Desde Roma

Las personas que en el mundo escapan de guerras, conflictos y persecuciones y que se sienten obligadas a dejar el propio país, fueron hasta fines de 2018 el doble que hace 20 años y 2,3 millones más que en 2017, llegando a 70,8 millones de personas. Se trata de la cifra más alta desde que existe ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, fundado en 1950. Y entre estos casi 71 millones de personas, se encuentran casi 4 millones de venezolanos.

Según el estudio anual Global Trends (Tendencias Globales), difundido por Acnur en ocasión de celebrarse el Día Internacional del Refugiado, las cifras son estimadas y no exactas dado que reflejan sólo parcialmente la crisis de Venezuela. “Debemos redoblar nuestra solidaridad con los miles de personas inocentes que se ven obligadas a huir de sus hogares a diario”, declaró desde Ginebra, sede de ACNUR, el Alto Comisionado para los Refugiados Filippo Grandi. “Pese a la cantidad de gente que escapa, hay grandes muestras de generosidad y solidaridad, especialmente por parte de las propias comunidades que acogen a grandes cantidades de personas refugiadas. Hay una participación sin precedentes de nuevos actores, como exponentes del sector privado y de personas que reflejan el espíritu del Pacto Mundial sobre Refugiados”, señaló. 

Aprobado por la Asamblea General de la ONU en diciembre pasado, el Pacto Mundial busca una repartición de responsabilidades más equitativa para quienes acogen y apoyan a las personas refugiadas, el 80 por ciento de las cuales vive en países vecinos a sus lugares de origen. Global Trend calcula además que unas 37.000 personas se desplazan cada día en el mundo, que cerca de la mitad de la población mundial de refugiados del 2018 tiene menos de 18 años, y que el número más alto de solicitudes de asilo en 2018 (341.800) fue presentado por venezolanos. Otros datos indican que el 67 por ciento de los refugiados provienen de Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar y Somalia. Por quinto año consecutivo, Turquía fue el país que más refugiados ha recibido (3,7 millones) seguido de Pakistán (1,4), Uganda (1,2), Sudán (1,1) y Alemania (1,1 millones). Pero el Líbano se confirma como el país que más refugiados a recibido en proporción a su población (uno cada seis).

“El elemento más evidente en todos estos datos es la diferencia entre los países que reciben a los refugiados –comentó ayer Carlota Sami, portavoz de Acnur en Italia, durante la presentación de Global Trends en Roma–. Los que reciben más refugiados son los países que más tendrían necesidad de ayuda porque son más pobres y los que reciben menos, son los países más ricos que tal vez deberían desempeñar un rol más importante en el encontrar soluciones. Las políticas fundadas en el odio y la exclusión, que erigen muros y alambres de púa, no llevan a ninguna solución porque de hecho los números siguen aumentando. Los países deberían ocuparse de encontrar soluciones a los conflictos, a las razones por las que la gente huye.” 

En efecto, según los datos oficiales los países de alto rédito reciben unos 2,7 refugiados cada mil habitantes (Italia 3 refugiados cada mil habitantes), los países de rédito medio  unos 5,8 refugiados cada mil y los países pobres, un tercio de todos los refugiados a nivel mundial. Es así que Turquía, por ser un país limítrofe con Siria, es la nación que más sirios ha recibido. Por su parte Colombia es el país que más venezolanos ha alojado (1.171.600) pero es Perú el que más refugiados venezolanos propiamente dichos, ha aceptado (700) después que solicitaran regularmente asilo y fueran reconocidos como tales. 

“Italia está particularmente preocupada por Venezuela –dijo en la presentación de Global Trends Luigi Vignali, director general para los italianos en el exterior y las políticas migratorias de la cancillería italiana–. En Venezuela viven 143.000 italianos y muchos otros descendientes de italianos. Es un país que está atravesando una profunda crisis y sus refugiados se mueven no sólo a países como Brasil, Ecuador, Colombia sino a también a Europa, España, Italia. Esto confirma la urgencia de una solución para la crisis venezolana”.

Mirvat Sayegh, 27 años, nació en Siria, en Alepo, una de las ciudades más golpeadas por la guerra comenzada en 2011. Durante el conflicto, su familia se trasladó por un periodo a Latakia, una ciudad sobre el mar, “un poco más segura que Alepo”, contó a PáginaI12 en la conferencia de presentación de Global Trends.  “Mi familia partió antes que yo porque yo estaba en la universidad y quería continuar. Estudiaba Literatura inglesa, me faltaban solo dos materias cuando tuve que dejar el país”. Con su familia se trasladó primero al Líbano y luego a Italia.  Pese a la guerra, logró conseguir algunos documentos que certificaban lo que había estudiado. 

Llegó a Roma hace tres años, gracias a un corredor humanitario, es decir tuvo la suerte de llegar a Italia en avión, de modo seguro. Aquí buscó una beca y consiguió una para estudiar en Ferrara (noreste de Italia) “Lengua y literatura moderna”. Ya está en el tercer año. “Me reconocieron algunas materias pero pocas”, dijo.  Mirvat Sayegh habla inglés, árabo, italiano y un poco de francés y español. “Yo hubiera querido ir a estudiar a Estados Unidos pero el problema es que cuando llegué a Italia,  no tenía documentos. Ahora tengo documentos italianos”.

–¿Cuán difícil ha sido vivir como refugiada?

–Para mi familia ha sido mucho más difícil que para mí. Mis padres llegaron a Italia a una edad que nadie les iba a dar trabajo y además no saben bien el idioma.  

–¿Estás contenta de vivir en Italia?

–Trato de estarlo.

–¿Te gustaría volver a Siria?

–Si tuviera que volver a Siria tendría que empezar de nuevo. Sería mucho más difícil recomenzar, me sentiría como una extranjera en mi propio país.

–¿Qué fue lo más difícil que  viviste como refugiada? 

–Lo más difícil que me ha tocado vivir es cómo las personas me ven, cómo me miran. No me miran por lo que soy sino como extranjera. Lo más difícil ha sido comenzar en cada lugar de cero. Mejor diría de menos cero… porque estos años que he pasado yendo de un lugar a otro, pasaron sin que yo aprendiera nada. No había tiempo porque con todas las preocupaciones uno no tiene el ánimo para aprender. Fue muy difícil tratar de trabajar, muy difícil ser considerada una persona normal. Y si te ven siempre como diferente, uno no puede estar al nivel de los demás. 

–¿Cómo podemos  favorecer la integración de los refugiados?

–No considerar a los refugiados como una categoría distinta, sino mirarlos como son, con sus diferencias.