Desde Río Gallegos
La 25° Feria Provincial del Libro de Santa Cruz, que se realiza en el Complejo Cultural Santa Cruz, auspiciada por el Consejo Federal de Inversiones (CFI), está ubicada en el corazón de la ciudad, a metros de la avenida San Martín. Durante los diez días que dura –empezó el pasado 14 y terminará mañana– la habrán visitado más de 20.000 personas. El historiador Nicolás Iñigo Carrera presentó Las estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo; Miguel Rep, su último libro, Evita. Nacida para molestar; Cristina Banegas está dictando un seminario intensivo de introducción a la técnica de improvisación de Alberto Ure para estudiantes avanzados de teatro, y también presentará la obra Eva Perón en la hoguera, de Leónidas Lamborghini, en una de las salas del Complejo Cultural.

Cuatro grados bajo cero: el aguijón del frío se clava en los huesos. En el Complejo Cultural Santa Cruz hace calor; la calefacción es una caricia en el cuerpo. Durante la tarde del jueves feriado, los habitantes de la ciudad se pusieron de acuerdo para recorrer en familia la Feria. No hay a nivel provincial una editorial que publique a la inmensa cantidad de escritores que hay en la provincia de Santa Cruz. La mezquina indiferencia de las editoriales de Buenos Aires, que suelen estar más embelesadas con Barcelona, Madrid, Nueva York, Berlín o París, y conocen más escritores de esas ciudades que del resto de las provincias de Argentina, genera un fenómeno paradójico: escritores-editores que terminan autoeditándose, llevando sus propios libros a una imprenta y sacando tiradas muy modestas. En Río Gallegos hay dos librerías: Librería Distribuidora AC Santa Cruz y Martín Fierro, la primera librería de la ciudad, creada en 1966.

El escritor Mario Echeverría Baleta está en el stand de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). A veces ahueca su mano derecha y la apoya sobre la oreja, intentando ahuyentar el ruido intenso de las conversaciones para poder escuchar mejor. A los 81 años, cuenta que tiene publicados veinte libros, entre los que se destacan los cuentos de Patagonia sur y Anécdotas viales, un texto donde narra su experiencia en Vialidad como topógrafo. “Entré como dibujante técnico pero eso me llevó a la topografía, porque había que trabajar en el campo para marcar rutas. Nací en Lago Argentino y desde chico anduve a pie, a caballo, recorriendo, viendo lugares. Conozco mucho la geografía y la fauna”, aclara Baleta a PáginaI12. “Supongamos que este libro se vende a 100 pesos en las librerías –dice mientras toma Vida y leyendas tehuelches–. De esos 100 pesos, 40 se queda el que lo vende, 40 para la empresa distribuidora y 20 para la editorial. ¿Y el autor? ¡No te pagan nada!”. En el stand tiene un texto de su autoría, escrito a máquina y con tapas de cartulina: Heroísmo en el estrecho de Magallanes. “Tengo ganas de publicarlo –confiesa el escritor–; es sobre la expedición de Pedro Sarmiento de Gamboa, que en 1584 fundó en Cabo Vírgenes lo que ellos llamaron Ciudad del Nombre de Jesús, que es la primera fundación en territorio argentino”.

Soledad Allendez, la directora Provincial de Cultura, habla de la Feria como “uno de los eventos culturales más importantes de la provincia”. “No solamente se promocionan las letras, la escritura, los talleres y seminarios relacionados, sino que también hay espectáculos artísticos de músicos, presentaciones de las escuelas de danza y la presencia de todas las localidades”, explica. “La Feria es un punto de encuentro para las familias, a pesar del clima hostil de junio, cuando no solo oscurece temprano sino que las temperaturas son muy bajas y no permiten tener recreación para los más chicos. La provincia no tiene un fondo editorial, pero este año se tomó la decisión de jerarquizar la imprenta. El plan a futuro es tener una editorial”. El escritor Carlos Besoaín preparó una antología narrativa de Santa Cruz, Las voces que el viento trae, que podría ser el primer libro que publicaría la futura editorial de la provincia, que tiene esa imprenta desde 1961, cinco años después de que Santa Cruz pasó de Territorio Nacional a provincia.

Uno de los próceres de la Feria del Libro es Marcelo Tourville. El estuvo en la primera, hace 25 años, con el grupo Editorial Franco Argentino (un guiño y homenaje a su tatarabuelo francés, Marcelino Tourville, que llegó a Puerto Santa Cruz a principios de la década de 1880 y puso un hotel al que llamó Hotel Franco-Argentino). Su bisabuelo, Julián Tourville, fue un jugador de fútbol y fundador del Club Sportivo Santa Cruz, el primer club de la Patagonia argentina, un equipo con los colores verde y blanco, creado el 26 de mayo de 1911 en Puerto Santa Cruz. Como muchos vendedores de libros, Tourville no tiene una librería o local comercial. Cuando se refieren a este tipo de vendedores, se habla de “placismo”; viajan y venden los libros a domicilio, en las escuelas y en otras instituciones. “La primera feria fue una experiencia muy linda. Somos pocos pero nos conocemos mucho, como dice el dicho. Vamos participando año a año y van creciendo nuestros hijos y pasando la vida”, describe Tourville. “La primera se hizo en La Rural de Río Gallegos y el espacio nos quedó chico. Al principio, el Complejo Cultural nos quedaba grande y ahora nos falta espacio. Hemos pasado distintas situaciones económicas y sociales, pero la gente sigue viniendo. El domingo pasado, a pesar del apagón y de que no había luz, la gente estaba en la puerta y quería entrar. Hay un antes y un después de la Feria del Libro para todos los libreros. Aunque no es una época económica buena, le ponemos lo mejor de cada uno, con promociones y ofertas, para que las personas puedan llevarse un libro a sus casas”.

Margarita Sánchez, una vendedora de libros que tiene a su cargo el stand de la Editorial Continental de Bahía Blanca, con mucho material infantil y para docentes, estuvo en las 25 ediciones. Hasta 2005 trabajó como vendedora de Ediciones del Caminante de Alfredo Steinberg. Margarita es viajante, va a las localidades de la provincia y participa en todas las ferias del libro en el territorio santacruceño. “Soy vendedora de libros por casualidad. Alfredo Steinberg, que murió hace unos años, era mi primo y un día me preguntó: ‘¿no te gustaría vender libros?’ Me dio un par de libros, los vendí y me gustó. Esto es lo mío: vendo libros. Y acá estoy. Hoy le vendo a muchos jóvenes sagas y cuando eran más chicos les vendía a sus padres los primeros libros infantiles que leyeron”. Otro histórico es Juan Carlos Alvado, de La Librería Distribuidora AC Santa Cruz. Antes de abrir la librería, Alvado empezó con el “placismo”, con la venta directa especializada en textos para docentes. “El libro de texto es como el cigarrillo en el kiosko: tenés que vender mucha cantidad para que te deje algo. Si te equivocaste en uno o dos pedidos, perdiste toda la temporada, porque los porcentajes son muy bajos”, plantea Alvado y hasta los ojos sonríen cuando recuerda una vieja disputa territorial. “Yo tenía el stand pegado al de Alfredo Steinberg. Alfredo corría la cinta que separaban los espacios y me achicaba el stand. Después nosotros hacíamos lo mismo: le corríamos la cinta a Alfredo y agrandábamos nuestro stand”. Picardías patagónicas de la convivencia, con cuatro grados bajo cero a las seis de la tarde.