La Aripuca, parque ecológico de Puerto Iguazú. La madera de miles de años abraza el espíritu tropical del lugar: fauna autóctona, vecinos felices. Y ante un auditorio colmado, Andrea Merenzon, Directora Artística de Iguazú en Concierto, comparte la emoción de estar nuevamente en tierras coloradas. Aquí se celebra la décima edición de este festival musical que destaca el talento y la precocidad de niños y adolescentes de unos 30 países. Y corriéndose de su histórico aire académico, el modelo 2019 del encuentro deja espacios para la vanguardia, los giros osados e incluso ciertos gestos pop en la música clásica.

Para abrir Iguazú en Concierto se presentaron los ganadores del Audition, una competencia en la que los postulantes envían videos y son seleccionados por el festival pero también mediante la votación del público. Por primera vez en diez años, el concurso lo ganó un argentino: Thomas Valentino Rossi, saxofonista de 12 años. “Fue sin que el jurado supiera de dónde era; recién nos dimos cuenta de que era argentino cuando vimos su nombre”, reconoce Merenzon.

Thomas nació en Misiones, vive en Buenos Aires, estudia saxo con videos online y pela un poco de su talento mientras entre el público una señora graba audio apuntando al escenario. Por acá, mezclada entre la audiencia, la instagramer y cantante Luana Figueredo identifica a María José Arjona Jiménez, más conocida como Azuquita: una nena colombiana de 11 años que la rompió toda en el certamen televisivo La Voz Kids Colombia del año pasado. Más allá, otras señoras miran a Thomas con cara de tener ganas de que sea su nietito, mientras mueven la cabeza de un lado al otro.

“Siempre es muy difícil elegir porque hay muchos chicos”, sigue Merenzon, quien en 2015 ganó el Latin Grammy 2015 a la mejor producción de álbum clásico y fue coordinadora artística de programación sinfónica y de cámara del Teatro Colón. Como una tromba, la pequeña Azuquita sube al escenario con recursos del mainstream: saluda, repregunta, canta e interpela. Algunos entre el público comen mandarinas, otros toman mate. “Voy a cantar un tema que en mi tierra se escucha mucho”, avisa Azuquita y se despacha con una versión moderna de Colombia, tierra querida, del compositor Lucho Bermúdez. Y, de paso, se da maña para bajar línea de niña artista: “Quiero darles un mensaje de apoyo a los padres, por no dejarlos solos; por eso, hay que apoyar a los niños en sus carreras y eso es ser un buen padre”.

Luego, la presencia de Dwaight Katsunory Juarez Vera, un peruano de 15 años con aires de Diego Boneta centennial. Enfundado en un trajecito entallado, Dwaight masculló un repertorio popular que incluyó a Hoy voy a verte de nuevo, A mi manera y Mil horas. A pesar de su juventud, la suya es una de las pocas voces “maduras” por fuera de las voces blancas que priman en Iguazú en Concierto. Y es otro de a quienes les sobra la cancha: el pibe se dedica a hacer eventos privados.

Iguazú en Concierto es un festival que fomenta el talento de chicos de hasta 18 años. Pero un soplo sobrevuela el ambiente: ese talento va de la mano con la exigencia. Por caso, eso se ve en el Little Star String Trio, un grupo de hermanitos estadounidenses que andan de visita por tercera vez en Misiones. Mientras afinan el violín y ponen cara de circunstancia, una señora les reconoce el tesón: “La sienten”, dice, y tiene razón. “Desde siempre les inculqué la música”, reconoce Dustin Breashears, su padre, un director de orquesta de California. Los pibitos ya pasaron por la TV gringa, en el show Little Big Shots con Steve Harvey. ¿Su vida será un espejo de Whiplash, la película ganadora del Oscar? ¿Cómo serán en la intimidad? ¿Estarán felices? ¿Los tendrán cortitos? ¿En algún momento dejan los instrumentos y se juegan unas partidas de Fortnite? “Estudian dos o tres horas por día y después les damos tiempo libre para que hagan lo que quieran”, se ataja papá Breashears.

Rememorando los orígenes del festival, pero ahora en el escenario del salón de eventos del Hotel Amerian, los niños franceses del Petite Mains Symphoniques interpretan algunas piezas clásicas. Esta sinfónica reúne a chicos que salieron de un concurso de toda Francia y tienen hasta 14 años. “Los franceses aportan elegancia y son muy refinados”, se relame Merenzon mientras más allá, al costado de las casi 400 personas en sus butacas, un nene repta y se revuelca por el piso.

“Este es un festival muy dinámico”, explica la directora a propósito de la abultada programación y de la variedad de artistas, entre los que se destacan los Niños Cantores de Mendoza (quienes recibieron varias ovaciones tras hacer Misionerita, por razones lógicas, y Taquito militar, de Mariano Mores), la Orquesta de Juveniles de Jujuy (ahijados de Gustavo Santaolalla), el Conjunto de Arpas Encarnacenas de Paraguay, el trombonista español Iván Plaus, los percusionistas Exodus Youth Steelband, de Trinidad & Tobago, y la Orquesta de Cuerdas BPA de Brasil, uno de los atractivos del evento.

Esta orquesta brasilera funciona en base al llamado Jaffé, un método de aprendizaje colectivo en el que grupos de chicos empiezan a tocar todos juntos. “Antes de comenzar, ninguno sabe tocar los instrumentos”, explica Renata Jaffé, heredera de Alberto Jaffé, el violinista brasilero que creó este dispositivo de aprendizaje musical y coral que ya está en Argentina, donde hay un tendal de chicos vinculándose con la música desde esta particular perspectiva. Los grupos de la ONG Fundación para el Desarrollo, la Cultura y el Arte, bajo el ala de Merenzon, ya están metidos en ésa.

Entretanto, en el escenario del auditorio Ramón Ayala, la Orquesta de Cuerdas BPA brilla con versiones de Bad Romance de Lady Gaga y Billie Jean de Michael Jackson, llegando al súmmum con el tema de la película Los Vengadores, con interpretación actoral incluida de los mismos pibes haciendo de Spider-Man, Hulk, Iron Man, Thor y los demás. La perlita muy bien jugada: Daniel Misiuk, el director de la orquesta, hace de Thanos.

En esta edición, Iguazú en Concierto cuenta con el padrinazgo de Maxi Trusso, que en distintas pasadas por los escenarios interpreta versiones de sus hits Nothing at All, Streets of Rock & Roll y hasta se animó a un cover de Boys Don’t Cry. “Me gusta mucho colaborar con este proyecto”. Y más desubicada que daltónico jugando al Twister fue la insólita aparición del humorista Hugo Varela, con inapropiados chistes para un público infantil. ¿Qué le aportó Varela a este festival patrocinado por el Gobierno de Misiones y el Consejo Federal de Inversiones? ¿Quién ganó con su número? Hubo molestia y confusión.

Es que la presencia de más de 500 niños prodigio en escena –que sumaron a un acumulado histórico de más de 5000 músicos de todo el mundo en esta década– puso en perspectiva el verdadero valor del festival: su capacidad para abrazar, difundir y fomentar a los jóvenes talentos. Para el cierre, en clave popular, un convoy de chicos interpretan La bilirrubina, La vida es un carnaval y Twist & Shout. Entonces, de fondo, iniciativas como Iguazú en Concierto amplían el mapa de propuestas culturales, fomentan el turismo regional, corren la centralidad de Buenos Aires y clavan una bandera: los pibitos son y siguen siendo la posta.