy –encarnado por Federico Barón en su airoso debut en el musical– se luce como partenaire en la escena del tango mortal o en el sueño del ángel exterminador, coreografiados e iluminados por los consagrados Romina Groppo y Gonzalo Cordova.

“Hotel Neurotik” homenajea sin ambages a la cultura gay de amadas walkyrias como Miss Piggy o Divine mezclando –en una ajustada dirección de Gonzalo Castagnino de este musical diverso, afrancesado y personalísimo– la tragicomedia barroca y las nobles artes del music-hall.

 Como quien abre sutilmente una exótica caja de trufas envueltas en papel de seda, aquello que se presupone dulce puede resultar maníaco. 

“Hotel Neurotik” se puede ver hasta el 2 de julio todos los martes a las 20.30, en el Centro Cultural San Martín. La traducción es de Walter Romero.